Entre el desconcierto general parece cobrar forma la idea de que el dinero de los 30 Componentes que articulan el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR) se distribuirá por tres vías: los PERTE, las licitaciones públicas y las convocatorias de ayudas en concurrencia competitiva.
En cuanto a los primeros, desde el punto de vista de la innovación, cuando escuchamos hablar de grandes proyectos en tecnologías de vanguardia, debemos traducir los mensajes del siguiente modo: “la empresa española A va a liderar la construcción de una planta de referencia” significa que la empresa A, cuyo balance no le permitiría afrontar la inversión sin tensar más de lo asumible sus niveles de apalancamiento, va a recibir dinero europeo para comprar tecnología propiedad de terceros, muchos de ellos en nuestro país, pero la mayoría ubicados fuera de él. Lo cual será estupendo para España si la planta es rentable y tiene éxito, pero de momento lo será para esos proveedores tecnológicos.
Habrá que estar atentos para que las licitaciones públicas no se conviertan en una suerte de rotondas digitales o de género, visto lo visto. El subdirector general de Digitalización de la Industria del Ministerio, Jordi Llinares, decía recientemente que “de repente tenemos muchos más fondos, pero es verdad que no tenemos la dotación de funcionarios que necesitamos”. Y con las convocatorias en concurrencia competitiva vamos hacia un modelo similar a los H2020 del VII Programa Marco europeo, pero sin el requisito de la innovación.
De modo que el impulso de la I+D en España y, por consiguiente, las opciones de cambio de modelo productivo, habrá que seguir buscándolo en los fondos Horizon Europe que, después de sucesivos recortes y muy lejos de lo que pidieron los expertos a la Comisión hace tres años, ascienden a 95.500 millones de euros en siete años.
El desenlace depende aún de nosotros, pero por ahora es solo el reflejo de la predisposición real de nuestro tejido productivo a liderar los grandes asuntos de la innovación tecnológica. ¿Estuvo esa compañía A, que un hace tiempo decidió aparcar su prometedor laboratorio de ciencia y tecnología, entre las empresas que más convocatorias europeas de I+D en colaboración? La respuesta es no. En España, la firma que más proyectos H2020 se adjudicó fue… francesa: Atos, con 166, de los que coordinó, 35. Le siguió a mucha distancia (77 proyectos) el principal contratista tecnológico de nuestro país con el Ejército, Indra Sistemas, y empataron en el tercer puesto Telefónica I+D y Acciona (66).
Como es natural, llamo a Atos Research & Innovation (ARI) para entender por qué una empresa de matriz francesa encabeza el listado de la I+D con ayuda europea en España. José Lorenzo, responsable del área de finanzas e incentivos, me explica que su éxito no sólo radica en su capacitación técnica, sino también de forma muy especial en su muy eficiente oficina de gestión de proyectos. Lo es tanto, que hay instituciones y universidades españolas que les prefieren a ellos porque saben que trabajar con ARI, además de asociarse a un socio tecnológico industrial de nivel global, les va a ahorrar muchos esfuerzos burocráticos. Han sofisticado el arte de gestionar proyectos europeos hasta el punto de que, después de captar 107 millones de euros en Europa en 2018, el CEO de Atos, Thierry Breton, se convirtió un año después en la apuesta de Emmanuel Macron para ocupar el puesto de Comisario Europeo de Mercado Interior. Y ahí sigue.
ARI tiene siete sedes en España y cuenta con más de 6.000 trabajadores. Obviamente, este control de los mecanismos de gestión de fondos le va a venir realmente bien de cara a los Next Generation y a los Horizon Europe. Telefónica, que decidió echarse a un lado mediado el VII Programa Marco y ser más selectiva a la hora de elegir compañeros de innovación, quizás esté preguntándose ahora si tomó la decisión correcta. Pero no dejo de darle vueltas a un asunto: por qué quiso Atos ser líder en un tipo de proyectos como los H2020 que, por regla general, no garantizan la propiedad intelectual de la invención y que suelen requerir una inversión añadida para acabar aterrizando en el mercado (de modo que la mayoría se quedan en el cajón).
Me explica José Lorenzo que la gente de ARI suele usar el conocimiento que se genera en esas convocatorias para hacer diversos tipos de contribuciones a otras áreas de la compañía: a la comunidad científica de expertos de Atos, que se dedica a anticipar la evolución de las tecnologías; a los comerciales, a los que acompañan en los workshops de innovación con clientes para identificar líneas de mejora; y en los showcase que se organizan en el Business and Technology Innovation Center del grupo para enseñar soluciones de vanguardia. Si desde hace casi 25 años Atos funciona como un reloj en la captación de ayudas europeas es porque, en efecto, sí se puede sacar partido a ese esfuerzo. En intangibles, claro.
“Los fondos Next Generation serán muy diversos, no sólo tecnológicos, habrá ayudas a la contratación, a la igualdad de género o a la digitalización; la clave es actuar de forma coordinada y, dado que la adjudicación será bastante express, estar preparado y disponer de un baremo sencillo para tomar la decisión adecuada sobre si será interesante estar por nosotros mismos o acompañando a un cliente”, me dice antes de despedirse José Lorenzo.
Por si no bastaran los datos del H2020, hay otro gráfico que sirve para tomar el pulso a nuestra posición en la cadena innovadora. Recordemos que el año pasado hubo un ligero incremento de solicitudes de patentes en España. La explicación, pandemia aparte, es sencilla: una de las principales instituciones de investigación de nuestro país tuvo un problema de disponibilidad de personal en el área de transferencia a finales de 2019, lo que provocó que el trabajo pendiente se acumulara para el arranque de 2020. Tal cual.
En cabeza en solicitud de patentes europeas está un ente público, el CSIC, con 72, lo cual es una buena noticia en año de pandemia, y le sigue Amadeus SAS (probablemente más por SAS que por Amadeus), con 60. A mucha distancia se encuentra Esteve Pharmaceuticals, con 17 patentes solicitadas, las mismas que la red de centros tecnológicos Tecnalia y que Telefónica, empresa esta que aseguraba haber superado los 691 millones de euros de inversión en proyectos de I+D hasta septiembre pasado, un 14% más, pero que cerró el año desgajando del grupo a su sociedad de proyectos disruptivos Alpha. La Universitat Politécnica de Catalunya se hace un hueco entre los primeros del ranking, con 15 patentes, y tras ella Pharma Mar y Repsol se posicionan con 14.
Esta es la realidad del potencial innovador con el que nuestro país parte para que los fondos europeos que vienen, ya sea indirectamente vía Next Generation o de forma explícita vía Horizon Europe, sirvan de palanca para cambiar el modelo productivo y convertirnos en un referente en materia de innovación: 1.791 solicitudes de patentes europeas en todo 2020, la mitad que Samsung. Pero esto no debe ser un motivo para el desánimo, sino para la reacción desde el realismo. Construir una estrategia para recuperar el pulso innovador exige compromiso, pero es un desafío apasionante de país. El gran desafío de nuestra generación.