A lo largo de la historia hemos asistido a una continua sucesión de burbujas financieras que han ido alimentado una espiral serpenteante de innovación, expectativas infundadas e inversores con agridulces sensaciones. La crisis de los tulipanes, en los Países Bajos del siglo XVII, es una de las más conocidas. La de las 'puntocom' en los 2000 o la de las hipotecas subprime en EEUU o la de la construcción en España son, por el contrario, las más recientes.
Pero hay otra más desconocida para el gran público, pero igualmente reseñable. Y tiene que ver con bicicletas, islas británicas y finales del siglo XIX.
También conocida como la 'Bicicletamanía', entre 1895 y 1900 se produjo un fenómeno burbujeante de lo más peculiar: las acciones de los fabricantes de bicicletas se dispararon en los primeros meses de 1896, triplicando su valor sin razón aparente... antes de perder un 73% de su valor a finales de 1898. Es solo la punta del iceberg, ya que, entre enero del 96 y junio del 97, 601 nuevas compañías dedicadas a las bicicletas fueron creadas.
La fuerte mejora en la calidad y el precio de las bicicletas condujo a un rápido aumento en sudemanda, que llegó a un punto crítico en el "boom de la bicicleta" de 1895-1897. Se estima que, en su pico, se producían 750.000 bicicletas anualmente, con 1,5 millones de personas usando estos vehículos en Reino Unido de su población de alrededor de 35 millones de ciudadanos.
El icono de este fenómeno especulativo lo encontramos en abril de 1896. Ese mes, Pneumatic Tire Company fue vendida por tres millones de libras, a diez veces su valor nominal, y recapitalizada por cinco millones como Dunlop. Y, en paralelo, la Beeston Pneumatic Tire anunció su intención de pagar un dividendo del 100% para el año 1896.
Fabricantes, financieros, institucionales, e incluso clases medias profesionales impulsaron inversiones destacadas en estas empresas dedicadas a la producción o comercialización de bicicletas. Una investigación en curso demostró que fueron inversiones realizadas por grupos asociados a operaciones de riesgo y con gran experiencia en los parqués. Y, además, eran personas que vivían cerca físicamente de la empresa en la que poseían acciones.
Tanto riesgo trajo como riesgo dejó. En 1897 se produjo el inevitable pinchazo de esta burbuja, atribuido por los expertos a la competencia estadounidense en parte, pero especialmente a la sobrecapitalización de muchas de estas empresas y al fin de la moda y la obsesión popular por estos inventos de dos ruedas.
La burbuja de las bicicletas en Reino Unido a finales del siglo XIX debe obligarnos a reflexionar sobre cómo se generan y cómo nos comportamos en esta clase de escenarios. Máxime si aceptamos la premisa de que estamos inmersos ahora mismo en una suerte de pinchazo del éxito de las 'big tech' y, también, de las expectativas generadas por el ecosistema emprendedor.
Los intereses particulares de determinados grupos de inversión o las decisiones arriesgadas para obtener un beneficio rápido no pueden condicionar mercados completos. La especulación vivida en el ecosistema startupero, con casos recientes como la venta de Glovo con la nocturnidad y alevosía de final de año y que ya ha perdido la inmensa mayoría de su valor- es una buena muestra de este aspecto.
Y al igual que las bicicletas son una realidad inapelable, la tecnología que hoy es objeto de debate tampoco ofrece dudas sobre su futuro desarrollo. Otra cosa es si hacía falta o no una cura de humildad en el sector, un 'reset' de las ilusiones generadas en los parqués y una vuelta a los básicos para encarar, una vez más, la digitalización sobre dos ruedas...