Esta semana hemos conocido que Google Cloud presentaba una queja formal ante la Comisión Europea, en la que acusa a Microsoft de prácticas anticompetitivas en la nube. La razón de este enfrentamiento radica en las políticas de licencias empleadas por el coloso de Redmond, que facilita la migración de las licencias ya existentes de sus soluciones al 'cloud', pero sólo si se mantienen dentro del perímetro de Azure.
Las nuevas políticas de Microsoft para facilitar el movimiento de licencias a su nube comenzó en 2019 y se estima que tienen un impacto en las organizaciones de 1.000 millones de dólares. Y es que, en caso de querer optar por la infraestructura de Google o de AWS, las empresas han de pagar una nueva licencia por el mismo servicio. Un "impuesto a la nube", como intentan hacer calar los contendientes en el imaginario colectivo.
La joya de la corona en esta disputa es Windows Server, el sistema operativo para centros de datos que hoy por hoy ostenta más del 70% del mercado. Desde Google creen que Microsoft "aprovecha su monopolio del software para encerrar a los clientes en Azure".
El líder de los servicios en la nube, Amazon Web Services, no es ajeno a esta guerra. Ya en noviembre de 2022, la compañía interpuso una queja contra Microsoft por el mismo motivo, aunque en su caso el asunto se resolvió fuera de los tribunales en un acuerdo cuyo detalle no ha trascendido.
Tenemos, pues, a los tres colosos de las infraestructuras 'cloud' enfrentados, porque nadie puede obviar que esta búsqueda de sinergias (por ser políticamente correctos) es una práctica que todos ellos están llevando a cabo. AWS está aprovechando su enorme base instalada para seguir construyendo sobre ella nuevas propuestas de servicios, incluso sustituyendo tecnologías de terceros por las suyas propias (como las bases de datos) con condiciones económicas ventajosas. Y la propuesta de Google Cloud incluye numerosos puentes con sus herramientas de inteligencia artificial de gran consumo y su omnipresente plataforma de publicidad online.
Con esta situación como telón de fondo, quedan claros varios puntos. El primero de ellos, que la nube dista mucho de ser un mercado consolidado, una 'commodity', donde las reglas de juego están escritas en piedra. Todo lo contrario: se trata de un segmento en pleno crecimiento y cuya optimización por parte de los hiperescalares sigue siendo un asunto de primer orden.
El segundo atañe a cómo se repite la misma historia una y otra vez. Recordemos que, ya en el año 2011, Oracle y Salesforce se enfrentaron públicamente y de manera extraordinariamente agresiva por el pedazo de tarta que representa el software empresarial en la nube, tanto ERP como CRM.
Y, en tercer lugar, sabemos que este tipo de disputas sólo vienen a beneficiar a las propias firmas implicadas, de un modo u otro; casi nunca al cliente que adquiere estas soluciones.
¿En qué quedará esta nueva guerra en la nube? Es difícil presumir resultados futuros. Estamos ante un mercado de 427.000 millones de dólares en el primer semestre del año (+23% respecto al mismo período de 2023, según datos recién salidos del horno de Synergy Research). Dentro de la nube pública, AWS concentra el 31% de los clientes, por el 25% de mercado que atesora Azure y el 11% de Google Cloud. Lejos de los tres contendientes están el resto de enseñas, como Alibaba Cloud (4%), Salesforce (3%) u Oracle (2%). No es de extrañar que saquen los puños, cojan las espadas y pelen con todas sus fuerzas por explotar al máximo esta tendencia.