España está cada vez más digitalizada. Su transformación es una realidad palpable y en constante evolución. En los últimos años, hemos observado un aumento notable de la adopción de tecnologías avanzadas, que no se limita solo a unos pocos sectores, sino que es un fenómeno que abarca desde las telecomunicaciones a la energía, pasando por la administración pública, los servicios financieros o el turismo.

Su impacto transversal en favor de la sociedad es evidente, y así lo recoge el Barómetro de la Economía Digital de AMETIC en su edición de 2024, presentado hace escasos días en Santander en el marco del 'Encuentro de la Economía Digital y las Telecomunicaciones' de AMETIC. La industria digital facturó en 2023 un total de 129.019 millones de euros. Una cifra que supone un 5,2% más que el año anterior, y que consolida un crecimiento sostenido de la industria desde la Pandemia.

Este crecimiento está impulsado, en gran parte, por la adopción de tecnologías como la inteligencia artificial (AI), el internet de las cosas (IoT) y la nube, que no solo están transformando los negocios que ya conocemos, sino que también están creando nuevos modelos.

Una verdadera metamorfosis que hace que la economía digital, en sentido amplio, la que está basada en bienes y servicios digitales que provengan, bien de nuevos negocios o bien de la transformación de negocios e industrias preexistentes, represente ya el 24,2% del PIB con un crecimiento del 6,6% sobre el año anterior.



Esto significa que cada euro invertido en tecnología digital genera casi tres euros de impacto en la economía. Se trata de un dato verdaderamente alentador que muestra la capacidad de la tecnología para multiplicar su efecto y dinamizar todo el sistema económico, incluido el ámbito laboral. Y es que, según el Barómetro, el empleo en el sector digital ha crecido un 4,7%, alcanzando los 667.962 trabajadores.

La tecnología no solo nos está permitiendo crear empleo, sino también ser más eficientes en los procesos productivos y brindar al trabajador la oportunidad de aportar mayor valor añadido. Así, la tecnología tiene un efecto amplificador en todo aquello que toca. Veamos dos ejemplos.

La facilitación del comercio electrónico a través de las plataformas, para que cualquier pyme pueda vender sus productos y servicios onlineno sólo ha revolucionado un área funcional clave en cualquier negocio. También hace posible la internacionalización de la actividad de estas compañías de una forma fácil y eficaz, llegar a otros mercados e, incluso, ayudar a solventar en parte el fenómeno conocido como “España vaciada”. Esto último, al potenciar negocios locales muy arraigados al territorio, haciéndolos sostenibles y generadores de riqueza y, por tanto, impulsar la actividad comercial y vida en estas regiones.

El segundo ejemplo de este efecto amplificador es el aumento y potenciación de las capacidades del ser humano. Con esto, hemos aplicado soluciones tecnológicas para resolver algunas circunstancias de personas con capacidades diversas, que posteriormente se han convertido en tecnologías ampliamente utilizadas por toda la sociedad para maximizar su potencial y su efectividad en diversos aspectos.



Esto ha ocurrido con el dictado de voz, el audiolibro o el subtitulado automático, entre otros muchos ejemplos. Es justo este efecto multiplicador el motivo por el que este año la Fundación ONCE recibió el premio “Impulso de las TIC en la empresa española 2024”, al ser un referente internacional indiscutible a la hora de mostrar, con casos prácticos, esta capacidad y potencial de la tecnología.

No cabe duda de que la implantación de las nuevas tecnologías también implica desafíos, y conlleva un proceso de adaptación en el que la colaboración es fundamental para conseguir maximizar su impacto positivo. En este sentido, comentaba Antón Costas en Santander que “hemos pasado de una época en la que la respuesta a los problemas económicos era la maximización, a otra, la actual, en que la respuesta son los trade-offs”, entendiendo por tal las soluciones de compromiso, las compensaciones. Y desde mi punto de vista, en cuanto a los riesgos y desafíos, es justo así, hay que minimizar para maximizar el potencial tecnológico para el bien en una suerte de compensación práctica.

Es tal el impacto que la transformación digital y la adopción tecnológica está teniendo en nuestra economía, y tal su potencial de impacto futuro, que, para asegurar el mejor escenario para nuestro país, desde AMETIC consideramos imprescindible llegar a acuerdos, trade-offs, en tres temas fundamentales: industria, formación e innovación.



Por este motivo, en nuestra edición 38 del evento más longevo de la UIMP, hemos presentado tres propuestas para tres pactos de Estado. Pactos de Estado que perduren más allá de los ciclos políticos, basados en colaboración público-privada, con la finalidad de alcanzar objetivos estratégicos para nuestro país a medio plazo.

Como voz de la industria digital, desde AMETIC consideramos que necesitamos tres pactos de Estado: para la reindustrialización, para la innovación, y para la educación y la formación. Estas propuestas fueron debatidas y desgranadas en el encuentro por los principales actores del sector público y privado, que tienen la capacidad, la autoridad y la responsabilidad de poder hacerlos realidad. Esta iniciativa propositiva fue unánimemente abrazada por los presentes, incluida la presidenta del Banco Santander, entidad coorganizadora del encuentro, Ana Botín, quien participó en el acto de clausura del encuentro y explícitamente mostró su apoyo a nuestra propuesta.

Este texto es solo parte de la conversación acaecida en Santander los primeros días de septiembre. De ahí que encuentros como este sean imprescindibles para entender de forma holística el peso e importancia de la industria digital.



*** Pilar Roch, directora general de AMETIC.