Reconozco que las conmemoraciones en días señalados me producen sentimientos encontrados. Sobre todo cuando se trata de fechas como la de hoy, el Día Internacional de la Mujer.
Que todavía permanezca marcado en morado en el calendario es señal de todo el camino que aún queda por recorrer hasta lograr el equilibrio de género en una sociedad que, todavía hoy, se empeña en seguir recordando las diferencias en detrimento de las mujeres.
Es un día para reivindicar, pero que deja cierta sensación agridulce. No son pocos los casos en los que el resto del año esas pretensiones a favor de la mujer caen en el olvido.
En las últimas semanas, son numerosas las empresas que cuentan, orgullosas, que en sus plantillas hay perfiles femeninos con una trayectoria destacada y que han sabido escalar profesionalmente hasta alcanzar posiciones de responsabilidad en el sector tecnológico y digital –que es el que nos ocupa en D+I–.
Sin embargo, una vez pasada la efusividad del 8M, esas propuestas se desinflan y los portavoces que ofrecen esas mismas compañías a los medios para hablar de su estrategias vuelen a ser, mayoritariamente, hombres.
Es cierto que la presencia de perfiles masculinos en puestos de dirección es más numerosa. Recordemos que en España sólo el 11,5% de las directivas en empresas de Tecnología y Telecomunicaciones son mujeres, según la Fundación de Estudio de Economía Aplicada (Fudea) con datos de la CNMV. Por eso es necesario hacer un esfuerzo extra por encontrar esas voces femeninas que dirigen las compañías y que ocupan puestos ejecutivos.
No por su condición de mujer –un error en el que solemos incurrir a menudo en el mundo del periodismo–, sino para destacar sus logros profesionales, sea cual sea el rol que desempeñen, y contar el éxito de sus proyectos.
Yo misma, cuando mantengo una entrevista con una de ellas, formulo esas preguntas recurrentes acerca de sus referentes, el desarrollo de su carrera profesional en un sector masculinizado y las posibles dificultades que encontraron en el camino. La mayoría afirman haberse sentido siempre apreciadas y reconocidas por sus colegas –hombres y mujeres– y coinciden en el apoyo que siempre tuvieron en casa para continuar con su vocación, ya sean ingenieras, científicas o investigadoras.
Reconocen haber encontrado un lugar propio en un espacio común donde sus voces se escuchan por su valía profesional. Son voces diversas, plurales, a las que deberíamos prestar atención los 365 días del año para que se conviertan en un referente de normalidad y no en una excepción. El camino para que el 8M sea una fecha no tanto para reivindicar y más para celebrar.