El lenguaje es la base del progreso humano. Nos permite comunicarnos, acumular conocimiento, desarrollar culturas, pensar abstractamente, hacer avances tecnológicos, expresar emociones y crear arte. A través del lenguaje hemos establecido relaciones, transmitido información, preservado tradiciones y moldeado la sociedad. Es una herramienta poderosa que ha enriquecido nuestras vidas y dejado un legado duradero.
Es cierto también que, a lo largo de nuestra historia, hemos explorado diferentes formas de comunicarnos con máquinas y herramientas, en el sentido amplio de “lenguaje artificial”. Cada avance en este ámbito ha abierto nuevas posibilidades y ampliado nuestra capacidad de interactuar con sistemas y acumular progreso. La evolución de la comunicación entre humanos y sistemas artificiales ha revolucionado campos como la educación, la industria, el entretenimiento y la atención médica, entre otros.
En la actualidad, nos enfrentamos a una gran disrupción en la interacción entre humanos y tecnología, la confluencia entre lenguaje humano o natural y el artificial.
La inteligencia artificial ha potenciado el desarrollo de herramientas que hacen posible aprender de grandes cantidades de información y ofrecer respuestas comprensibles y valiosas en forma de lenguaje natural. Todo ello a nuestra disposición por medio de interfaces intuitivas y fáciles de usar. Asistentes con los que podemos conversar y compartir información con un nivel de claridad y fluidez sin precedentes. El desarrollo tecnológico nuevamente nos sitúa ante un paradigma en el que las inteligencias artificiales pueden entender y generar lenguaje humano de forma automatizada.
Detrás de esta simplicidad de uso, se despliegan modelos complejos basados en técnicas de aprendizaje profundo que utilizan redes neuronales eficaces para el procesamiento de lenguaje natural. Estos modelos han sido entrenados con grandes cantidades de datos y han desarrollado una comprensión sólida del lenguaje.
Aunque carecen de conciencia, emociones, deseos o cualquier otro tipo de capacidad cognitiva más allá de su entrenamiento, los grandes modelos de lenguaje son útiles para una amplia variedad de aplicaciones, por ejemplo. ayudar a resumir y comprender temas desconocidos; explicar esquemas complejos; predecir fotogramas, textos, audios y otros parámetros; generar datos artificiales; interactuar con robots; crear, completar, combinar y depurar código; escribir y revisar artículos, solicitudes, currículums y todo tipo de informes; cada día surgen más y más aplicaciones.
Sin embargo, su fulgurante popularidad se debió principalmente a la gran capacidad para desarrollar conversaciones fluidas. Son excelentes “charladores” y captan adecuadamente los “razonamientos inducidos y condicionados por nuestras propias preguntas”, se muestran especialmente aptos para respondernos según nuestra propia necesidad, orientación e influencia.
Así como las revoluciones industriales y digitales transformaron nuestra forma de producir bienes e interactuar con la tecnología, la disrupción en la interacción entre humanos y modelos de lenguaje, junto con otras tecnologías impulsadas por la IA, cambiará radicalmente nuestra relación con los sistemas artificiales, el procesamiento de información, la toma de decisiones y el trabajo en la forma que lo conocemos actualmente.
A medida que esta tecnología continúa avanzando, nos puede llevar a la automatización de tareas que requerían un alto nivel de estudios y habilidad técnica. Si bien es difícil predecir el alcance exacto de esta tendencia, es claro que la IA también tendrá un impacto significativo en el mercado laboral para los trabajadores altamente calificados.
Por lo tanto, cobra mayor importancia que nunca el mantenerse actualizado de manera multidisciplinaria, reinventarse constantemente para aprovechar las propias habilidades y experiencia, desarrollar con más intensidad el pensamiento crítico y estratégico, desarrollarse uno mismo y no al puesto de trabajo, desenvolver una inteligencia emocional profunda y centrarse con más intensidad en las relaciones interpersonales.
En la era de la IA, el liderazgo horizontal se vuelve crucial, pues dinamiza el compromiso con el talento creativo, la circulación abierta de conocimiento y la flexibilidad de pensamiento, contribuyendo al buen juicio a la hora de tomar decisiones. Para lograrlo, los líderes deben aumentar su capacidad de comprender los conocimientos generados por la IA y ser capaces de flexibilizar el análisis de las métricas de evolución de las organizaciones de forma correlacionada y dinámica.
En lugar de simplemente proporcionar respuestas basadas en la experiencia, el líder debe plantear mejores preguntas y pensar críticamente sobre los nuevos paradigmas que rodean a sus organizaciones y que cambian rápidamente.
Si bien los grandes modelos de lenguaje retienen mucha más información que cualquier ser humano, el verdadero papel del liderazgo es hacer las preguntas adecuadas para obtener las mejores respuestas y comprender mejor los escenarios empresariales que están cambiando y evolucionando rápidamente. Al mismo tiempo, es fundamental mantener una "mentalidad de principiante" y combinarla permanentemente con la “mentalidad de experto”.
No es solo significativa la capacidad del líder para percibir lo que importa; sino también su capacidad de volver a percibir, repensar y aprender constantemente. Lo que fue una buena decisión ayer no será la mejor decisión mañana, por lo que los líderes deben repensar sus decisiones todo el tiempo. Esta habilidad es algo que solo los humanos pueden hacer.
El razonamiento humano implica no solo combinar lógicamente el conocimiento existente para llegar a una solución o crítica de un problema, sino también razonar más allá del universo del conocimiento actual y usar la imaginación para formar nuevas ideas. En contraste, la inteligencia artificial sólo puede buscar soluciones a partir de su conjunto actual de conocimiento almacenado, al menos por ahora.
En el pasado, hemos visto cómo las estrategias prohibitivas no han logrado detener el progreso tecnológico y tampoco equipararlo con el desarrollo de nuestra condición humana, nuestra gran asignatura pendiente. En lugar de imponer prohibiciones que solo benefician a algunos y perjudican a otros, es imprescindible potenciar una educación que nos permita usar la IA para crecer intelectualmente y aprovechar los beneficios de la tecnología teniendo muy presente los riesgos que implica su mal uso.
Como actores tecnológicos, debemos reforzar nuestro compromiso con la responsabilidad ética en el diseño, desarrollo y uso de tecnologías, tanto en el ámbito individual como empresarial. Especialmente teniendo en cuenta que esta responsabilidad no sólo se relaciona con aspectos meramente técnicos, sino también con aspectos sociales y ambientales.
Es crucial contribuir a desarrollar un contexto ético que garantice que las tecnologías se utilicen para mejorar la calidad de vida de las personas sin perpetuar o incrementar desigualdades. El marco para el desarrollo y aplicación de estas tecnologías tiene que estar basado en principios como el bienestar, la equidad social, la privacidad, la seguridad, la transparencia y la sostenibilidad. El gran reto, posiblemente, es como asegurar que todos los actores y especialmente los generadores de tecnología, comparten y aplican estos principios.
Para fomentar una cultura ética en el desarrollo tecnológico, es esencial que individuos y organizaciones nos convirtamos en agentes de cambio y promovamos la inclusión de expertos en ética, sociología, psicología y otros campos relacionados en nuestros equipos, así como que colaboremos con la sociedad civil y otros actores para asegurar que se consideren los intereses de todas las partes implicadas.
Debemos ser defensores de la transparencia y la rendición de cuentas en el desarrollo tecnológico, comunicar los riesgos y beneficios de la tecnología de manera responsable, evitando promover visiones apocalípticas, simplistas, banales o con fines puramente de adquisición de notoriedad.
Por el momento, por ejemplo, los grandes actores de esta revolución tecnológica parecen ser enormes corporaciones tecnológicas estadounidenses, con las ventajas, pero también contraindicaciones que esto implica. Sin embargo, sabemos muy poco acerca de los avances y desarrollos tecnológicos similares que están ocurriendo en otras regiones del mundo, con un potencial tecnológico similar. En cualquier caso, y no es una excepción, Europa parece estar asumiendo un rol muy poco activo en esta disrupción y esto no es nada positivo.
La convergencia del lenguaje natural y artificial es capaz de contribuir a democratizar el conocimiento y el poder, y al mismo tiempo puede polarizar, amplificar los sesgos y exacerbar las desigualdades. Es cierto que los grandes modelos de lenguaje pueden difuminar aún más las fronteras entre lo cierto y lo falso, pero al mismo tiempo también pueden poner de relieve el valor y la necesidad de contar con conocimientos profundos, experiencia, cordura y de entender los contextos sociales y culturales en los que se aplican, pues dependiendo en cómo se implanten y utilicen estará la diferencia.
Los errores del pasado en el desarrollo y uso de la tecnología no son inherentes a la tecnología en sí misma, sino que reflejan aspectos problemáticos de nuestra condición humana, como la falta de ética, la falta de responsabilidad y la falta de consideración por la salud del planeta. Como seres humanos, tenemos la capacidad de aprender de nuestros errores y de tomar decisiones más sabias y éticas en el futuro.
Depende de nosotros asegurarnos de que la tecnología se desarrolle y se utilice de una manera que promueva el bienestar del planeta y la justicia social. Como individuos y organizaciones, tenemos la obligación de promover y desplegar una cultura que refuerce y valore la ética en el desarrollo tecnológico, de esta forma, contribuiremos a asegurar nuestro futuro, no esperemos a que otros lo hagan por nosotros.
*** Gabriel Anzaldi es director de Desarrollo Científico-Tecnológico de Eurecat