En el último informe anual del fondo europeo de Venture Capital Atomico (State of European Tech 2023) se destacaba climate tech como el sector tecnológico de crecimiento más rápido. Las soluciones tecnológicas para mitigar el cambio climático representaron el 30% de todo el capital invertido en tecnología en Europa en 2023, triplicando la proporción invertida en 2021.

Así, numerosas gestoras de venture capital han lanzado en el último año fondos de capital privado con el propósito de fomentar la sostenibilidad en proyectos con tecnologías e innovaciones.

En la Unión Europea, desde el lanzamiento del Pacto Verde o Green Deal en 2019, con su ambiciosa hoja de ruta para convertir a Europa en el primer continente neutro en emisiones para 2050, hemos sido testigos de avances continuos año tras año. La Ley Europea del Clima y el paquete de medidas Objetivo 55, ambas aprobadas en 2021, junto con el más reciente Fondo Social del Clima de 2023, son claros ejemplos de este progreso.

Se podría afirmar que climate tech está de moda en Europa vista la tendencia en el mercado europeo. Indudablemente, existe un viento de cola regulatorio, acompañado de una creciente demanda desde empresas y corporaciones, una concienciación social en aumento, y un talento europeo de primer nivel, junto con una cantidad significativa de capital lista para ser invertido (dry powder) desde fondos de venture capital, growth, infraestructura, e incluso desde el balance de los bancos. Sin embargo, esto no es un fiel reflejo de lo que sucede.

La región está bien posicionada para liderar la lucha contra el cambio climático mediante la innovación y la adopción de tecnologías limpias, pero se necesitan esfuerzos significativos para conservar la relevancia del continente europeo dentro del marco global.

Una trascendencia que en otras tecnologías estamos perdiendo, como en inteligencia artificial, donde la sobre regulación en comparación con EEUU o China está frenando su desarrollo, o en semiconductores y computación cuántica donde la cuota de mercado europea es tan solo cercana al 10%. Una importancia que aún estamos a tiempo de defender, pero que no está garantizada.

Primero, hay que luchar para que climate tech se mantenga como prioridad a nivel europeo, porque los últimos cambios geopolíticos a nivel europeo nos están llevando a replantearnos cuestiones y prioridades climáticas que no deberían de estar en duda. Sin embargo, esta nueva ola de proteccionismo también tiene aspectos positivos como el apoyo a la relocalización a Europa de industrias clave como la del coche eléctrico y baterías y la promoción de la independencia energética centrada en las energías renovables y el almacenamiento (REPower EU).

Por ello, nace la iniciativa Green deal for Europe, lanzada en junio de este año, donde más de 400 organizaciones solicitan a los líderes europeos que renueven su compromiso con el Pacto Verde y lo establezcan como una de sus prioridades estratégicas para el próximo mandato.

Además, es vital proteger y apoyar a empresas y proyectos europeos líderes a nivel global en climate tech, como Wallbox en cargadores inteligentes para coche eléctrico, Northvolt en baterías o H2Greensteel en acero verde, y fortalecer la colaboración entre el sector privado y el público a través de asociaciones y grupos como EIT Innoenergy o Cleantech for Europe. Estas organizaciones desempeñan un papel fundamental en influir en las políticas públicas y en obtener el respaldo necesario para fomentar el desarrollo de empresas en este sector.

Según la Agencia Internacional de la Energía, las cadenas de valor de las tecnologías limpias llegarán a representar 600.000 millones de euros en 2030. Es una oportunidad increíble para la prosperidad de Europa que no podemos dejar pasar. La crisis climática no es temporal y el sector de climate tech tampoco lo es. Sin embargo, la capacidad de Europa para mantener su relevancia en este ámbito sí podría serlo.

***Carlos Fisch es socio de Seaya y codirector de Seaya Andrómeda.