Una vez más se pone de manifiesto, con mayor o menor fortuna, el debate entre tecnología y ética.

La indiscutible protagonista de estos días, y viene para quedarse como el modelo de trabajo híbrido, es la inteligencia artificial generativa (conocida por sus siglas en inglés como gen AI). Muchos son los defensores y detractores, no merece la pena entrar a hacer menciones, ya que sólo pretendo dar mi opinión y no inundar este artículo de datos y referencias, pero sí sorprende el amplio debate que ha suscitado, convirtiéndose a ojos de unos como la panacea de los negocios y a ojos de otros como el desencadenante del apocalipsis de la ética y la privacidad en el mundo.

No cabe duda de que suscita pasiones, y como la mayoría de las pasiones, en gran medida no sujetas a ningún raciocinio.

No niego que me espanta la falsa realidad que se puede crear –aunque crear me parece una palabra reservada sólo a unos pocos– y la intromisión en nuestras vidas que se supone; pero como se ha dicho ya en varias ocasiones, la Tecnología no es ni buena ni mala en sí misma, es su uso lo que entra a debate.

Es indiscutible el avance que se está produciendo con la gen AI en muchas industrias, incluido el sector sanitario, financiero, militar..., y también lo es el caos que un mal uso puede generar.

Y cada vez que hay un riesgo de tropelía –bonita palabra–, la ley y la regulación entran en juego.

Pero qué difícil es regular algo tan ajeno a la mayoría de los mortales y tan fuera del conocimiento de los que tienen como misión dictar leyes y regular.

Una vez más se me viene a la mente la disparidad de velocidad entre Tecnología y Leyes como resultado de dos mundos que siguen sin estar lo suficientemente conectados y que siguen hablando dos idiomas distintos… Habrá que crear un esperanto.

De lo que no hay duda es de que una ley está por venir y nuevamente Estados Unidos y Europa juegan a diferenciarse (de China ni hablo). ¡Vaya por Dios! Que se acaba la globalidad y le ponemos fronteras a las cosas. La ley del péndulo que se dice.

Habría que unificar esfuerzos y criterios, no vaya a ser que creemos islas y esto sea un lío, además de que haya sitios donde “sí“ y otros donde “no", con la falta de transparencia y juego limpio que eso ocasiona.

Lo que sí parece evidente es que, independientemente de la regulación que Estados Unidos y Europa (en este último caso bajo la presidencia española de la Unión Europea y con el impulso de la actual Secretaria de Estado para la Digitalización y la IA, Carme Artigas) pongan en marcha para el uso de esta tecnología, los entornos en los que se puede jugar con la gen AI tienen que ser controlados y muy protegidos, es decir, a salvo del mal uso que se pueda hacer por parte de hackers.

Por supuesto, han de ser entornos de alto rendimiento y eficiencia, ya que el proceso masivo de los modelos y los datos puede ser muy costoso y además ha de hacerse aislado de otras cargas; pero eso está sujeto a la innovación puramente dicha y en este sector todo está sujeto a carrera tecnológica, por lo que habrá, y en cierto modo ya hay, infraestructuras específicas para ello que la hacen viable a un coste razonable.

El meollo del asunto está en la regulación del uso para garantizar transparencia en el resultado de los contenidos generados y la prevención de riesgos más que razonables para la sociedad en su conjunto.

En mi opinión, la ventaja competitiva de la gen AI debería revertir en la sociedad en su conjunto y no sólo en las empresas que lo exploten. Como oí hace poco, “los datos han de ser como el agua limpia y accesible", pues la gen AI lo mismo. Aplicando una analogía farmacéutica, los modelos deberían ser como los “genéricos”, cualquiera los podría explotar una vez creados.

Eso sí, siempre bajo una regulación protectora del bien común. A ver cuál sale antes, la de Estados Unidos previsiblemente más laxa, o la Europa.



*** María José Talavera es directora de VMware Iberia.