La sostenibilidad tiene que ver con cómo de viable es el futuro en función de cómo se cubren las necesidades del presente.
Aunque os parezca mentira, nada más leer la definición, se me vienen a la cabeza dos frases de dos personajes a los que admiro.
La primera es de Wiston Churchill y se refiere a la diferencia entre político y estadista, haciendo alusión a la superioridad que supone ser un estadista ya que no se preocupa por las próximas elecciones, sino que su foco va mucho más allá; y su objetivo son las próximas generaciones, casi independientemente de que esto pudiera incluso perjudicar al éxito de las próximas elecciones.
La segunda es toda una declaración de intenciones de una persona a la que quiero y admiro a partes iguales: “Disfruta del presente mientras construyes el futuro”.
Las dos frases, así como la definición de sostenibilidad, tienen un nexo en común; la conciencia de que el “hoy” determina el “mañana”.
Históricamente se ha dicho que no se puede vivir de espaldas al pasado por aquello de intentar evitar tropezar dos veces con la misma piedra o repetir errores en un fatídico deja vu, pero parece que vivimos ilusoriamente de espaldas al futuro pensando que el futuro ya lo construirán otros.
En más de una ocasión cuando me dirigía a niñas y no tan niñas que querían enfocar su futuro profesional por el mundo de las Ciencias –metamos aquí también a la Tecnología– les he contado que hay una mujer, Ana María Llopis, que cuando iba a la universidad tenía que pedir las llaves del baño porque no había uno habilitado para mujeres …. Mucho se ha recorrido desde entonces.
Gracias a lo que ella, su generación y otras tantas anteriores hicieron y lucharon hoy somos muchas las que vivimos un entorno laboral más paritario.
Que nadie dude de que el presente que vivimos hoy fue el futuro por el que ellas trabajaron; y así es con todo. Hay que llevar un pequeño estadista en la cabeza…. y en el corazón.
Andamos ya unos meses con el precio de la luz a cuestas y es normal que la población se sorprenda, pero un plan energético no se hace en dos días y el mix de tecnologías que conforman la producción de un país afecta a los vaivenes de los precios (no vamos a entrar en el precio del gas, porque no es sólo eso, sería simplificar demasiado). Si esto no se construye con tiempo y previendo el futuro, cuando el futuro se hace presente nos llevamos sorpresas y la sostenibilidad del modelo se resiente.
Con el pequeño estadista que todos deberíamos llevar en la cabeza, y en el corazón, podemos pensar en cómo de forma individual hacemos un mundo más sostenible; por ejemplo, empezando por algo tan al alcance de la mano como es el consumo.
En primer lugar, nadie nos obliga a consumir desmesuradamente y, en segundo lugar, nosotros sí podemos decidir como consumimos, sí podemos decidir consumir de una manera más racional e inteligente. Es más, como parte del momento trending topic que se genera cuando un tema alcanza las mentes de la población, acabaremos no consumiendo de productores que no tienen un compromiso con las emisiones de CO2, o que sobreexplotan a trabajadores en países cuya legislación laboral en paupérrima.
Lo importante es que tomemos conciencia de nuestro impacto en lo que hacemos hoy de cara a la existencia de un futuro sino mejor al menos no peor.
Esta conciencia está presente en las empresas y ha venido a llamarse ESG (Enviromental, Social, Governance) y no es otra cosa que dirigir el foco de los consejos de administración hacia lo que yo llamo la “ética del dividendo".
¿Se están produciendo resultados no sólo sin impactar negativamente en el medioambiente, sino impactando de forma positiva? ¿Esos resultados contribuyen a una mayor inclusión social o por el contrario abren brechas en las que se genera exclusión de minorías? ¿Pasaría nuestra gestión la lupa del ciudadano, no solamente la del auditor?
Pues bien, las políticas de ESG nunca tendrán en modo alguno el gran impacto positivo deseado si de forma individual, cada uno de nosotros no ponemos en marcha al pequeño estadista que nos dice que lo que estamos haciendo hoy está, no ya impactando, sino directamente construyendo lo que vamos a vivir mañana.
Y una vez más, la tecnología de la información no sólo no destruye puestos de empleo (el, para mí ya, debate obsoleto de los robots que espero que todo el mundo haya dejado de satanizar), sino que ayuda a temas tan relevantes medioambientales como la eliminación de CO2 de los centros de proceso de datos gracias a la virtualización; a eliminar las emisiones que produce el tráfico masivo de las grandes ciudades, gracias a la virtualización de los escritorios de trabajo para trabajadores que no tengan que desplazarse a diario a las oficinas o que quieran evitar las horas punta.
Por no hablar de la reducción del impacto que tiene la cultura del presencialismo en las carreras profesionales de grupos no mayoritarios, como personas con discapacidad, mujeres y hombres con fuertes cargas familiares; o la apertura de posibilidades para población de áreas fuera de las grandes urbes. Ya no debería ser necesario vivir en una gran ciudad donde el precio de la vivienda pesa en el salario más de lo financieramente considerado saludable para aspirar a una ambiciosa trayectoria profesional.
Y como estos, muchos otros casos que vienen a ilustrar que nosotros, como individuos con libertad en la toma de nuestras decisiones, podemos y estamos impactando en el futuro.
Depende de nosotros el que sea más sostenible.
Y tú … ¿eres sostenible?
*** María José Talavera es directora general de VMware Iberia.