La innovación y la digitalización son dos fuerzas que están transformando nuestra realidad como si fueran los pinceles de los dioses pintando sobre el lienzo del tiempo. Como dijo una vez Albert Einstein: "La mente que se abre a una nueva idea jamás volverá a su tamaño original". En este momento, nuestras mentes se están expandiendo más allá de lo que podríamos haber imaginado, gracias a la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías de vanguardia de las que damos buena cuenta a diario en D+I – EL ESPAÑOL.
Imaginen por un momento que somos marineros en un barco llamado "Innovación", navegando en un océano de posibilidades ilimitadas. En ese océano, la inteligencia artificial es nuestra brújula, guiándonos a través de aguas desconocidas hacia tierras inexploradas. Pero como todo explorador sabe, cada nueva isla esconde sus propios misterios y desafíos. Es necesario impulsar una regulación específica que dicte dónde y cómo podemos navegar, que garantice que los golpes de timón provocan los efectos deseados y que lo hacemos de forma que no dañemos -ni dejemos atrás- a ninguno de los tripulantes a bordo.
Otro de los desafíos más grandes es la ciberseguridad, una espesa selva de peligros cibernéticos que debemos atravesar para llegar a la tierra prometida de la digitalización completa. Podemos verla como una fortaleza en la montaña, con dragones guardianes que protegen tesoros de datos valiosos… y otros tantos que amenazan su integridad. Pero no temamos a estos dragones; más bien, tomemos inspiración de héroes de la literatura como Frodo Baggins, quien se embarcó en un viaje épico para destruir un anillo maligno y salvar su mundo. Del mismo modo, debemos emprender nuestro viaje hacia la seguridad cibernética, protegiendo nuestras vidas digitales, los activos de las empresas y gobiernos, y asegurando que las amenazas no oscurezcan nuestro futuro.
Además, debemos recordar que la digitalización no es solo un destino, sino un camino hacia un mundo más conectado y eficiente. Imaginemos la digitalización como un tejido mágico que abraza a todas las industrias, desde la agricultura hasta la medicina, tejiendo un futuro más brillante para todos nosotros. No hay excepción posible para esta aventura, sino que responde a un obligado cambio de los tiempos al que no hay oposición posible ni posiciones neoludistas que valgan. Y no debería, pues las ventajas de la innovación han quedado bien probadas en sucesivos siglos de evolución de nuestra sociedad. Ahora toca abrazar la digitalización, y cuanto antes y con mayor ahínco lo hagamos, mayores posibilidades tendremos de jugar un papel relevante en el tablero geopolítico y económico del mañana.
Esa es la clave: pensar en el presente, pero también en el mañana. Como padre, y en esta que es mi primera columna tras mi pertinente baja, no puedo evitar pensar que la innovación y la tecnología no son sólo herramientas frías, que se pueden traducir en una hoja de Excel, sino que son aliados en la construcción de un mundo mejor para las generaciones que nos han de suceder.
Así que, mientras navegamos por este vasto océano de innovación y digitalización, recordemos que somos los capitanes de nuestros destinos tecnológicos. Como dijo Ralph Waldo Emerson: "lo que yace detrás de nosotros y lo que yace delante de nosotros palidece en comparación con lo que yace dentro de nosotros". En nosotros, en nuestra visión y compromiso, reside el poder de dar forma a un mundo mejor con la innovación por bandera.