Hace unos días se publicó un artículo en la revista Nature en donde Google DeepMind explica la potencialidad de la aplicación de Inteligencia Artificial (IA) Alphafold. El artículo explica como en su nueva versión, Alphafold 3, es capaz de predecir más allá de la estructura, las interacciones de todas las moléculas de la vida con una precisión y velocidad sin precedentes. Es decir, tarda en cuestión de horas lo que el método tradicional de la probeta supondría varias vidas y millones de tesis doctorales.
Según DeepMind, desde que se publicó AlphaFold 2 en 2020, millones de investigadores la han utilizado para hacer descubrimientos en áreas tales como las vacunas contra la malaria, los tratamientos contra el cáncer y el diseño de enzimas.
AlphaFold 3 va un paso más allá de las proteínas y abre una puerta a un amplio espectro de biomoléculas y aplicaciones, desde el desarrollo de materiales biorrenovables y cultivos más resistentes, hasta acelerar el diseño de fármacos y la investigación genómica o las desconocidas conexiones de nuestro cerebro.
Gracias a la IA, ya podíamos buscar mutaciones, interacciones o disfunciones mucho más rápido que pueden causar enfermedades. Ahora también podemos ver como se expresan e interaccionan entre ellas gracias a un gemelo digital.
Recordemos que el cerebro sigue siendo el órgano más desconocido y que fue en 2023 cuando se acabó el primer Human Brain Project en el que se pusieron a punto métodos de computación, neuroinformática y IA de manera integrada para entender el cerebro como un sistema multinivel.
Este momento, me recordó como hace unos 20 años que se completó el primer genoma humano costando miles de millones. Un código de moléculas que nos permiten conocer cuál es nuestra genética y en base a esto nuestros ancestros, la propensión o diagnostico a enfermedades o nuestras características físicas.
La tecnología en biología, como en otros campos, en 20 años se ha abaratado y acelerado y hoy en día podemos conocer la secuencia de nuestro ADN y almacenarla en un pen en nuestro bolsillo con tan solo una muestra de saliva.
Existen muchas empresas que proponen explorar la riqueza de información que guarda tu código genético. Puedes formularle preguntas fascinantes, como la posible herencia del color de ojos de tus futuros hijos, estimar tu esperanza de vida, descubrir por qué tienes una inclinación por el chocolate y rastrear la historia de tus antepasados.
Sin embargo, hay que ir con cuidado. De la misma manera que no se nos ocurriría hablar con una IA que diagnostique el cáncer sin supervisión médica, tampoco debemos hacerlo para otros fines. Un buen genetista sabe que dos gemelos sometidos a unos diferentes ámbitos sociales, hábitos dispares y un entorno diferente, se desarrollan completamente diferentes porque nuestro fenotipo es fruto de la interacción genética-ambiente que hacen que unos genes se expresen y otros no, dando resultados diferentes a veces sin explicación alguna.
Se espera que este desarrollo acelere el diagnóstico y ayude en la búsqueda de mejores tratamientos, pero como siempre hay que contextualizar los datos, conocer el entorno y pedir una opinión experta. Podemos seguir descubriendo la vida con la IA pero sin olvidar que la vida es un código por descubrir.
PD: En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, trepas, troyanos y trolls y rodearos SINERGENTES que siempre suman aptitudes, equipo y valores.