Seguro que ya sabéis a que S me refiero, a la menos conocida de las tres letras que componen la famosa sigla ESG, la que se refiere a Social - no olvidemos que sostenibilidad es parte de la E -. En el lado social de ESG hay mucho más de lo que mucha gente suele darse cuenta; y es un tema que cada vez despierta más interés en todo el mundo. No me malinterpretéis, el elemento social es esencial para ESG, pero no se puede subestimar la interdependencia entre los tres factores, ambiental, social y de gobernanza.
Igual asocias la S a todo lo relativo a diversidad, equidad e inclusión - género, raza, religión, origen geográfico, edad, preferencia sexual y otros marcadores de identidad -. Lo cual es un buen principio, aunque te estás olvidando de que también incluye temas tan importantes como las cadenas de suministro o cómo se trata al personal y las condiciones que crean las organizaciones para sacar lo mejor de sí mismas.
Leyendo un artículo de Jason Saul en Stanford Social Innovation Review titulado “Fixing the S in ESG” caigo en la cuenta de que el hecho de que la S esté más silenciada porque es más difícil de medir no significa que el planeta sea más importante que las personas, sino que el carbono es más fácil de cuantificar. Jason nos dice que debemos comprender mejor cómo se define realmente la S, porque la dimensión social del impacto corporativo ha sido descrita de muchas maneras diferentes: como cuestiones sociales, estándares laborales, derechos humanos, diálogo social, equidad salarial, diversidad en el lugar de trabajo, acceso a la atención médica, discriminación racial, justicia, problemas de calidad del cliente o del producto, seguridad de datos, relaciones laborales o problemas de la cadena de suministro.
En un blog de S&P Global, una de las principales agencias de calificación ESG, se describe la S en términos de factores sociales que representan un riesgo para el desempeño financiero de una empresa:
- ¿Cómo pueden los requisitos y la composición de la fuerza laboral de una empresa presentar problemas para la organización en el futuro?
- ¿Qué riesgos conllevan las implicaciones de seguridad de un producto o la política de la cadena de suministro de una empresa?
- ¿Qué cambios futuros demográficos o de consumo podrían reducir el mercado de los productos o servicios de una empresa?
En esta columna no quiero entrar en los riesgos que representan para las empresas las respuestas a estas preguntas, sino llamar la atención sobre la importancia de las personas en un mundo cada vez más sensible a los criterios ESG.
No cabe duda de que estamos viviendo un principio del siglo XXI realmente movido que acentúa la incertidumbre inherente a estar vivos; entre ellas cuestiones como la empleabilidad de las personas. Veo con enorme preocupación que, según un informe de la patronal de las agencias de colocación Asempleo, la mitad de los parados de larga duración tiene más de 45 años. El edadismo es algo totalmente aberrante e inadmisible en una sociedad con la esperanza de vida más alta de la historia de la humanidad; igual que lo es desaprovechar la oportunidad de enriquecer a todo tipo de organizaciones con perfiles cada vez más diversos.
Según los datos de la encuesta de población activa, entre abril y junio de este año en España había 1.395.500 parados de larga duración - personas que llevaban más de un año buscando trabajo - y, de ellos, 721.100 tenían más de 45 años. Me alegra ver que la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, diga que es una cifra inaceptablemente alta y que el Gobierno ponga foco en esta situación creando un plan de empleo específico para los desempleados de larga duración.
Pero todavía me alegra más ver realidades, por ejemplo ver cómo en una gasolinera de Cepsa me atiende una persona de más de 50 años que está en formación o cómo SAP lanza una iniciativa para formar en sus aplicaciones a parados mayores de 40 años y así impulsar su empleabilidad. Coincido con Juan Pedro García, director de SAP Educación para España, cuando dice que esto supone una segunda oportunidad para gente en proceso de reciclaje que viene de sectores que han estado en crisis.
La dimensión social de ESG se compone de cuatro categorías - personal, seguridad, cadena de suministro y comunidad -. Debemos conseguir que la parte social impacte en toda la sociedad con iniciativas inspiradoras como las que acaba de mencionar y que no se quede sólo en una métrica más para lucir en los rankings.