Los amantes de la naturaleza y de los deportes de invierno somos personas de contradicciones. Por una parte, somos enamorados de ellos y generamos riqueza en zonas rurales y, por otra, contaminamos durante nuestras estancias y desplazamientos hasta sitios tan hermosos como el Valle de Benasque, el Valle de Arán o Andorra, por citar algunos de los destinos más famosos de la península.
Como pasa siempre que hablamos de ESG, esto es una cuestión compleja donde encontrar equilibrios es fundamental. Los tan manidos no dejar a nadie atrás y proteger la España vaciada carecen de sentido si no dotamos a todo el país de oportunidades reales de desarrollo personal y profesional.
Más de una vez he escrito aquí sobre la importancia de definir una nueva fórmula para el cálculo del valor de las cosas, una fórmula que tenga en cuenta mucho más que el coste económico. Del mismo modo, he insistido en la importancia de medir las cosas, de lo contrario, las discusiones siempre se apoyarán en opiniones discutibles, en vez de en datos menos refutables. Es por ello por lo que me alegré de encontrar un estudio titulado 2022 International Report on Snow & Mountain Tourism, de Laurent Vanat.
Dicho documento lleva desde principios de 2000 analizando datos de las estaciones de esquí y nos dice que en el mundo hay unos 350 millones de esquiadores (considerando las distintas tipologías de personas que vamos a las estaciones de esquí alpino), de los cuales casi 5 millones estamos en España. Lógicamente, no es lo mismo ser un país como Austria o Andorra, que viven eminentemente del turismo extranjero, que ser como España, donde el 90% de los clientes somos españoles. Ni se genera la misma huella de carbono en un desplazamiento en avión que en uno en tren o en coche.
Sé que no todo el que va a los Pirineos o a Sierra Nevada esquía o hace snowboard, pero también sé que el turismo de montaña en invierno genera un gran impacto económico en las zonas receptoras. Ya antes de la pandemia éramos muchos los apasionados de cualquier actividad que puedas realizar en las montañas, algo que no ha hecho más que acrecentarse después de los confinamientos vividos.
Tanto es así que cada vez somos más personas las que disfrutamos de este placer, que descubrimos los beneficios de la naturaleza, del aire fresco, de estar al aire libre y de movernos. Es bueno recordar que el deporte practicado en las montañas es una actividad saludable; y que tiene efectos positivos en la resistencia, el corazón, la agilidad, además de estimular la generación de endorfinas –la hormona de la felicidad– y de ayudar a reducir el nivel de estrés.
Pero claro, tampoco debemos olvidar que podemos hacer más para ser menos contaminantes, para hacer que todos estos valles sean más sostenibles desde todos los ángulos. Esto debe ser considerado desde el lado de los pueblos y de las estaciones de esquí, pero también desde el de los clientes.
Hay cosas que no se pueden replicar en todos los sitios, pero otras que sí. Por ejemplo, eliminar el uso del plástico y reducir al mínimo la generación de basura. En algunos sitios de montaña le recuerdan a la gente que su basura no ha subido sola hasta ese pico y que tampoco bajará sola. Del mismo modo, veo iniciativas interesantes como poner fuentes de agua potable en las estaciones y regalar botellas reutilizables diseñadas para su uso durante la práctica de deportes de invierno.
Si hay algo que me 'repatea' es estar en Benasque o en Cerler y que me pongan una botella de plástico de agua de Veri, embotellada a unos pocos kilómetros de allí. Lo mismo pasa en otros sitios, así que no entiendo por qué no se adecuan las normas para permitir/obligar a que te sirvan agua del grifo o embotellada en cristal.
Veo iniciativas como Sustainable Slopes, en EEUU, que inciden en el papel de mayordomos, de guardianes, que tienen las estaciones de esquí para proteger el medioambiente y destacan su fuerza como plataformas para educar a sus empleados y a sus clientes. Algunos de los temas prioritarios para esta iniciativa, y seguro que para otras semejantes que no conozco, son el cambio climático, la energía, la basura, el transporte, la sensibilización, la cadena de suministro, el agua, el diseño y la construcción; y la salud de los bosques.
Dado que el cambio climático es innegable y que el incremento de las temperaturas acorta la temporada de nieve, vemos como cada vez hay más estaciones que usan máquinas intensivas en el consumo de energía para producir nieve y cuidarla. De ahí, la tendencia a utilizar energías renovables (veo mucha solar y eólica) en estos espacios naturales, con un creciente número de estaciones comprometiéndose a ser neutras en carbono en 2030 o algo más cortoplacista, como fomentar los itinerarios dirigidos, lo que viene a ser no pisar todas las pistas.