Decía Cocó Chanel que la moda pasa, pero el estilo permanece y quiero pensar que eso es aplicable a las empresas y el estilo de las personas.

Especialmente en el sector tecnológico, pero me atrevería a decir que, en casi cualquier sector, las empresas han incidido mucho en la cultura de los valores a la hora de atraer talento, no vamos a decir talento joven porque ya sabemos que el talento no tiene edad ni tiene género.

También me atrevería a decir que la población de una empresa se divide entre los que podrían recitar como papagayos los valores de la empresa y los que se quedan congelados si se los preguntas.

¿Son más fieles a esos valores los unos que los otros? Yo diría que no tiene por qué.

Los valores son intrínsecos a la persona, no te los tiene que decir una empresa y por cierto... tú no cambias de valores porque te hayas cambiado de empresa. ¿O sí? ¿O eres así de borreguito?

Vivimos los vaivenes propios de esta montaña rusa de tendencias, a veces contradictorias, que nos lleva a encumbrar el teletrabajo y sus bondades para la conciliación, el ahorro energético, la optimización del tiempo, etc. Seguido de una llamada masiva a volver a las oficinas porque la colaboración y el cara a cara son fundamentales para la innovación y el llevar a buen puerto un propósito conjunto de empresa.

Pasamos de la moda del big data (poco se dice últimamente acerca de que los datos son el nuevo petróleo y todo ese discurso que llenó páginas, debates y hasta congresos) a la inteligencia artificial como el máximo estandarte del futuro de una empresa. Si no estás invirtiendo en inteligencia artificial es que no eres una empresa inteligente o con futuro.

Y tanto se incide en estos mantras, sin el adecuado análisis pertinente, que luego pasa lo que pasa. Gran caída en bolsa de empresas con intereses en la citada tecnología porque se cree que el globo se está inflando de más.

Y puede que sea cierto, no me atrevo a negarlo, pero no se puede soplar y sorber al mismo tiempo, si me permitís la expresión, no pueden ser los mismos los que encumbrar en exceso y luego tumban, probablemente en exceso también la valía de una tecnología.

Y se destruye riqueza, y se cambia de becerro de oro, y ya puestos de valores de empresa, ¿por qué no?

Un poco más de rigor y honestidad nos vendrían bien a todos.

Y la honestidad y el rigor los proporcionan las personas, pero no porque figuren en el decálogo de los valores de la empresa sino porque van con uno mismo, como el estilo. Aunque se cambie de empresa el individuo tiene su estilo y es fiel a sus valores.

Por cierto, he dicho decálogo, pero no suelen ser más de cinco, por aquello de que como buen empleado hay que aprendérselos de memoria cual papagayo, es más, dudo que honestidad y rigor formen parte de cualquiera de esa lista de valores. Quizás porque se consideran demasiado básicos o poco rimbombantes

Sin embargo, yo en esas dos palabras encerraría buena parte de lo que espero de un empleado y por ende de la empresa a la que representa y mucho más si sólo se representa a sí mismo.

Esta montaña rusa de la inteligencia artificial, que no deja de ser el enésimo capítulo del trending topic del momento en el mundo de la tecnología y que en buena parte está provocada por mentes hablantes y pensantes ajenas al mundo de la tecnología, es innecesaria y perjudicial para la industria. Y para el crédito en la sociedad, en las inversiones que se están haciendo en ella y que tanto avance pueden traer y está trayendo a diversos campos como la sanidad, la educación, la ciberseguridad, etc.

Por eso, desde el orgullo de pertenencia a la industria tecnológica, reivindico la honestidad y el rigor del sector y sus profesionales y el valor que se genera para la sociedad desde ella. Dada la trascendencia que tiene esta industria, debería meterse en el catálogo de valores la honestidad y el rigor.

*** María José Talavera es Senior Director Spain&Portugal de VMware.