El Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital organizó hace unos días el 'Spain Digital Day 2021', en evento en el que la vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, se rodeó de todo su equipo para hacer un primer balance del despliegue de la estrategia España Digital 2025 lanzada en el verano de 2020.
El acto dedicó buena parte de la mañana a reivindicar la importancia de la digitalización de la economía y la sociedad a todos los niveles, así como a repasar los distintos planes puestos en marcha para lograr este objetivo en el marco de dicha agenda digital y del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia.
Pero también se habló, y mucho, de conectividad. Un ámbito en el que España puede, y debe, sacar pecho del trabajo realizado a lo largo de los últimos años y que ha llevado al país a ser líder en despliegue de redes entre las grandes economías de la Unión Europea (UE).
El propio evento se hacía eco en sus titulares de los resultados obtenidos por España en el último Índice de Economía y Sociedad Digital (DESI) con el que cada año, desde 2014, la Comisión Europa (CE) supervisa los avances digitales de todos los Estados miembros en diferentes áreas.
Y dentro de este informe, el país sale especialmente bien posicionado en la foto de la conectividad. En concreto, España acabar de entrar en el podio europeo tras saltar de la quinta a la tercera posición en un año y situarse sólo por detrás de Dinamarca y Países Bajos.
Un puesto que es el resultado de años de trabajo por parte de las operadoras de telecomunicaciones, que apostaron por dotar a España de redes de última generación en un contexto económico que probablemente no era el más propicio para ello tras la crisis que vivió Europa a principios de la década pasada.
Y las cifras confirman ese esfuerzo. En 2020, el 92% de los hogares contaba con cobertura de la red fija de muy alta capacidad. Y no solo eso, el 64% de los hogares de zonas rurales tienen ya cobertura de fibra, un despliegue que se ha visto favorecido por las políticas públicas desarrolladas en los últimos años para llevar la fibra a la mayor parte posible del país.
En redes móviles, y antes de que entremos de lleno en la era del 5G, España ya puede dar prácticamente concluido el despliegue de la generación anterior de telefonía móvil, el 4G, donde la cobertura en 2020 era del 99,9% por segundo año consecutivo.
Como decíamos al principio, con estos datos, España sale muy favorecedora en la foto europea de la conectividad. Pero la carrera de la conectividad no es una prueba de velocidad en la que lo importante es llegar el primero a la meta. Es una maratón en la que lo que realmente cuenta es mantenerse siempre en los puestos de cabeza.
Porque dentro de unos años, probablemente menos de los que pensamos, tener una cobertura del 100% en 4G no será suficiente para que España sea, ya no sólo líder en conectividad, sino para que tenga la más mínima oportunidad de ser un referente en transformación digital.
Es evidente que tener una buenas infraestructuras de telecomunicaciones por sí solo no sirve de nada a la hora capturar todas las oportunidades que trae consigo la digitalización y el imparable avance tecnológico, como ha quedado demostrado con el 4G. La práctica ausencia de empresas europeas entre los gigantes tecnológicos así lo refrenda.
Pero no menos cierto es que sin redes de telecomunicaciones de última generación poco se puede hacer, ya que son la base sobre la que discurren la gran mayoría de los servicios hoy en día. Y el 5G será un habilitador clave para muchos de los avances tecnológicos y las innovaciones que se empiezan a intuir o que aún están por descubrir.
Europa ya va a la zaga de Estados Unidos, China o Corea del Sur en cuanto del despliegue de la nueva generación de la tecnología móvil. Pero aún no es tarde para coger el tren del 5G.
Y España debe seguir saliendo igual de favorecedora que ahora en las fotos de conectividad que se hagan futuros informes DESI. El país no debe dormirse en los laureles. Tiene que aprender de lo que se ha hecho bien en los últimos años y corregir aquello que se ha demostrado que era mejorable.
Para ello, es imprescindible aprovechar bien los fondos europeos que se han reservado para el 5G y lograr que sean todo lo transformadores que pretenden ser. El plan UNICO 5G esta a punto de ver la luz y confiemos en que funcione tan bien como lo han hecho los planes de extensión de la banda ancha los últimos años. Y todo esto debe estar acompañado por un entorno estable y previsible que favorezca la inversión privada.
Cómo hacer que esas redes se aprovechen de verdad y se rentabilice el enorme esfuerzo inversor que requieren estos despliegues para que no acaben siendo unas infraestructuras 'vacías' es tema ya para otro columna. De momento, pongámonos manos a la obra para seguir liderando Europa en conectividad y saliendo guapos en la foto.