"En el lugar de trabajo, al igual que en la vida, la sabiduría es más útil cuando se comparte". Con esta frase tan sencilla pero profunda, Chip Conley nos explica en un reciente artículo para HBR que la sabiduría es más valiosa cuando se comparte. De manera similar, la innovación abierta sugiere que las empresas deben combinar ideas internas y externas para impulsar la innovación y el crecimiento.
En la era actual, donde la inteligencia artificial (IA) está transformando profundamente el mundo laboral, surge una cuestión clave: ¿cómo pueden los trabajadores mantenerse relevantes en un entorno en el que la demanda de conocimiento humano está disminuyendo? Según Conley, la respuesta radica en la sabiduría humana.
La sabiduría, definida por Conley como "experiencia metabolizada compartida con otros", se ha convertido en un recurso clave en el lugar de trabajo. Mientras que la IA puede manejar tareas basadas en el conocimiento con una eficiencia sin precedentes, es la sabiduría humana la que aporta una perspectiva que las máquinas no pueden replicar. Esta sabiduría no solo mejora la toma de decisiones, sino que también enriquece la cultura organizacional al fomentar relaciones intergeneracionales en el trabajo.
El concepto de sabiduría ha evolucionado significativamente a lo largo de la historia. Aristóteles la veía como una combinación de conocimiento teórico y prudencia práctica, considerándola la virtud más elevada. Durante la Edad Media, Tomás de Aquino integró esta visión con la teología cristiana, destacando la sabiduría como un don divino. En la era moderna, Kant la redefinió como la capacidad de juzgar correctamente en situaciones complejas y tomar decisiones éticas basadas en principios universales. En el siglo XX, Carl Jung y Robert Sternberg la ampliaron desde una perspectiva psicológica, enfocándose en el equilibrio entre el inconsciente y el consciente, y en la capacidad de balancear intereses personales y sociales.
A medida que la IA sigue avanzando, la demanda de sabiduría humana se hace aún más evidente. Con cinco generaciones trabajando juntas por primera vez en la historia, existe un enorme potencial para que la sabiduría de los trabajadores más experimentados se combine con la energía e innovación de los más jóvenes. Esta mezcla de perspectivas no solo aumenta la productividad, sino que también mejora la satisfacción laboral y la retención de empleados.
La transición del trabajo basado en el conocimiento al trabajo basado en la sabiduría refleja un cambio profundo en cómo las organizaciones deben abordar el desarrollo del talento. En lugar de centrarse únicamente en acumular conocimientos, las empresas deben cultivar un entorno donde la sabiduría pueda florecer. Esto implica crear programas de mentoría, fomentar el aprendizaje continuo y promover una cultura de intercambio de conocimientos.
Además, la integración de la IA en el lugar de trabajo plantea desafíos únicos. En otro reciente artículo publicado en HBR por H. James Wilson y Paul R. Daugherty, los autores destacaban que el éxito en esta nueva era dependerá en gran medida de la capacidad de los trabajadores para colaborar eficazmente con modelos de lenguaje de gran tamaño (LLMs, por sus siglas en inglés).
Esto incluye desarrollar habilidades de interrogación inteligente, integración de juicio y aprendizaje recíproco. La clave para el éxito en el futuro del trabajo radica en una simbiosis efectiva entre humanos e IA. Mientras que la IA se encargará de las tareas más rutinarias y basadas en el conocimiento, los humanos deberán aportar la sabiduría, el juicio y la creatividad necesarios para guiar a las organizaciones hacia un futuro próspero.
Para enfrentar estos desafíos, las organizaciones y los individuos deben adoptar una serie de estrategias. Primero, es crucial invertir en el desarrollo de habilidades que permitan a los trabajadores interactuar eficazmente con la IA. Esto incluye el fomento de programas donde se promueva el intercambio intergeneracional de sabiduría y conocimiento. Además, es vital crear una cultura organizacional que valore la sabiduría tanto como el conocimiento, promoviendo un entorno donde se reconozca la importancia de la experiencia acumulada.
Finalmente, la recomendación más importante es fomentar un entorno de aprendizaje continuo. En un mundo donde la tecnología cambia rápidamente, solo aquellos que se comprometan a aprender y adaptarse constantemente podrán mantener su relevancia. La sabiduría, en este sentido, no es un estado fijo, sino un proceso en constante evolución, y las organizaciones que reconozcan y apoyen este proceso estarán mejor posicionadas para enfrentar el futuro.