¡Tranquilos! No me he vuelto loca. Tan solo estaba probando 'la medicina' de muchos medios de comunicación cuando, con sus titulares de clic baiting, nos quieren enganchar hacia contenidos pseudo informativos…
Pero no hay duda de que, afortunadamente, los hispanohablantes contamos con un idioma, el castellano, sumamente rico gramaticalmente (con sus tiempos verbales, adverbios, adjetivos, conjunciones, etc.) que nos permite expresar perfectamente nuestras ideas sin miedo a ser malinterpretados. Tan solo debemos cuidar y medir bien nuestras palabras. Y por qué hablo hoy de esto. Pues porque tendemos a hablar y, sobre todo, a escribir, con mucha ligereza, categorizando con nuestras frases, ideas o hechos de los que ni mucho menos se puede generalizar, pues están llenos de matices.
Por ello, hoy voy a tratar de poner un poco de luz para todos aquellos padres y madres que nos puedan leer, sobre el tan cuestionado mundo de las criptomonedas y el trading.
La tecnología que hay detrás del criptoactivo
Para poder hablar de criptomonedas, primero tenemos que entender la tecnología en la que están basadas: el blockchain. Blockchain es una tecnología descentralizada que almacena información en forma de bloques de datos para registrar transacciones. Existen blockchain públicas, como bitcoin (BTC), ethereum (ETH) y binance coin, o privadas (empresa, organización o individuo), como hyperledger.
La tecnología blockchain tiene una serie de ventajas como la privacidad: la red verifica que la transacción sea correcta, pero no identifica a los usuarios; la descentralización: no se necesitan intermediarios y sus comisiones; y la seguridad: las transacciones son encriptadas y no pueden ser copiadas ni hackeadas.
Una de las formas más reconocidas de implementar una red blockchain es mediante las criptomonedas (transacción económica), y el ejemplo más conocido de una criptomoneda es bitcoin (de la cual sólo se emitirán un total de 21 millones y ni uno más).
Por tanto, podríamos definir una criptomoneda como un intercambio digital a través de una red blockchain que funciona como ‘moneda descentralizada’, así que, permiten pagos seguros en línea que se denominan en términos de tokens virtuales. Existen más de 10.000 monedas virtuales en todo el mundo, pero la más conocida es el bitcoin, que apareció desarrollado en 2009 en un artículo de Satoshi Nakamoto (nadie sabe realmente quién es, salvo que es una de las personas más ricas del mundo…) en el que describía un sistema de pagos P2P.
Cuando enviamos una criptomoneda a una persona, gracias a la criptografía aseguramos que la moneda no pueda ser interceptada y robada. Es una transacción segura.
Al igual que con cualquier otro activo bursátil, el valor de cada criptomoneda es variable, es decir, los usuarios crean sus wallets (monederos virtuales) para poder adquirir sus criptodivisas o criptoactivos (a través de exchanges, que son empresas a través de las cuales puedes cambiar monedas como euros o dólares por bitcoins) y, en un momento determinado, venderlos, ganando así dinero.
El trading es la compra y venta de activos cotizados, es decir, que están regulados en un mercado bursátil, como la Bolsa. Se contratan mediante intermediarios (banco, agencia de valores o un broker) y cotizan a tiempo real. Las pérdidas máximas están limitadas a la inversión inicial. Por el contrario, en el mundo cripto, para hacer trading no hace falta operar a través de un broker, basta con darse de alta en una plataforma y comenzar a operar. Pero ¡ojo!, también se necesita conocimiento y nada de impulsividad.
Y aunque el mercado sea muy volátil, a diferencia del mundo de las apuestas o el juego, aquí no entra, y nunca mejor dicho, 'en juego' el azar, por lo que se hace imprescindible que las personas tengan un conocimiento mínimo del sector financiero antes de operar.
Por tanto, ¿es seguro invertir en criptomonedas? Aunque el objetivo de su diseño no fue el de crear un activo para la inversión, hoy día la cantidad de usuarios que atrae este mercado es gigante, pero, podríamos decir que es igual de seguro que cualquier otro producto bursátil de renta variable o con su consiguiente riesgo y volatilidad.
Y precisamente esta volatilidad ha hecho que el año 2022 cerrara con el desplome del sector de las criptomonedas, cayendo el valor de la propia bitcoin casi un 63%, y, con ello, las inversiones de millones y millones de personas (y ni qué decir del escándalo de FTX y su fundador Sam Bankman-Fried…).
Lo que cada vez va aumentando, aunque muy lentamente aún, es el número de sitios en los que podemos pagar y hacer transacciones con criptomonedas, desde ecommerce de tecnología o tiendas de lujo, hasta llegar a utilizarse como moneda en circulación, como en el caso de El Salvador, que fue el primer país en legalizar esta criptodivisa.
Fraudes y estafas
Ladrones y estafadores ha habido toda la vida, desde el timo de la estampita a los guisantes o el del nigeriano, y cuanto más avanzamos tecnológicamente como sociedad, pues más ‘se ponen las pilas’ ellos para ampliar sus campos de actuación criminal.
Ahora, a través de publicidad en las redes sociales, canales de mensajería, email o SMS, nos inundan mensajes de personas que nos aseguran conocer y querer enseñarnos las claves de inversiones seguras en el mundo cripto. Un ciberligue que hemos conocido en una aplicación de citas que resulta ser un experto inversor y que nos pide que le enviemos dinero a su wallet para asegurar una inversión de alto rendimiento que está a punto de realizar…
Y, por supuesto, también vamos a encontrar la clásica estafa piramidal o Esquema Ponzi, en el que los cibercriminales van a ir enganchando a miembros hacia una comunidad de inversión con éxito seguro y rentabilidad altísima garantizada, que, obviamente, nunca se consigue, pero van aguantando el tirón pagando las pérdidas a sus deudores con las cuotas de los últimos a los que han captado…
La pregunta que cabe hacerse es: ¿realmente es víctima aquel que cree que le van a dar un 40% de rentabilidad inmediata por su inversión según se encuentra el mercado? ¿No es quizá culpable, además de por la falta de responsabilidad, la falta de educación financiera, la codicia o las ansias por conseguir aquello que es inalcanzable…? Aunque también es verdad que la falta de recursos de las personas más vulnerables hace que vean este tipo de actividades como fórmula para intentar conseguir dinero fácil y rápido, al igual que ocurre con las apuestas deportivas o el juego de azar.
Y en este punto volvemos al inicio del artículo: ¿podemos afirmar entonces que el mundo de las criptomonedas es una estafa piramidal? Pues, obviamente, no, por mucho que lo afirme con rotundidad Paul Krugman, Premio Nobel de Economía (aunque con lo de la necesidad de regular el mercado no vaya desencaminado). Es una generalización, lo mismo que cuando decimos que los videojuegos generan conductas violentas.
Pero ¿si tengo un hijo o hija adolescente o joven que está invirtiendo en el mundo cripto debería preocuparme? Sin duda. ¿Por ser víctima de una estafa? Podría ser, o no, pero simplemente por el hecho de no tener ni la formación ni experiencia en el mundo económico y financiero suficiente como para poder realizar este tipo de inversiones. Y tampoco madurez emocional para gestionarlo.
Las criptomonedas son, en resumen, tanto un activo en el que podemos realizar inversiones como una forma de moneda virtual con la que realizar pagos seguros en diferentes sitios. No son una estafa. Otra cosa es que sean utilizadas con fines ilícitos… Y ante esto solo podemos: tener prevención y formación.