Hace unos años pregunté si existía algún estudio sobre cuántas empresas españolas contaban con capital chino, qué tecnología tenían y cuáles eran las cadenas de valor en las que colaboraban con Asia y Estados Unidos. Nadie me contestó. A día de hoy, no sé si dicho estudio existe.
En las últimas semanas, hemos visto cómo, por un lado, en el Foro de Davos se negociaba la atracción de empresas con el objetivo de reindustrializar e incrementar nuestra soberanía tecnológica. Y, por otro, se está produciendo la compra de parte de las principales empresas españolas por fondos extranjeros, como el omnipresente Blackrock, que ya controla casi el 4% del Ibex 35, con la participación en empresas estratégicas como son la banca, las energéticas o las telecomunicaciones.
Si miramos hacia los inversores asiáticos, en los últimos años el flujo de inversiones chinas en activos españoles se ha centrado principalmente en dos sectores: las infraestructuras y las energías renovables.
Este tipo de movimientos ha provocado que el control de las empresas, en especial las tecnológicas, se haya convertido en un elemento clave geoestratégico. El gobierno intenta evitarlo, al mismo tiempo que la Comisión Europea pide reforzar el control de las exportaciones, a la vez que las inversiones en sectores críticos, en especial en cuatro ámbitos: semiconductores, inteligencia artificial (IA), cuántica y biotecnologías.
Justamente en estos cuatro ámbitos se requieren inversiones enormes para ser líderes de mercado y por lo que Elon Musk ha acudido a Hong Kong y Oriente Medio para intentar buscar 6.000 millones para financiar xAI, su startup de inteligencia artificial.
De hecho, si vemos en el mundo cuáles son las empresas que más invierten en I+D las seis primeras son de IA: Amazon, Alphabet, Meta, Apple, Microsoft y Nvidia, algunas de ellas también participadas por Blackrock. Justamente, Europa y el mundo se están digitalizando prácticamente con estos mismos proveedores, ninguno europeo. Aquí es donde deberíamos preguntarnos por qué y cómo redirigir la situación.
En Europa existen startups de IA que podrían jugar la partida global como Aleph Alpha, con una de financiación superior a 450 millones, aun lejos de los 10.000 millones que invirtió Microsoft en OpenAI. Igualmente, tenemos ejemplos en el resto de los ámbitos como los semiconductores, cuántica o biotecnologías.
Para jugar en la liga de campeones, el tamaño de la inversión en innovación importa y es posible que estas empresas europeas acaben buscando financiación, como Elon Musk, en Asia o en fondos como Blackrock. Si queremos tener campeones aquí hay que ser conscientes que invertir en innovación es necesario y, por qué no, aquí y en China.
Pero eso es lo que conocemos y a veces es más importante lo que no se ve. Las principales fortunas del mundo corresponden a personas y/o empresas que ni tan siquiera cotizan en bolsa y que, por supuesto, tienen sus compañías en paraísos fiscales y, por tanto, sean los Estados Unidos o China, sus fortunas seguirán allí.
A pesar de la carrera entre estas dos superpotencias, es bueno saber que ambos seguirán necesitando del resto de países como clientes de sus productos, porque la desglobalización tecnológica es primeramente capitalista y que detrás de una empresa o un fondo, hay personas y sus valores.
PD: En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, trepas, troyanos y trolls y rodearos SINERGENTES que siempre suman aptitudes, equipo y valores.