El domingo corrí Run for the Earth, la Carrera por la Tierra, en el marco de MadBlue Lifestyle Festival. Lo importante no es que era la primera vez que iba a una carrera desde hace años… sino que la organización de la misma regalaba camisetas de otras carreras populares en vez de camisetas diseñadas y fabricadas expresamente para su evento.
En el momento de recoger el dorsal, oí a algunas personas comentar que les parecía cutre y que por eso daban tres camisetas a cada corredor. Es una interpretación, aunque para mí es una lástima que todavía nos cueste entender que más allá de que a todos nos gusta lucir camisetas bonitas de cada carrera, el mensaje de correr por la Tierra estaba directamente ligado a reducir, a reutilizar… De hecho, creo que a partir de ahora los organizadores de carreras deberían plantearse eliminar la fecha y el año de las camisetas, así no caducan y pueden tener más vidas, si no las usan todas.
Resulta que, del mismo modo que corremos por la Tierra, tenemos que recordar que ha pasado bastante tiempo desde que empezamos a hablar de movilidad sostenible y si nos fijamos nos daremos cuenta de que sus efectos cada vez son más visibles. Eso tiene implicaciones tanto en la manera en la que nos movemos por las ciudades, como en los medios de transporte que priorizamos para desplazamientos interurbanos.
De hecho, según las estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía, en 2030 alcanzaremos el pico de consumo de combustibles fósiles a nivel mundial, unos cuantos años antes de lo que estimaban inicialmente. Esto se debe a la invasión de Ucrania, a la mayor sensibilización, al teletrabajo (que también tiene un impacto positivo medioambientalmente hablando)...
Lógicamente, esto implica que hay modelos de negocio que están quedando obsoletos y que nacen nuevas oportunidades de negocio. Por ejemplo, por citar algunos, la venta de bicicletas por suscripción (Kleta), la ropa urbana de diseño funcional y transpirable (Silenciosa) o las cadenas de suministro circulares para impulsar un mundo sostenible (Redwood Materials). Hay muchos más ejemplos, pero no puedo detenerme en todos los que tengo en el radar.
Lo que sí quiero hacer es reflexionar sobre algunos de los retos y oportunidades que implica el elevado crecimiento de la venta de vehículos eléctricos e híbridos. Dejo para otra columna abrir la discusión sobre neutralidad tecnológica en la lucha por sustituir a los combustibles fósiles y alternativas como el hidrógeno (verde, rosa y gris).
En España, tenemos clara la importancia de la industria automovilística en nuestro PIB y en nuestras exportaciones. Por eso estamos peleando para que se construyan gigafactorías en el territorio patrio, ya que es fundamental para seguir manteniendo el empleo y la riqueza derivada de ella. Me alegro de ello, aunque personalmente me preocupan los retos y las oportunidades derivadas de estas gigafactorías.
En particular me preocupan cuestiones geopolíticas derivadas de la concentración de los minerales necesarios para fabricar baterías, cómo se va a enfocar la transformación de la industria auxiliar, qué se está haciendo para reciclar las baterías de los vehículos eléctricos y de los híbridos (no olvidemos que los pioneros de Toyota ya llevan 25 años en el mercado), cómo se van a garantizar las cadenas de suministro o qué porcentaje de los componentes de los vehículos en general y de las baterías en particular serán reciclados.