Vivir como lo estamos haciendo en medio de la sexta ola global de omicrón, diríase que la mayoría de los habitantes del mundo ahora mismo está experimentando en su propia vida cotidiana lo que es un escenario de incertidumbre.
Pero ese escenario es doble. Incertidumbre sobre lo global, que forma parte de nuestra vida mental (estamos conectados mentalmente en todo momento y desde cualquier lugar al mundo global con nuestro teléfono móvil inteligente) pero también nuestro cuerpo físico y su fisiología están ligadas relacionalmente al lugar en que vivimos y también a los humanos con que interactuamos físicamente en modo local.
Es decir, estamos viviendo en una 'realidad mezclada' en la que lo global nos afecta mentalmente y lo local nos afecta físicamente (o, mejor fisiológicamente). O sea que vivimos en un escenario mezclado y en el marco de esa 'mezcla' hemos de construir nuestras ideas, nuestra concepción de la realidad, y –se supone- tomar todas nuestras decisiones y articular nuestros actos de forma inducida por otros a través de lo que percibimos por nuestro sistema cognitivo.
Nuestra forma de actuar tiene que ver con estar expuestos a una cantidad de información cada vez mayor. Esto puede tener sus ventajas y sus peligros.Hoy más que nunca, estamos bombardeados por una enorme magnitud de información, que en gran parte puede ser incompleta o inexacta, incluso deliberadamente para crear falsas o interesadas percepciones cognitivas sobre la magnitud, -y por tanto la relevancia–, de las consecuencias que puede tener para nosotros lo que hagamos. Toda esa enorme cantidad de información llega a nosotros mediante sistemas fundamentalmente tecnológicos, que se han vuelto decisivos en nuestra forma de vida.
La información llega a nuestra percepción porque estamos en contacto la mayor parte del tiempo con dispositivos tecnológicos digitales con los que interaccionamos casi todo el tiempo.
El uso de mayoría de las interfaces de dichos dispositivos ha llegado a un grado de adaptabilidad casi extremo ergonómicamente, de tal forma que su enorme facilidad de uso ha eliminado prácticamente la curva de aprendizaje. Prácticamente, los puede usar cualquiera.
Recuerdo sesudas charlas y análisis de expertos que hablaban de 'gaps' o brechas generacionales para el uso de la tecnología: hoy en día la realidad ha superado aquellas supuestas trabas por edad, cultura o idioma y ya nadie se refiere a ellas. Todas las personas desde los niños hasta los ancianos se conectan con su teléfono a internet y publican, difunden o rebotan contenidos de texto, –mensajes instantáneos, sobre todo–, realizan fotos o abren videoconferencias con su teléfono en cualquier momento y desde cualquier lugar, todo el tiempo. Son hechos sociales masivos.
Sin embargo, esta es solo una cara del uso de la tecnología, la más amable divertida y 'moderna'. La velocidad de la evolución tecnológica hace que, continuamente, aparezcan nuevas olas de hardware y software, lo que da una 'ilusión' de continua novedad que coincide con las que se practican en los ciclos temporales de la industria de las modas de ropa. Pero no es lo mismo novedad que innovación.
La capa encriptada de la innovación tecnológica
Veamos primero los beneficios. La innovación, –tanto de productos como de ideas–, es principalmente la que ha sacado a una parte significativa de la humanidad de la pobreza absoluta (las últimas décadas de cambio económico en China son una buena prueba concreta de disminución de pobreza en ese país.
Pero como dice Bryan Walsh, para luchar contra el cambio climático, para extender la prosperidad y la energía a los miles de millones de personas que aún carecen de ella, tenemos que centrarnos agresivamente en acelerar la innovación y desmantelar los obstáculos que se interponen en su camino. Así que el futuro en el que viviremos dependerá en gran medida del equilibrio entre los beneficios que aporta la nueva tecnología y los riesgos y desventajas que inevitablemente provoca.
En lugar de seleccionar los datos para apoyar una visión preconcebida de que la innovación es siempre buena o mala, deberíamos tratar de comprender mejor la naturaleza de la innovación y sus efectos.
La innovación tiene una dirección así como una tasa de cambio (Nelson 1962). La innovación puede tener efectos buenos y malos, y además sus resultados positivos y negativos suelen estar distribuidos de forma desigual. Por tanto, las decisiones sobre la innovación son complejas y a menudo controvertidas. Es sabido que en una sociedad diversa y plural, y mucho menos en el mundo en general, tampoco se puede dar por sentado que las definiciones de lo que se considera bueno o malo sean universales o incluso ampliamente compartidas. Sería preocupante que las personas que ocupan puestos en la gobernanza de la sociedad, y también en la empresarial pasen por alto el hecho de que las definiciones de lo bueno y lo malo son algo absoluto, y del mismo modo hayan llegado a la conclusión de que la innovación solo produce buenos resultados de forma natural y señalen las ventajas iniciales, pero no tengan en cuenta los efectos a largo plazo o el aplicarlas a gran escala y sus efectos en diversas geografías.
Pongo un ejemplo: la adopción masiva y la enorme penetración social global del uso de los smartphones están causando problemas –de los que no se habla– debido al aumento de la demanda de componentes clave, como el rápido crecimiento de la demanda mundial de cobalto (una materia prima clave para las baterías de iones de litio) que provoca pavorosos problemas sociales en las personas más vulnerables de países, por ejemplo de África, como corrupción, contaminación ambiental, pobreza o trabajo infantil. Cosas ocultadas, e ignoradas por los consumidores del mundo rico.
El final de la vida útil del producto
Otro lado oscuro de la innovación ha estado relacionado durante décadas de diseño y fabricación de dispositivos electrónicos con los debates sobre cómo plantear el final o cómo iba a ser la vida útil del producto, cosas que son previsibles desde el principio pero que, a menudo, se seguían ignorando hasta el final.
Hay ejemplos concretos. Apple ha sido acusada en repetidas ocasiones de ralentizar deliberadamente sus iPhones para aumentar más rápido las ventas de nuevos teléfonos, y para ello restringe la reparación de los productos Apple incluso en el caso de reparaciones bastante sencillas.
La estrategia a gran escala de la deslocalización de la fabricación en Asia se hizo en realidad, –con una mentalidad de bajar costes multidimensionalmente–, aprovechando que en los países asiáticos las autoridades 'hacían la vista gorda' o no tenían capacidad económico o normativa para actuar sobre el tratamiento medioambiental de los residuos de la fabricación ya que el incremento constante en occidente de la conciencia social medioambiental generaba exigencias cada vez más estrictas lo cual iba aumentando sustancialmente los costes con el tiempo.
Las cosas, afortunadamente, están cambiando. El cambio a nivel mundial lo lidera la Unión Europea, que está consiguiendo cambiar la inercia mundial de esa innovación tecnológica casi basada en una vida de producto con la filosofía de 'usar y tirar' y de obsolescencia programada que ha estado generando montañas de basura electrónica en ingentes vertederos. La Unión Europea, para combatirlo ha convertido en ley el 'derecho a la reparación', y no solo eso, sino modificando incluso la visión de la innovación ya en la fase de diseño que obligar a los fabricantes de productos electrónicos y tecnológicos es que los componentes sean sustituibles con herramientas normales. Y eso tiene más efectos benéficos además de los medioambientales: los talleres de reparación y los puestos de trabajo de técnicos de reparación están volviendo a los barrios y ciudades europeas.
La innovación tecnológica puede ponerse en práctica teniendo en cuenta los inconvenientes del uso a gran escala. En muchos casos se ignoran presentando solo la parte brillante y limpia de la innovación de productos tecnológicos. Ahora mismo, no solo por cuestiones de imagen corporativa sino porque, incluso hay un nuevo tipo de inversiones verdes, que por ejemplo promueven los Fondos Nex Generation de la UE como parte de su estrategia contra el calentamiento global y el cambio climático. Ahora mismo, hasta las empresas productoras y procesadoras de combustibles fósiles se 'disfrazan' de empresas 'verdes'. No hay más que ver sus aparatosas campañas publicitarias en las que se presenta como empresas cuidadoras del medio ambiente desde siempre.
Nada más lejos de la realidad. Solo se trata de un ingente lavado de imagen. El poder de los partidos verdes está creciendo considerablemente en los parlamentos europeos y es probable que no se dejen engañar por esas potentes campañas de propaganda pseudo-ecológica. Hay empresas, en cambio, que sí que actúan y producen respetando de verdad el medio ambiente. El público deberá tenerlo en cuenta. La nueva cultura de sobre la energía y el medio ambiente está ya siendo clave en la innovación de las empresas.
El reciclaje, tiene otro lado oscuro de la innovación
Uno de los campos ahora mismo en ebullición de la 'innovación limpia' es el campo del reciclaje. Que un producto sea reciclable se ha vuelto un imperativo. Además, solo el reciclaje puede reducir eficazmente el impacto medioambiental de los residuos. Sin embargo, si nuevos materiales como algunos plásticos, son relativamente baratos, su reciclaje puede resultar prohibitivo en comparación con su vertido o el quemarlos. Por eso, aún queda mucho por hacer.
Un ejemplo negativo del Reino Unido es el del ayuntamiento de Westminster que envió el 82% de todos los residuos domésticos, –incluidos los depositados en los contenedores de reciclaje–, a la incineración en los años 2017 y 2018. Vemos que el cambio no es fácil. Requiere voluntad política pero también conciencia ambiental y nueva cultura empresarial en todos los procesos, desde la concepción de producto o servicio, a cómo se propone su uso. Y ha de hacerse con una visión radical de cambio y un planteamiento con una visión inteligente que piense en el ecosistema del planeta como un todo.
Todo lo malo que le ocurra al medio ambiente en cualquier lugar, nos acabará afectando. Otro ejemplo que puede ilustrar esto es el de las nuevas tecnologías para paneles solares que tienen problemas de eliminación de metales pesados, en particular con el plomo, que es una potente neurotoxina. Resulta que muchos países del África subsahariana carecen de capacidad para eliminar los residuos, y ello plantea incertidumbres sobre el rendimiento medioambiental a largo plazo en el uso de los paneles solares. Las innovaciones que causan un nuevo tipo de contaminación pueden originar nuevos problemas, y costes económicos que no deben ignorarse, aunque la mejora general sea sustancial.
El lado oscuro algorítmico de la innovación
El internet social global sería imposible sin la capa algorítmica oculta que promueve su actual funcionamiento (que no es el único posible) aunque sí el más rentable. Su arquitectura algorítmica es de gran eficacia de cara a la rentabilidad del modelo de negocio de las grandes plataformas, tiene por debajo un oscuro funcionamiento cibernético del que los propios usuarios por miles de millones desconocen casi todo. Sus innovaciones son de una eficacia extraordinaria, pero también pueden dañar el enorme tejido social que interactúa en ella. Ya se conoce que su funcionamiento actual (que no es el único posible), puede causar una erosión de la privacidad junto con el continuo rastreo de la conducta de los usuarios por parte de las agencias gubernamentales y las industrias digitales sociales.
La algorítmica de las redes sociales supone enormes avances en la automatización implican que un número cada vez mayor de tareas y operaciones complejas que se 'subcontratan' a ordenadores y algoritmos, que tienen sesgos ocultos. Como consecuencia los humanos pierden capacidad para decidir, así no pueden formarse una visión cabal de conjunto del proceso que les implica a ellos mismos como usuarios. Los algoritmos de inteligencia artificial pueden ser especialmente problemáticos, ya que si se entrenan con conjuntos de datos existentes que reflejan los prejuicios de la sociedad. Al hacerlo, pueden perpetuar y amplificar las peores conductas como el racismo, el engaño o el sexismo.
Además, la innovación tecnológica mal planteada puede causar perjuicios económicos con un entorno global no regulado combinado con los entornos regulados por leyes nacionales, en los que las políticas de innovación no estén bien calibradas. Por ejemplo, si se regula una protección excesiva de las patentes, o se convierten en un poder monopólico innovaciones anteriores (por ejemplo, por las ventajas de ser el primero, el secreto algorítmico o los efectos de red). Todo ello sumado puede perjudicar el dinamismo económico abierto, el buen uso tecnológico de los consumidores, además, de aumentar la polarización cultural, política y de desigualdades económicas.
La innovación, como la tecnología puede tener efectos beneficios, pero también problemas como hemos visto. Depende de la inteligencia y la intención con que la usemos y, como he dicho al principio, del equilibrio o balance que podamos articular o entre sus beneficios, riesgos y desventajas que, por supuesto inevitablemente también provoca. El lado oscuro también acompaña a cualquier innovación y las consecuencias de su aplicación. Mejor no ignorar esta realidad como suele hacer el marketing.