Leyendo distintos estudios que se han presentado últimamente se confirma que cada vez hay más convencidos de que los criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) no son un coste, sino un imperativo estratégico.
El informe Global Business Pulse, de Grant Thornton, nos dice que los empresarios consideran que la sostenibilidad debe ser el principal apoyo en el que debe cimentarse la recuperación durante los próximos años. Es esperanzador ver que, en paralelo a la predisposición a pagar una “prima ESG” expresada por los consumidores, cada vez hay más personas de la dirección de las empresas que equiparan la importancia de la sostenibilidad a la de la rentabilidad financiera.
Parece que se están alineando todos los grupos de interés, ya que a los mencionados clientes y a la dirección de la empresa, debemos añadir la parte relativa a las finanzas sostenibles - cada vez es más complicado conseguir financiación si no cumples una serie de criterios ESG - y la fundamental atracción de talento.
Volviendo a lo relativo a la faceta de cliente que todos tenemos, veo en un otro informe - en este caso de Exasol-, que el 85% de los consumidores han cambiado de opinión acerca de comprar a una empresa porque sentían que no hacía lo suficiente para abordar adecuadamente el cambio climático. El informe indica que los consumidores más fieles ya no confían ciegamente en las empresas. Los lectores habituales de mi columna recordarán cuando hablamos de la importancia de las métricas y de definir quién debe auditar los datos para que esto vaya más allá de las buenas intenciones.
Pues bien, en el mencionado informe nos indican que, en los próximos tres años, la mayoría de los consumidores exigirá evidencias respaldadas por datos para demostrar que las empresas están dando pasos en la buena dirección para abordar el calentamiento global, la diversidad y la inclusión, así como prácticas de negocio éticas y sostenibles. Los resultados de la investigación han puesto en evidencia que el poder de los datos y la tecnología es difícil de ignorar si queremos progresar.
Cada vez hay más consumidores que declaran su intención de dejar de comprar a las empresas que no tengan planes de ESG concretos y que los implementen en el corto y en el medio plazo. De hecho, las encuestas nos dicen que los responsables de las distintas organizaciones están totalmente alineados, considerando que si no actúan en volverse ecológicas, en mostrar un mayor compromiso social y en mejorar su gobierno corporativo, están abocadas a desaparecer, a no existir antes de diez años.
Espero que todas las empresas que todavía no tienen planes para abordar estos problemas y todas las que los tienen parciales reaccionen y se tomen en serio las crecientes demandas de los consumidores. Cada vez somos más los que exigimos esfuerzos corporativos visibles para luchar contra el cambio climático, la falta de diversidad en el lugar de trabajo; que esperamos ver cómo se usa el sentido común a la hora de vender productos y de fabricarlos, teniendo en cuenta lo insostenible y dañino que es fabricar productos a miles de kilómetros de distancia o consumir productos que no son de temporada pero están disponibles por ser cultivados en otros climas… todo ello tiene un impacto, porque se tiene que transportar, conservar, además de que hay que garantizar las condiciones laborales en origen.
Como dijo Antonio Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, hace unas semanas: “Estamos al borde de un abismo y avanzamos en la dirección equivocada. Nos enfrentamos a la mayor cascada de crisis de nuestras vidas. Nos enfrentamos a un momento de la verdad”. Es el momento de asumir que la salud del planeta es fundamental para todas las personas, para todas las empresas, para todos los gobiernos. Debemos dejar de considerar que los criterios ESG son un coste, hay que cambiar esa mentalidad antigua que prioriza el corto plazo a expensas de la salud.
Hubo un tiempo en que las grandes organizaciones externalizaban todo lo posible para reducir los costes fijos, la inversión en capital, pero últimamente muchas se dan cuenta de que es imprescindible ser los dueños de su destino. La estrategia no se puede externalizar, los activos clave para tener la soberanía en tus decisiones tampoco. No tener la libertad de decidir, la soberanía, el control… sale muy caro.