Es bien conocida la postura que Sócrates (Atenas 470 a.C.- 399 a.C.) mantenía respecto a la escritura como instrumento para la enseñanza. En una época donde las ideas y el conocimiento se transmitían principalmente de manera oral, según el sabio ateniense, la escritura suponía un menor ejercicio mental, y por tanto, una reducción de la capacidad de pensamiento y argumentación en sus alumnos.
Dos mil cuatrocientos años después, y especialmente desde el surgimiento de la transformación digital, se ha venido impulsando la inclusión de distintas tecnologías en las instituciones educativas con el objetivo de ayudar a mejorar las capacidades de aprendizaje. Una de las últimas incorporaciones que ha irrumpido en este ámbito con más fuerza ha sido, sin lugar a duda, el ChatGPT, que desde noviembre de 2022 ha originado tanto fervientes defensores como enconados detractores, hasta el punto que en algunas instituciones educativas ha sido prohibida su utilización.
La investigación y el uso de lo que se ha venido en llamar grandes modelos de lenguaje ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos dos años, y herramientas como ChatGPT, Bing o Bard están extendiendo su empleo a todos los ámbitos de la sociedad. Evidentemente, la educación no ha sido una excepción y esta tecnología se ha propagado con inusitada rapidez también en el mundo académico como consecuencia de las ventajas que supone principalmente para el alumnado.
De manera general se podría destacar que este tipo de modelos nos proporciona poder disponer de un “profesor 24/7” capaz de responder a cualquier pregunta, de cualquier materia, en cualquier momento y a cualquier hora. De este modo, el alumno puede ganar mayor autonomía y no depende de determinados horarios o de la disponibilidad concreta de un docente. Además, mediante este tipo de tecnología el alumno tiene acceso a encontrar respuestas, basadas en una gran cantidad de información que anteriormente no era sencilla de filtrar. En concreto, ChatGPT ha sido entrenado con 45 Teras de datos de multitud de distintas procedencias, en el que también se han incluido fuentes como diálogos de la web de soporte de Ubuntu o diferentes colecciones de libros entre muchos otros. A diferencia de los buscadores tradicionales en internet, el alumno mediante sus preguntas en lenguaje natural puede encontrar la respuesta precisa a lo que está buscando, sin tener que buscar dicha información a través de distintos links para al final tener que conformarse con información priorizada y ordenada por razones publicitarias que nada tiene que ver con la calidad del contenido.
Más aun, a través de ChatGPT, disponemos de la capacidad de poder decidir la longitud o la profundidad de la respuesta, adecuándola en un solo click a nuestras necesidades lo que sin duda, supone un ahorro considerable de tiempo tanto para el alumno como para cualquier profesional. A día de hoy, no descubro nada nuevo sobre la importancia de tener la información disponible a tiempo e intentar establecer el mejor balance entre lo preciso y lo perfecto. Por último, la barrera idiomática que supone en muchas ocasiones un problema a la hora de acceder a la información, puesto que la amplia mayoría de las personas utilizamos nuestro lenguaje materno y/o un segundo idioma (generalmente el inglés) para encontrar lo que necesitamos queda superada. A diferencia de los métodos de búsqueda tradicional, la respuesta del ChatGPT será en el idioma en el que yo he hecho la pregunta o le solicite.
No obstante, es lógico comprender las dudas que entre la comunidad educativa ha suscitado el uso del ChatGPT y herramientas similares. En primer lugar, la veracidad de la información, las dudas de las fuentes con las que ha sido entrenada, y como la información es procesada y conectada. Estos grandes modelos de lenguaje son grandes “cajas negras” de las que no es sencillo entender el comportamiento interno y esto genera desconfianza. Además, pueden incluir sesgos en la información dependiendo precisamente de este contenido. En segundo lugar, una preocupación por la privacidad y la propiedad intelectual que han llevado a países como Italia a prohibir la herramienta, y que aún no está del todo claro cómo puede resolverse. Por último, hay numerosos artículos que muestran ejemplos de cómo ChatGPT con el “conocimiento” que ha adquirido es capaz de superar exámenes en distintos ámbitos escolares y universitarios, lo cual ha generado una gran preocupación adicional en el mundo académico acerca de cómo evaluar y validar a partir de ahora que el alumno ha adquirido los conocimientos y capacidades requeridos.
Por otro lado, y a través de la extendida taxonomía de Bloom, el mundo académico ha comenzado a elaborar diferentes estudios de cómo aplicar las ventajas que el ChatGPT y herramientas similares suponen para la educación minimizando lo posible los inconvenientes. Esta taxonomía que fue creada por Bloom, en los años 50 en la Universidad de Chicago, y revisada en el 2001, es una herramienta ampliamente utilizada para evaluar el aprendizaje de cualquier alumno. Bloom incluye seis niveles u objetivos de aprendizaje, desde el más básico al más complejo: 1. Recordar (hechos o datos sin necesidad de entender), 2. Comprender (entendimiento a la hora de encontrar información), 3. Aplicar (usar información en nuevas situaciones), 4. Analizar (examinar en detalle), 5. Evaluar (justificar una opinión) y 6.Crear (producir un trabajo original).
Dichos estudios muestran que la ayuda proporcionada por este tipo de herramientas puede ser de gran utilidad en los tres primeros niveles más básicos o sencillos, sugiriendo que podría ser bueno establecer una colaboración entre la persona y las tecnologías como ChatGPT en dichos niveles, dejando más tiempo y libertad al alumno para implicarse con profundidad en alcanzar los niveles más altos: analizar, evaluar y finalmente crear. De hecho, algunos profesores ya resaltan las buenas experiencias con ChatGPT en sus clases, pidiendo a sus alumnos que compartan las preguntas y respuestas conseguidas, que analicen la veracidad o los sesgos de las respuestas fomentando el pensamiento crítico y centrándose en potenciar los tres últimos niveles de la taxonomía de Bloom.
Aunque todavía es muy pronto para saber el impacto que esta tecnología pueda tener en áreas como la educación, pues solo ha pasado un semestre desde el anuncio de ChatGPT y aún no hay estudios suficientes al respecto. Probablemente haya que proporcionar mucha más ayuda al mundo educativo para que logre adaptarse y beneficiarse del surgimiento de esta nueva tecnología lo antes posible, como una nueva oportunidad para avanzar en la forma de educar. No sabemos que trabajos habrá en el futuro a la velocidad a la que está cambiando la sociedad y la tecnología, pero lo que sí sabemos es que el pensamiento crítico y la creatividad, van a ser muy necesarios.
Al fin y al cabo, hoy conocemos lo que pensaba Sócrates gracias a los diálogos recogidos por su discípulo Platón, y es que la escritura ha supuesto un elemento indispensable y transcendental en el desarrollo y la difusión del conocimiento de toda la humanidad. Por qué no darle una oportunidad ahora a este tipo de herramientas como el ChatGPT como un nuevo elemento innovador para fomentar el conocimiento y el pensamiento crítico.
*** Mónica Villas Olmeda, asesora de tecnología y docente.