Cuando Techstars –la red de startups más grande del mundo– anunció en 2022, de la mano de J.P. Morgan, un programa acelerador enfocado en perfiles diversos, estaba reforzando un mensaje para el mundo emprendedor: hay un talento al que no se le ve ni se le escucha, unos creadores e innovadores confinados a los márgenes de la financiación, las redes de capital social, los summit y, también hay que decirlo, de las políticas públicas.
En la enorme estructura de actores que rodea el mundo del emprendimiento tecnológico, –desde las incubadoras y los fondos de inversión, hasta las consultoras empresariales y las instituciones públicas– una pregunta gravita con cierta recurrencia: ¿hay desigualdad en el sector? Y la respuesta, cada vez más vehemente, es que, a nivel global, el circuito de empresas emergentes está expuesto a desigualdades estructurales que suelen afectar a colectivos y segmentos concretos de la población.
Recientemente, firmas como Mckinsey & Company han puesto el foco en los que denominan "fundadores subestimados", y han revelado que, por ejemplo, en Estados Unidos en 2022 “los fundadores afrodescendientes y latinos recibieron sólo el 1% y el 1,5%, respectivamente, del total de la financiación de capital riesgo” en ese país. Esa categorización de "emprendedores infrarrepresentados" comprende también –y pese a toda lógica– a las mujeres. De acuerdo con la consultora, las fundadoras recibieron el 1,9% de los fondos de capital riesgo.
A pesar de que la Comisión Europea planteó en su informe Shaping and securing the EU's Open Strategic Autonomy by 2040 and beyond, que las mujeres y la inmigración son precisamente dos fuentes esenciales de talento para el futuro, la radiografía del continente no dista mucho de la norteamericana.
Según el reporte State of European Tech 2022, “los equipos formados por todos los fundadores de minorías étnicas representan el 1,4% de los unicornios, y las rondas que recaudan son desproporcionadamente pequeñas, con sólo el 0,7% de la financiación total de los unicornios”. Así mismo, el IDC European Women in Venture Capital, reveló que en 2021 las startups fundadas por mujeres en nuestro continente recaudaron sólo el 1,8% de la inversión, mientras que los equipos masculinos el 89%.
Y en España el panorama también es inquietante. De acuerdo al Mapa del Emprendimiento de South Summit de 2022, tan sólo un 20% del total de emprendedores en el sector startup eran mujeres. En 2014 la cifra se situaba en un 19%. En ocho años, sólo subió un punto. En lo referente a personas extranjeras, escasean los datos sobre su contribución al sector tech, lo que es, en sí mismo, un síntoma de su poca visibilidad. Sabemos, eso sí, por el mismo reporte, que un 75% de las empresas del ecosistema son de otros países.
Existe un desafío y estamos en plena capacidad de resolverlo. En el caso de nuestro país, la creación y aprobación de la ley de startups en diciembre del año pasado, abre las puertas del presente a un futuro prometedor en términos de competitividad, desarrollo empresarial, avance social y modernización política. Ese potencial debe ir acompañado de una variedad de transformaciones en el ecosistema. Una de ellas, es la asimilación del talento diverso y el impulso a sus visiones, ideas y experiencias, en cada una de las etapas del desarrollo empresarial.
Por ello, es crucial que los "emprendedores infrarrepresentados" tengan acceso real a las redes de apoyo y a los ecosistemas locales, y eso sólo puede ocurrir si estos espacios apuestan decididamente por atraerles. Es fundamental que se impulsen referentes femeninos, de migrantes y de minorías, y que se les considere de forma sistemática dentro de los espacios de reconocimiento.
Es clave que fluya el capital en nuevas direcciones, hacia proyectos creados por estos perfiles; que se tomen acciones para transformar las realidades injustas que afloran en los datos, y que desde el ámbito público, se diseñen más políticas económicas y de competitividad que incluyan el impulso al potencial empresarial de las mujeres y la absorción del talento extranjero por el ecosistema local. Esto último es también una forma social y políticamente eficiente de derrumbar el machismo estructural y combatir las narrativas de la xenofobia. Una cuestión estratégica y de principios, donde lo inteligente es hacer lo correcto.
Este año, Hearstlab, un fondo que invierte exclusivamente en empresas dirigidas y codirigidas por mujeres, anunció su desembarco en España. No es el único y –espero– que vengan muchos más. De momento, materializa una idea que deberíamos repetirnos como un mantra: el factor más importante de toda transformación económica son las personas que la hacen posible.