En la era de la inteligencia artificial (IA), donde las máquinas dominan cada vez más aspectos de nuestra vida, surge una pregunta: si las máquinas pueden realizar tareas con una eficiencia y precisión inigualables, ¿qué valor aportamos los humanos?

Gracias a los avances en IA y la robótica, estamos automatizándolo todo a la vez que existen tareas para las que empieza a escasear la mano de obra. Da la impresión que empieza a ser un lujo que un humano nos atienda al teléfono o que nos cobre en cualquier servicio o ya incluso que nos atienda en un restaurante. Estamos sustituyendo las personas por robots, incluso de compañía a la gente mayor o de cuidados que nos hablan como humanos.

Cada vez más, habrá tareas realizadas por máquinas buscando la eficiencia o simplemente cubrir la falta de mano de obra. Automatizamos el aprendizaje, el que nos atiendan y, por tanto, cocineros, conductores, cuidadores u otras profesiones realizadas por personas empiezan a ser exclusivos. Sorprendentemente, muchas de ellas son profesiones que aportan un valor humano enorme que no hemos valorado cuando lo que debería ser es que los humanos aportemos valor en aquello en donde el valor es lo humano.

Las máquinas son herramientas que deben estar al servicio de nuestras necesidades. La respuesta no reside en convertirnos en máquinas o competir con ellas. Su valor estará determinado por su capacidad para realizar tareas específicas, pero no tendrán la capacidad de sentir, pensar o conectar con los demás de la manera en que lo hacemos los humanos porque ni sienten ni padecen. La clave está en revalorizar nuestras cualidades humanas, aquello que nos hace únicos e irremplazables: la creatividad, la empatía, la capacidad de conexión y las habilidades sociales.

Deberíamos empezar a ser valorados por nuestra capacidad para aportar valor a la sociedad humana de formas que las máquinas no pueden replicar. Es cierto que los robots están adquiriendo cada vez más capacidades y, en algunos casos, pueden reemplazar a los humanos en tareas específicas. Sin embargo, es importante recordar que las personas no somos robots y los robots nunca serán personas.

Esto no significa que debamos rechazar la IA o negar su potencial. Se trata de aprovechar las oportunidades que la IA nos brinda para enfocarnos en lo que realmente importa: ser humanos y educarnos masivamente para ello. Es decir, fomentar el pensamiento crítico, la creatividad, la inteligencia emocional y las habilidades sociales. Dicen que existen 12 tipos de inteligencia y muchas de ellas son relacionales y basadas en las habilidades humanas, pues ahora más que nunca debemos potenciarlas todas.

En lugar de temer a los robots, debemos aprovechar las oportunidades que la IA nos brinda para enfocarnos en lo que realmente importa: ser humanos creando un nuevo capitalismo humanista. Debemos desarrollar nuestras habilidades blandas y aportar valor a la sociedad de formas que las máquinas no pueden replicar, valorizando de nuevo lo que nos hace singulares.

El futuro del trabajo no debería tratarse de competir con las máquinas, sino de utilizarlas para crear un mundo mejor y que los humanos atendamos a humanizarlo. Debería ser un futuro donde lo humano es lo valioso, donde la clave del éxito sea ser más persona en tiempos de IA.

PD: En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, trepas, troyanos y trolls y rodearos de SINERGENTES que siempre suman aptitudes, equipo y valores.