En el campo no basta con que llueva para tener una buena cosecha. Hay que preparar la tierra. En ocasiones, haberla dejado en barbecho un tiempo si está cansada. Ararla. Quizás desinfectarla. Abonarla. Sembrarla. Cultivarla. Y después, sí, con la lluvia o el riego, esperar a que crezca y dé sus frutos.
En un punto parecido el inicio de ese proceso está la digitalización en España, a tenor de lo que se ha escuchado en el Congreso de Ametic, una de las dos grandes patronales del sector. Ese encuentro marca el inicio de la agenda del nuevo curso. Y hoy es el punto de partida de esta columna que regresa, como es tradicional, con el resumen de lo mejor de la semana en digitalización plasmado en las crónicas de D+I, Disruptores e Innovadores.
Cuando les pido al subdirector de D+I, Alberto Iglesias, y al redactor jefe, Alfonso Muñoz, que me resuman en un par de ideas lo que han visto y vivido en Santander en ese 35 Encuentro de la Economía Digital y las Telecomunicaciones, de empresas y políticos, me cuentan lo siguiente:
Que la mayoría de los políticos todavía estaban de vacaciones. Sus ausencias han sido notorias. Que había muchas ganas de reencuentros físicos. Lo digital necesita del contacto humano, algo que confirma nuestra tesis de la era del co-co-co. Cooperación, co-creación,... y cohabitación entre el pasado y el futuro.
Pero sobre todo destacan que se habla mucho de los fondos Next Generation y poco de la digitalización en sí, aunque vaya implícita. Y eso denota la carencia generalizada de conocimiento real de qué es la digitalización. Se ha puesto de moda el palabro y muchos creen que con tener una web, moverse por las redes, poner el QR en los bares o vender por internet, están ya en la era digital.
Digitalizarse es mucho más
Cuando en los próximos meses se abra el velo de los Next Generation, veremos que incluso entre las medianas empresas se ha colocado con demasiada ligereza el concepto de digitalización a lo que proponen. Nos va a llegar la tromba de lluvia de fondos, como ha llegado estas últimas semanas la lluvia física a buena parte de las provincias españolas. Torrencialmente. Seguramente no sabremos aprovechar bien lo que llega, pero habrá que adaptarse a las circunstancias.
Hay que preparar la tierra y sembrar rápido. Crear buenos departamentos digitales y apoyarse en externos para una actualización constante. Y formar a plantillas enteras.
La formación digital es la clave. La ministra de Educación, Pilar Alegría, lo explicaba bien en Santander. Hay que meter la digitalización en los planes educativos de forma acelerada. Y la FP debe ser la vía rápida de incorporación a la autopista del cambio.
La secretaria de Estado de Digitalización, Carme Artigas, también apuntaba en la cumbre de Ametic una oportunidad histórica. La digitalización es la vía para hacer esa gran reforma pendiente de la administración española. Siendo conscientes de que el legacy que deben mover no es asunto fácil. Pero las tecnologías van a ser quizás ese camino no esperado por los inmovilistas de la burocracia para que cambien.
En España se perdió una gran oportunidad. Fue con la segunda mayor mayoría absoluta de la democracia, la de Rajoy. Con todas las administraciones locales y autonómicas controladas, un momento de recuperación y una cúpula en el Gobierno en gran parte procedente de altos cargos en la administración, no se abordó una modernización para la que hacía falta mucha fuerza política frente a la cómoda resistencia al cambio de los sindicatos públicos.
Convencer con ejemplos
Para cambiar a toda una sociedad, para acelerar rápido y para que todos entendamos de qué va el cambio, habrá que predicar con ejemplos. Si tomamos sólo algunos de los más destacados de los últimos días en D+I, podemos comprender que la digitalización va a ser la suma de muchas pequeñas revoluciones en cada área de las empresas para generar negocios totalmente diferentes en un puñado de años.
Y el primer ejemplo es la logística. Cómo la tecnología está afectando de forma transversal a negocios tan dispares como el retail o la restauración. La scale up Grupo Mox, de Granada, está detrás del secreto del éxito Just Eat o Alibaba en España. Con una gran inversión en tecnología y el fichaje y la compra de otras startups, hoy son la piedra angular que hace competitivos a estos negocios. "La tecnología en el mundo logístico, en nuestra opinión, ha sido la gran olvidada. Es un error, ya que permite una escalabilidad y una automatización de procesos que reducen el error humano y busca la excelencia logística dentro de todas las operaciones", comentaban los impulsores del Grupo Mox.
El tiempo de espera del cliente es punto central en este mundo de la inmediatez. La inteligencia artificial y el big data de la startup española Orquest han permitido reducir a McDonald's el tiempo de espera en un 25%. Premiados en el Mobile World Congress con el Premio EmprendedorXXI, abordan desde la comida a las farmacias. Combinando mejoras en procesos, con la legislación y, en el último año, añadiendo la complejidad de los grupos burbuja del Covid y distanciamiento entre empleados.
"Hemos ajustado los algoritmos para adaptarlos a los nuevos patrones de consumo y tráfico. Hemos solventado con éxito las predicciones de una demanda impredecible, condicionada por restricciones de movilidad y de horarios", según su CEO Alberto del Barrio.
Otro de los ejemplos llamativos de la semana viene precisamente de la administración. Para controlar el público en las atípicas Fallas de septiembre de Valencia, la Policía ha tenido un sistema que permite controlar el vuelo de drones, detectar a quien los pilota y hacerlos aterrizar. Una especie de escudo protector que también se ha usado ya en Madrid para grandes cumbres o las campanadas de la Nochevieja.
Este sistema en concreto lo impulsa la catalana ASDT System Europe. Pero en el mercado hay más, que van evolucionado y combinando su tecnología. Hace un año ya hubo una concentración de alternativas en el aeropuerto de Asturias.
Otro de esos ejemplos de la revolución por áreas de las empresas que vivimos es el del algoritmo que aprende para enseñar. 8Belts se basa en el aprendizaje de redes neuronales para conocer las fortalezas y debilidades del alumno en el estudio de idiomas y hacerles cursos a medida para progresar más rápido.
Adaptar las estadísticas
Pero para dar el cambio también es necesario cambiar la forma de medir la economía. La inflación, el precio de la energía, el efecto en el empleo o la productividad deben empezar a introducir las variables, correcciones e interpretaciones que aporta el nuevo mundo.
Un ejemplo muy claro lo aporta el estudio que publicaba D+I esta semana sobre la economía tecnológica del País Vasco. Su crecimiento del volumen de negocio de casi el 30% contrasta con un aumento del empleo de solo el 3,5% y del número de empresas en un 2%. La cifra de negocio de empresas tecnológicas ha pasado de los 17.500 millones de euros en 2010 a los más de 22.000 millones justo antes de la pandemia. Pero todo ello con apenas 100 empresas más que hace una década (4.830 en 2010 por 4.927 en 2019) y habiendo generado 'solo' unos 3.000 empleos más.
Es decir, el potencial de crecimiento está claro que es muy alto. Pero, por un lado cabe la pregunta de si la base en la que se sustenta el estudio tiene realmente todas las aportaciones necesarias o si una parte de ese crecimiento viene de empleos generados en ese mundo etéreo fuera de control administrativo.
Y, por otro lado, el Gobierno debe plantearse que si desea cambiar ese pesado legacy de la administración, como indicaba Artigas, debe abordar los medios con los que se mide. Quizás una palanca de apoyo sea empezar por introducir las variables y los efectos de la digitalización en las estadísticas y estudios. Sin ir más lejos, los datos que pide la encuesta anual del INE a las empresas tienen aspectos muy obsoletos para los tiempos que vivimos. Si cambia todo, deberíamos cambiar algunos de los criterios con los que nos medimos y analizamos la economía... ¿Y por qué no?