Cada día que pasa las consecuencias del cambio climático se hacen más visibles, con impactos indeseados en nuestro sistema económico y social. También cada día que pasa los objetivos fijados por Naciones Unidas para la consecución de un desarrollo sostenible se convierten menos en objetivos alcanzables y más en quimeras, reflejadas en una cifra de billones de euros de inversión necesaria que no cesa de bailar, siempre aumentando, haciendo que se nos escape su significado.
A estas alturas, con el conocimiento –y evidencia empírica- disponibles, la discusión no debe ni puede perderse ya en el diagnóstico, sino que debe enfocarse en las soluciones. Soluciones en plural: abordar un problema tan complejo y global como la descarbonización de nuestra economía y la consecución de mayores niveles de confort y seguridad para todos, requiere de una intervención coordinada y multidisciplinar que integre conocimientos y perspectivas de diversas áreas, promoviendo la colaboración entre gobiernos, entidades internacionales, sector privado y sociedad civil.
Dicha intervención es particularmente crítica para acelerar el desarrollo sostenible de los mercados emergentes. El dinero público no es suficiente para invertir en todas las áreas necesarias y acelerar el desarrollo y por lo tanto el bienestar social en dichos mercados, que tanto nos interesa a todos.
Sin embargo, los grandes flujos de capital gestionados por inversores institucionales como compañías de seguros y planes de pensiones tienen limitaciones a la hora de acudir a dichos mercados: el riesgo percibido es elevado -a menudo incrementado por la falta de conocimiento local- y la arquitectura regulatoria no favorece dichas inversiones, que se ven por ejemplo penalizadas con requisitos de capital exigentes en el caso de las compañías de seguros.
Es aquí donde la creatividad y la voluntad del sector público y privado deben aunarse, para generar soluciones eficientes que dirijan los flujos de capital públicos y privados hacia las áreas donde más se necesitan, con velocidad y en la cantidad necesaria.
Una de las herramientas para hacer dicha colaboración posible es el llamado blended finance (finanzas combinadas), estructuras de financiación donde el capital público ejerce un rol catalizador, permitiendo la disminución del riesgo percibido por parte del capital privado, que puede entonces acudir a financiar en condiciones más seguras y desplegar los volúmenes de capital necesarios.
El capital público actúa así como un activador, un impulsor de la inversión total; de hecho, una de las métricas que define el éxito de estas estructuras de blended finance es la cantidad de capital privado que es capaz de movilizar cada euro de capital público invertido.
En este tipo de estructuras la colaboración de las entidades multilaterales y de finanzas al desarrollo es fundamental también por su conocimiento de los territorios y experiencia en la financiación en dichos países (durante décadas han sido prácticamente los únicos financiadores del desarrollo en estos territorios), su capacidad de proporcionar asistencia técnica en el terreno y, particularmente, de identificar las operaciones a financiar. El capital filantrópico puede así mismo jugar un papel relevante a la hora de aportar garantías y/o apoyar al capital junior.
Hasta el momento, es un área incipiente de actuación, pero con un gran potencial para movilizar vehículos de miles de millones y dirigirlos a generar impactos en los mercados donde más se necesitan.
Sin embargo, la arquitectura actual de los sistemas públicos, la diversidad de intereses entre las entidades que operan en el mercado, la regulación existente y los propios objetivos de los inversores privados siguen dificultando la estructuración de estas herramientas, aumentando su complejidad e impidiendo que el capital pueda fluir de manera masiva y con la velocidad necesaria hacia el desarrollo sostenible de los mercados emergentes.
Es por lo tanto imperativo que incrementemos la coordinación y la agilidad en la colaboración público-privada, actualizando y flexibilizando los marcos existentes que la hagan posible y entendiendo cuál es el papel de cada uno en la inversión para el desarrollo sostenible. Sólo así podremos hacer que la quimera se convierta en realidad.
***Marisa Aguilar es directora general de Allianz Global Investors en España y Portugal.