El mismo día en que un ser humano utilizó una quijada de asno, una piedra o un palo para abrirle la cabeza a otro, la tecnología pasó a ser parte inherente del arte de la guerra, proporcionando una ventaja competitiva a quien la tuviese de su lado.
En estos días de invasión de Rusia a Ucrania, la tecnología de internet ha demostrado que un dictador dotado de un ejército que supera en armamento convencional a su enemigo en términos de 10 a 1 no es capaz de aplastar fácilmente a una sociedad civil digitalmente pertrechada y conectada globalmente.
En la guerra de la era digital 4.0. la injerencia de una alta tecnología en manos de la población está generando efectos inesperados en el conflicto. Por ejemplo, en el preludio de la invasión, los desplazamientos de las tropas rusas eran perfectamente conocidos por todos los contendientes, entre otras razones porque su propia población filmaba con sus móviles a los tanques en movimiento y subía ese contenido a Tik Tok de manera pública, geolocalizando la incursión en tiempo real como si fuera una carrera ciclista popular.
Otra muestra del uso de tecnología doméstica en el conflicto es el de las críticas de restaurantes de Rusia en Google Maps, que se trufaron de comentarios de usuarios de todo el mundo criticando la guerra. Por cierto, Google Maps acabó eliminando su servicio en Ucrania ya que podía ser usado por los invasores para localizar al enemigo o a civiles en fuga. Y el remate de las imágenes insólitas de esta guerra es el de soldados rusos capturados a quienes los ucranianos les prestan un móvil para que puedan llamar a sus madres y decirles que están bien. Si no fuera tan trágico podría ser la evolución digital de un chiste de Gila.
Las apps móviles, tan presentes en nuestras vidas, adquieren en esta guerra un matiz siniestro. En Ucrania se ha multiplicado la descarga de apps de videojuegos, pero hiela el corazón entender que se emplean para entretener a los niños que no pueden ir al colegio y están en los refugios antibombas. Otras apps populares en las ciudades asediadas son la que avisan para ir al refugio en caso de ataque, o una de mapas locales sobre la que se planean las rutas de huida para cuando vengan los tanques a aplastarles. Las apps también están siendo utilizadas para apoyo y solidaridad exterior con los damnificados, como la desarrollada por un joven de 19 años para reubicar a los desplazados en hogares de voluntarios del resto de Europa.
La verdad es la primera víctima de la guerra, y en este conflicto Rusia es el principal interesado en silenciarla. Pero no está siendo fácil: internet está siendo el guardián del relato de la guerra, logrando generar un consenso casi planetario de quién es el malo de esta historia. Dudo que Putin valorara en su justa medida el papel que Tik Tok, Twitter, Instagram, YouTube y Facebook tendrían en dar cuenta puntual desde la perspectiva de sus usuarios del impacto de la invasión sobre la población civil.
La dureza de los contenidos bélicos que suben a la red niños o jóvenes, generan un contraste estremecedor al ser narrados mediante los cándidos códigos de lenguaje propios de estas plataformas. Se ha generado un storytelling vivo y pleno de verdad, imposible de acallar mediante las fake news al uso lanzadas desde los influencers al servicio del Kremlin. El pulso entre la información popular vs. desinformación oficial ha ocasionado que redes civiles como Facebook, Instagram, Tik Tok o YouTube bloqueen a las agencias oficiales de noticias rusas como Sputnik o Russia Today, como se hace con los usuarios que postean contenidos impropios y, a su vez, Rusia ha baneado estas plataformas sociales en su territorio. Pero se trata de una tarea, si no imposible, cuando menos extraordinariamente difícil: las descargas de apps de VPN en Rusia para poder burlar el bloqueo oficial a las redes sociales occidentales se han multiplicado por diez mil.
El Kremlin se ha topado con la dificultad de intentar cortar la información a la población en la era de internet. Gracias a millones de internautas anónimos descentralizados, Putin ha perdido ya la batalla de la narrativa que, aunque pareciera no afectarle personalmente, está siendo fundamental para la moral de los combatientes (ningún soldado quiere perder su vida en una guerra injusta) y su retaguardia (los civiles rusos empiezan a entender que son ellos quienes pagarán el duro precio de la guerra). El relato que atesora internet es absolutamente clave para una posguerra que juzgará a los culpables de esta atrocidad con pruebas más que contundentes.
La red es, por tanto, un campo de batalla paralelo, en el que ya militan activistas hackers como Anonymous conformando una especie de Brigadas Internacionales digitales. Por ello, cortar la red de internet a Ucrania (e incluso en la propia Rusia) parecería ser un claro objetivo estratégico por parte de Putin. Sorprendentemente, aunque la red ha caído temporalmente en las zonas más machacadas por Rusia, Ucrania ha mantenido la conexión durante todo el conflicto, permitiendo incluso que Zelenski se persone digitalmente en los parlamentos y congresos de los principales países del mundo para demandar ayuda internacional.
Una de las claves para mantener internet activo en Ucrania ha sido el despliegue en la zona de la red de conexión por satélite Starlink por parte de Elon Musk. Ante la posibilidad por parte de Putin de bloquear totalmente internet en Rusia para privar al pueblo de información, Starlink también proporcionaría una red alternativa a los propios ciudadanos rusos.
Internet se ha convertido en un potente e inesperado obstáculo para someter a Ucrania. Es el arma secreta a la vista de todo el mundo que Putin infravaloró. Aunque Rusia lograra conquistar el país, la lucha continuará en el entorno digital mientras quede un solo internauta que pueda teclear #FreeUcrania. Como un día ocurrió con la prensa, hoy internet se erige como un garante en manos de todos para el mantenimiento nuestra civilización.
*** Nacho de Pinedo es fundador y CEO de ISDI.