Después de más de dos años del inicio de la pandemia, aún me sigue sorprendiendo lo rápido que puede cambiar el mundo por causa de algo tan pequeño, pero al mismo tiempo tan fulminante.
El sector tecnológico ha sido históricamente un mundo muy dinámico y flexible debido a todos los contratiempos que hemos vivido en el pasado, como la falta de chips, pantallas, falta de mano de obra en las fábricas o falta de componentes debido a las inundaciones de fábricas causadas por temporales en zonas con climas más tropicales, entre otros.
Ese dinamismo en un mundo tan globalizado, la aceleración de la transformación digital en todos los ámbitos, los cambios macroeconómicos y los políticos han provocado que la cadena de suministro, globalmente interconectada, y la logística se hayan tenido que adaptar.
Todo el mundo está acostumbrado a ver en los aeropuertos aviones llenos de mercancía, o buques de carga en los puertos llenos de contenedores que cruzan el mundo para llevar millones de productos a los clientes finales. Lo que probablemente se desconozca es que el 55% del total de la mercancía que se transporta por vía aérea viaja en aviones de pasajeros y no únicamente en cargos.
La experiencia que hemos vivido en los últimos años ha sido clave para entender que cualquier impacto en la cadena de suministro, por mínimo que parezca, puede provocar una crisis a nivel mundial.
Con la pandemia, los vuelos comerciales empezaron a disminuir de forma drástica. Y rutas aéreas que conectaban Londres con Hong Kong, por ejemplo, con múltiples salidas diarias que les separaban menos de una hora, pasaron a tener dos vuelos diarios y seguidamente un vuelo semanal. Lo mismo ocurrió con los cargos donde se frenó prácticamente de un día para otro su actividad. Durante la pandemia se llegó a ver más de dos tercios de los aviones mundiales en tierra y una cadena de suministro completamente desplomada.
Las empresas tecnológicas y sus proveedores de logística han tenido que adaptarse para poder suministrar sus productos ante distintas situaciones que hemos vivido en estos últimos años.
Al inicio de la pandemia, cuando China era la región más afectada, y apenas volaban aviones, los pocos que les llegaban, iban cargados con mascarillas y equipos de protección personal. Estos aviones se utilizaban como vía de escape y volvían de vuelta cargados con productos procedentes de las fábricas de China.
Cuando el buque Ever Given bloqueó el canal de Suez por el que pasa más del 10% del tráfico de comercio marítimo durante casi una semana, de nuevo la cadena de suministro tuvo que pensar en alternativas.
Otro gran acontecimiento que hemos vivido en estos últimos meses ha sido el bloqueo del puerto de Shanghái. Es uno de los más transitados y con más actividad del mundo. Pasan por sus muelles cada año más de 47 millones de contenedores. Un brote de covid hizo que su actividad quedara limitada al 25% el pasado mes de mayo, causando un colapso a nivel mundial. Todos vimos las fotos de los satélites con los cientos y cientos de barcos que estaban esperando a la entrada para poder descargar o cargar. Pero no solo quedó ahí, ya que todo el transporte terrestre que llevaba los contenedores de ida o vuelta al puerto por vía terrestre también quedó impactado.
El resultado ha sido un gran retraso en los tiempos de transporte. Lo que antes tardaba en llegar a Europa de siete a ocho semanas, se retrasó más del doble. Si a eso le añadimos que la falta de contenedores y las subidas del combustible también causaron un aumento de costes en todos los productos que se traían de China, el efecto a nivel mundial ha sido demoledor para la cadena de suministro.
Por otro lado, me gustaría pensar que estas experiencias a largo plazo podrían ser positivas y empujarán a la cadena de suministro presumiblemente a hacer tres cambios.
En primer lugar, veremos una red logística más interconectada que en la actualidad. Los camiones, por ejemplo, que se utilizan en la primera milla y que entregan mercancía en aeropuertos, procedentes de las fábricas y que vuelven vacíos, se optimizarán transportando otra mercancía de vuelta.
Seremos los espectadores de una reingeniería del transporte aéreo a nivel mundial donde se evaluarán rutas y aeropuertos alternativos donde no haya tanto colapso de vuelos de pasajeros y carga que puedan generar cuellos de botella.
En segundo lugar, veremos un cambio y mejora en las relaciones, términos contractuales y transparencia entre los operadores, proveedores de logística y los fabricantes de tecnología. Cada uno entendiendo los desafíos que se tienen por delante y complementándose de forma colaborativa.
Y, por último, se potenciará todavía más el uso de la tecnología en la logística para impulsar una mayor eficiencia y visibilidad de información prácticamente en tiempo real.
*** Patricia Núñez es directora de Producto y Operaciones de Lenovo Iberia.