Una verdad tan antigua y evidente como que la formación es clave para el empleo resulta más incontestable cuanto más intensos son los cambios en el mercado laboral. Y los últimos años son, precisamente, uno de esos periodos de profundas transformaciones en el empleo.

La segunda edición del informe de Puestos emergentes, elaborado por Digitales y que será publicado en los próximos días, vuelve a identificar, como ya hiciera en 2023, tres ámbitos de potente crecimiento en términos de oferta laboral.

El primero de ellos, el tecnológico, lleva décadas liderando la innovación porque siempre tiene algo nuevo que ofrecer: en los últimos tiempos, son los puestos relacionados con la inteligencia artificial, la ciberseguridad, la ciencia de datos y la computación en la nube los que han irrumpido con fuerza al mismo ritmo que la sociedad ha hecho de estas cuestiones temas centrales para definir su futuro.

El futuro también es cuestión de sostenibilidad: energías renovables, reciclaje, economía circular… Todos estos términos, promesas hace una década y realidad contundente en el presente, necesitan de personal que sepa llevarlos a término, que instale infraestructuras, que gestione residuos, que investigue y desarrolle nuevas soluciones. Los empleos verdes son el segundo entorno de interés.

El tercero hace referencia a los cuidados. El avance de la esperanza de vida de las últimas décadas ha venido acompañado de una vejez más activa, que reclama un mayor nivel de bienestar. Aspiramos a vivir más tiempo y mejor, no solo en términos de salud, sino también en nuestras relaciones sociales o en cuanto al ocio.



Pero no se trata solo de los cuidados de las personas mayores: la dependencia puede aparecer en cualquier momento, bien por enfermedad o por accidente, y eso ya no implica necesariamente el final de la vida activa. Y, por último, la salud mental también ha ganado protagonismo en las prioridades vitales. Como resultado de todo ello, los empleos de la rama sociosanitaria están evolucionando al mismo ritmo que esta creciente demanda.

¿Está el mercado laboral preparado para estas nuevas necesidades? Los desajustes entre la capacitación de la fuerza laboral y las necesidades del mercado no son exclusivos de estos tres ámbitos, porque el empleo, como la sociedad, siempre está en constante cambio; pero sí que son más acentuados en estos casos y reclaman una respuesta rápida en la que la Formación Profesional desempeña un papel clave.

Afortunadamente, en los últimos años la Formación Profesional ha conseguido dejar atrás el estigma que durante mucho tiempo pesó sobre sus estudiantes y se ha convertido en una respuesta ágil y cercana al mercado de trabajo, con la FP —que ya tiene más de un millón de estudiantes en España— como punta de lanza para quienes buscan una opción de desarrollo cercana al entorno laboral.

Pero no solo para ellos. Si formarse, especialmente en estos tres ámbitos de creciente protagonismo, es una necesidad para los jóvenes, cualquier persona trabajadora es ya consciente de que tiene que reformarse, entendiendo este término como la adecuación de sus conocimientos y habilidades a lo que de ellos se espera en el entorno profesional. Reformarse en el sentido que apunta la segunda acepción que recoge la RAE —“modificar algo, por lo general con la intención de mejorarlo”—, que no en la cuarta —“enmendar, corregir la conducta”—.

La adquisición de competencias mediante cursos intensivos, con las facilidades que proporcionan los entornos digitales, son una vía muy útil para adaptarse a los cambios y progresar profesionalmente. Pero es un camino que han de transitar juntos trabajadores en activo y empresas. Es preciso que las propias compañías impulsen esta formación, motivando a sus empleados para que realicen los cursos que se ajusten a sus necesidades y ofreciéndoles facilidades para que no resulte una carga adicional a su propio trabajo.

También es necesario el concurso del sistema educativo, que ha de favorecer la identificación y desarrollo de las vocaciones desde la escuela: un alumnado motivado, en el que cada cual encuentre su propio camino, es la mejor garantía de una buena capacitación. Y eso pasa también por una mayor presencia de orientadores, una cuestión en la que España presenta un ratio muy por debajo de lo deseable.

Si este proceder se generaliza, no solo se logra una mejora dentro de la propia organización, sino que toda la economía sube un escalón en términos de competitividad. Si tomamos como ejemplo el empleo tecnológico, la Comisión Europea sitúa actualmente en el 4,4 % su peso sobre el conjunto del mercado laboral español, un porcentaje que tiene que duplicarse para alcanzar el objetivo fijado para 2030. La formación bonificada tiene que modernizarse, empezando por la diversificación de la oferta y la capacitación de los propios formadores, del mismo modo que ya lo ha hecho la FP. Este es el punto en el que las administraciones tienen todavía tareas pendientes.

La buena evolución del empleo en España tras la salida de la pandemia no puede ser coartada para la complacencia. Muy al contrario, ofrece el escenario idóneo para adoptar, con valentía y sin urgencias, los cambios que todavía tiene pendientes, con la formación como pilar fundamental.



Hay más personas que nunca trabajando; y una población activa (incluyendo desempleados) también en máximos. La oportunidad de adelantarse en tres ámbitos tan importantes como el tecnológico, el sociosanitario y la sostenibilidad está a nuestro alcance si los cuatro actores implicados (empresas, trabajadores, sistema educativo y administraciones) hincamos los codos con criterio y con un objetivo común definido.

*** Mónica Pérez Callejo, líder grupo Empleos Emergentes en DigitalES y directora de comunicación, estudios y RRII de Infojobs.