Sara abre la puerta de casa, acaba de apagar la alarma con su móvil, a veces se le olvida. A ver cuándo ponen un reconocimiento biométrico, total, no es tan difícil. Sara no se acuerda de que antes tenía que acordarse de un código y no había app que valiese. Y que a veces se disparaba sola. “Hey, Google, enciende las luces del salón y pon la televisión”.
Hoy el asistente de Google no tiene un buen día. Debe haber un problema con la red. Maldito operador. Enciende la luz manualmente –se habrá desincronizado– y pone la televisión. Una presentadora de la CNN entrevista al presidente de la Asociación Europea de Inteligencia Artificial (la EURAI, por sus siglas en inglés) que justifica la petición de moratoria “empresas están compitiendo de forma acelerada por lanzar productos al mercado de IA generativa casi mensualmente, como si fuese una carrera armamentística. La IA generativa construye verosimilitud, pero no confiabilidad. Necesitamos regular para asegurar que se respetan los derechos”.
Ah, sí, la carta abierta recientemente publicada. Esboza una sonrisa irónica. Van buenos si creen que va a parar algo.
El ser humano es experto en caminar por la línea roja. Guerras mundiales, armas nucleares, experimentos bioquímicos, emisión de gases a la atmósfera, consumo desorbitado de recursos naturales, pandemias.
Sara abre el ordenador y le pide a ChatGPT que redacte el artículo que tiene que publicar. 700 palabras, tono femenino, sobre la convivencia robot-humano en 2030. Le va a ahorrar tiempo, luego sólo es repasarlo. Siempre da ideas. Sonríe.
Marina tiene un disgusto monumental. Es actriz de doblaje y hoy le han despedido, su voz ya no tiene encanto. Le va a reemplazar una máquina. Qué sabrá la máquina sobre el amor, la ternura, la rabia. La rabia. Estamos creando cosas que no entendemos, y ya verás, al final nos volveremos contra ellas. Se acuerda de una de sus películas favoritas, Yo Robot. ¿De qué año es? Ah, sí, de 2004. Madre mía. Qué poco ha tardado. Se acuclilla en un rincón, exhausta. A reinventarse. No queda otra.
En cada revolución industrial y tecnológica han desaparecido empleos y se han creado otros. Cada revolución era la definitiva, la que más impacto tendría, la que podía generar mayor riesgo contra la humanidad. Fruto de la ambición del hombre por el progreso y de nuestro instinto de supervivencia. Y de todas hemos salido reforzados. Pero ésta, ésta…
Nekane repasa la estrategia de IA para su Administración. Visualiza cientos de casos de uso que reducen las desigualdades sociales y proporcionan seguridad a la sociedad: educación adaptada a las necesidades de cada estudiante, predicción del abandono escolar, sanidad al alcance de todos, diagnósticos más precisos y en menor tiempo, tratamientos automatizados de determinados tipos de cáncer.
Modelos de predicción climatológicos para minimizar impactos de sequía y riesgos de inundación o de incendio; optimización de cultivos basándose en la demanda de exportación. Monitorización de la necesidad de cuidados de ancianos y dependientes para prolongar la estancia en el hogar y favorecer la salud mental. Redes inteligentes de energía para maximizar la generación de renovables y favorecer el ahorro en el gasto por consumo.
Mejor gestión de la demanda del transporte, ahorros que permitirán llevar la red pública a la España más rural, redes sostenibles que evitan la congestión logística. Asistentes virtuales y chatbots. Machine y deep learning, procesamiento del lenguaje natural, visión artificial, robótica, emulación del habla… El futuro, que ya es presente. El ciudadano lo espera. Lo exige.
No puede evitar sentir vértigo. Cómo asegurarse de que lo que se construye es ético, interpretable, auditable. Que no contiene sesgos que fomentan las mismas desigualdades que estamos intentando erradicar. Que durante el autoaprendizaje la misma máquina no es capaz de crearlos.
Cuál es la implicación empresarial de la progresiva implantación de la IA en los puestos de trabajo, en la desaparición de algunos de ellos. Hasta qué punto podemos ver en peligro nuestra identidad, a manos de réplicas IA que pueden tanto sustentar como destrozar una reputación o los ahorros de toda una vida. ¿Cómo nos vamos a adaptar a todo esto?
Sacude la cabeza. No estar en el futuro no es una opción. No hay marcha atrás, no se pueden poner puertas al campo. Pero podemos medir la cantidad de gallinas, sonríe, “las que entran por las que salen…”
En paralelo a que el MINECO aprueba el RETECH IA, dotado con más de 258 millones para 13 proyectos emblemáticos de transformación digital de todas las Comunidades Autónomas, debemos ser conscientes de que todavía no hemos conseguido regular adecuadamente las redes sociales. No nos podemos permitir no hacerlo con la inteligencia artificial. El AI Act, las directrices éticas o las normas de responsabilidad son marcos que deben ser aterrizados en normas concretas y asociados a una responsabilidad civil y penal.
Si le hubieran preguntado a un psicólogo qué le parecía el “like” inventado por los programadores, quizás hubiera prohibido tajantemente su uso anticipando el efecto de dependencia y frustración que ejercería mayormente en la población más joven.
Construyamos el futuro, como siempre hemos hecho. No se pueden poner puertas al campo. Pero contemos las gallinas.
*** Patricia Urbez es directora general de Sector Público de Fujitsu España y Consejera Independiente de Enagás.