En un libro editado hace ya casi 60 años, titulado Freud: una interpretación de la cultura el filósofo Paul Ricoeur encontró un nexo común a tres de los más relevantes pensadores del siglo XIX. El pensador francés bautizó a Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud como los “maestros de la sospecha” puesto que, en su afán por explicar las contradicciones de la conciencia humana, acabaron derribando los cimientos de la civilización occidental.
Marx se encargó de torpedear el sistema político y económico; Freud dinamitó la familia y la moral burguesa y Nietzsche dio la vuelta como un calcetín a la religión cristiana. Entre los tres pasaron por la picadora las bases más sólidas de lo que hasta ese momento se consideraban caminos para alcanzar el bien, el progreso y la cultura. El trío MFN refundó la civilización.
El profesor López Baroni, doctor en Filosofía y secretario del Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona (OBD), tomó este razonamiento y, en un libro titulado Bioética y tecnologías disruptivas, habló de las “tecnologías de la sospecha” para referirse a materias de las que hablamos a diario en Disruptores e Innovadores y que afectan a lo más relevante de la realidad que nos rodea.
La biotecnología, la biología sintética, la nanotecnología, el Big Data, la inteligencia artificial y, en general, las neurotecnologías nos están enseñando a reescribir los genes, las neuronas y los átomos- Todo ello, de un modo u otro, repercutirá en la edición genómica de los seres vivos, incluidos los humanos, a través de la nanobiotecnología.
Llamémoslas como queramos. Tecnologías disruptivas, exponenciales o tecnologías bajo sospecha. El caso es que todas juntas componen una revolución tecnológica en proceso de aceleración que va a remover inmisericordemente los cimientos de la civilización humana. De ahí que sea ajustado tener todo tipo de precauciones y hablar de “tecnologías de la sospecha”.
Los expertos en ética de la ciencia sitúan algunas de sus “pesadillas” ante nuestros ojos. En el caso de la biotecnología, sería la posible mejora genética de los seres humanos; en biología sintética hablaríamos de la posibilidad de engendrar entidades vivas no naturales que quiebren los ecosistemas actuales. Respecto a la inteligencia artificial las dudas tienen que ver con la emergencia de una conciencia con intereses y objetivos distintos a los del ser humano. Incluso en la Física se habla de la llamada strangelet, o materia extraña, que vendría a ser algo así como un estado de la materia incompatible con el que nos permite existir.
Una “pesadilla” equivalente en el ámbito de la nanotecnología sería el llamado “pegote gris” o la “plaga gris”, imaginada por K. Eric Drexler, autor de Engines of Creation: The coming era of Nanotechnology, una de las biblias (todavía en el ámbito de la ficción) de la Nanotecnología y de las que ya hemos hablado en este NANOclub de Levi. Se trataría de minúsculos robots, entidades creadas por el propio ser humano, autorreplicantes, bióvoras y que se reproducirían y multiplicarían antes de que pudiéramos frenarlas.
Pesadillas y ficciones al margen, lo que sí podemos afirmar es que la aplicación de la nanotecnología al ámbito biomédico es algo ya muy asentado y con enorme interés, tanto en la prevención y diagnóstico de enfermedades, como en su tratamiento a través de materiales, fármacos o nanodispositivos.
Un campo que se abre paso es el llamado “trashumanismo”, entendido como todo mecanismo que ayude a la prolongación de la vida humana, sea con terapias antienvejecimiento o la extensión radical de la vida (radical life extension). Imaginen dos escenarios posibles: El de una persona que tenga una vida relativamente corta, pero que no envejezca y muera un día “de golpe”. U otra persona que viva muchos años -para el caso es lo mismo que sean 100 años o 1.000-, pero sin sufrir los problemas asociados a la vejez.
Frenar el deterioro y las incapacidades asociadas al proceso de envejecimiento con la vista puesta en evitar la muerte es algo en lo que se trabaja en distintos grupos de investigación del mundo. Incluso hay quien piensa en la inmortalidad como el santo grial del trashumanismo.
¿Qué es acaso Altos Labs, la startup financiada por Jeff Bezos y que tiene como objetivo la reprogramación biológica? Bezos ha invertido una fortuna en un dream team científico que busca la manera de rejuvenecer células del cuerpo que algunos científicos creen que podría usarse para retrasar el reloj biológico de organismos enteros y prolongar así la vida humana.
Pero, de momento, atiendan a la filosofía clásica y pongan todo esto bajo sospecha. Quédense con que la nanotecnología puede contribuir de manera relevante a la biomedicina con aplicaciones con el fin de reparar las células, los tejidos y órganos dañados, en especial por el proceso de envejecimiento. Lo ‘nano’ se encuentra hoy en un claro riesgo de caer en la exageración, inflando en exceso las expectativas de la ciudadanía. El nano-hype. Y eso sí puede ser una pesadilla.