En unas pocas semanas comenzarán a llegar a España los tan ansiados fondos Next Generation EU. Su gestión va a ser uno de los retos más importantes a los que nos vamos a enfrentar como país, ya que conformará la innovación, productividad y eficiencia de nuestra economía en los próximos años.
Concretar los objetivos que deben alcanzarse con estos fondos no va a resultar una tarea fácil. Está claro que se conceden para impulsar las economías dañadas por la pandemia potenciando modelos productivos innovadores, y que ya se han definido las áreas de interés y líneas de actuación que, con un gran consenso, se entiende que serán los pilares de la economía futura. Hasta aquí, todo perfecto.
Si profundizamos un poco más, cabría preguntarse si estos fondos deberían permanecer restringidos a esas áreas consensuadas o si tienen que dar un paso más y abrirse a otra serie de innovaciones que aún están por cristalizar, pero que podrían ser claves para el desarrollo futuro del país. Al hablar de innovación, ¿dónde ponemos el límite?
La innovación no se consigue siguiendo un camino previamente fijado. En ocasiones, se tiende a asociar la innovación con la ciencia, manteniendo un punto de vista académico que incorpora la implementación del método científico para aumentar y documentar el conocimiento profundo de la materia en cuestión. Pero también es posible innovar, por ejemplo, a través de la ingeniería, entendida de forma amplia, que combina diversas ramas científicas para ofrecer productos y servicios orientados tanto al consumo final como a la generación de bienes de equipo.
Aparte de las múltiples vías de innovación, se me hace complicado imaginar cómo un único país va a ser capaz de innovar en todas las líneas de financiación previstas, ni siquiera contando con fondos ilimitados. Mucho más si ese país tiene que superar deficiencias estructurales de su inversión en innovación con respecto a otras naciones de su entorno, que llevan años destinando recursos al avance de determinadas áreas. Sería lógico pensar que una colaboración entre todos los países europeos podría tener más éxito a la hora de materializar nuevos modelos productivos que la suma de múltiples proyectos locales.
Sea como fuere, parece que el camino ya está decidido. Y en esta realidad, sería conveniente tener en cuenta algunas consideraciones para asegurar al máximo el éxito de esta iniciativa:
* Evitar la designación de fondos a determinadas líneas solo por el efecto tributario que tendrá para el Estado. Un ejemplo claro es el apoyo al despliegue de 5G en el área de las telecomunicaciones. No es que no se deba potenciar el acceso universal a la infraestructura y servicios de comunicaciones, pero lo que no se debería hacer es financiar la compra de frecuencias 5G por parte de los operadores para que, al final, los fondos vuelvan al Estado cuando se realicen las subastas públicas de estas frecuencias. Esto no es innovar.
* Evitar relanzar modelos productivos obsoletos afectados por la pandemia. Innovar tampoco es rescatar empresas, aunque este rescate aporte beneficios a corto plazo, sino la búsqueda de modelos alternativos más eficientes, potenciando de una forma diferente la misma industria o modelo económico.
* Dejar espacio para el desarrollo de modelos que aún no podemos imaginar. Los inversores tradicionales ya se ocupan de financiar empresas o proyectos que claramente van a crecer y producir beneficios. Es momento de destinar parte de los fondos a una innovación que va un paso más allá, que se salta los límites establecidos y que nos propone un modelo que aún no somos capaces de imaginar.
* Asignar fondos a las líneas escogidas, no a empresas escogidas. Los lobbies están ahora más activos que nunca, y seguramente van a hacerse con una parte importante del pastel. Igualmente, unos controles de los fondos más bien débiles pueden hacer que las puertas giratorias acaben provocando un vendaval. Se necesita luz y taquígrafos en el reparto de los fondos, garantizando que se asignan al interés general, y no a la visión particular de una corporación.
* Favorecer la especialización y la excelencia. Aunque en cada línea de innovación exista un tronco principal liderado por una determinada organización, lo ideal es que en todos los proyectos se mezclen distintas ciencias y disciplinas, con el fin de incorporar la excelencia y especialización de otras empresas, favoreciendo, de esta forma, la capilaridad de los fondos entre un amplio número de compañías.
Potenciar la innovación no es algo sencillo. Mucho menos en un país como el nuestro, en el que la excelencia se encuentra, casi siempre, escondida en una pyme sin los recursos necesarios para ser escuchada en determinados foros. Establecer los mecanismos para dar voz a estas empresas y facilitar su participación en los proyectos financiados por los fondos europeos, no solo va a ser positivo para reforzar el tejido productivo español, sino también para aprovechar al máximo unas capacidades, tanto técnicas como intelectuales, que en estos momentos se mueven en la sombra.
*** Miguel Ángel García Matatoros es director general de Blue Telecom Consulting.