En el vertiginoso entorno empresarial actual, no hay duda de que la innovación es una poderosa herramienta para impulsar la competitividad a largo plazo y el desarrollo económico sostenible. La innovación atrae progreso, bienestar y generación de riqueza a la sociedad, siendo las empresas el motor de la economía de cada país.
En este sentido, desarrollar y mantener una cultura de innovación dentro de las empresas no solo es deseable, sino esencial para su éxito, porque permite a las organizaciones enfocarse en la mejora continua y mantenerse ágiles para asumir riesgos y adaptarse mejor a los cambios. Una cultura de innovación fomenta la creatividad, la experimentación y la adaptabilidad, permitiendo a las personas y a las organizaciones enfrentar los desafíos de manera efectiva y encontrar soluciones innovadoras a problemas complejos, lo cual les otorga una ventaja competitiva que potencia su crecimiento.
En España vamos por el buen camino. Nuestro país continúa avanzando en la media europea de innovación por tercer año consecutivo, según refleja el European Innovation Scoreboard 2024, publicado por la Comisión Europea. De hecho, somos el séptimo país europeo que más mejora. En 2024, España ha alcanzado el 89,9% de la media comunitaria, lo que representa un incremento de 1,3 puntos porcentuales respecto al año anterior, alcanzando el puesto 14; 9,4 puntos más respecto a 2017. Este avance no solo refleja un progreso sostenido, sino que también nos posiciona como un referente emergente en el panorama innovador.
El EIS 2024 destaca la ventaja competitiva que nuestro país ha logrado en varios indicadores clave frente a otros países de la Unión Europea. España sobresale en ventas de soluciones innovadoras; en el bloque de digitalización, en el que ocupamos la cuarta posición de 27, superando a potencias como Suecia; y en el nivel del capital humano (noveno puesto), lo que demuestra la calidad y la preparación de nuestra fuerza laboral para afrontar los desafíos de un mercado cada vez más orientado a la innovación y al conocimiento.
Sin embargo, y a pesar del notable crecimiento de nuestro país en el ranking europeo, aún debemos enfrentar retos significativos en varias áreas. Nos falta implementar iniciativas que nos hagan avanzar hacia procesos de negocios más innovadores y consolidados, por ejemplo, en las Pymes. Es necesario introducir innovaciones en sus procesos de negocio, exportar más servicios intensivos en conocimiento y participar en cadenas de valor globales e intensivas en conocimiento.Sin olvidarnos de la importancia de generar empleo en empresas innovadoras, del desarrollo de tecnologías relacionadas con la sostenibilidad ambiental y de fomentar la inversión empresarial.
Pero, ¿de qué manera puede una empresa fomentar la innovación en los procesos de negocio? Desde mi punto de vista hay cuatro estrategias que son fundamentales y cuya implementación supone un salto cualitativo para cualquier organización. En primer lugar, es imprescindible fomentar una cultura de innovación. Como destacaba al inicio, esto implica trabajar en la mejora continua y analizar constantemente los procesos para plantear nuevas formas de realizar las tareas. Se trata, por tanto, de cuestionar el status quo, no solo lo que se hace, sino cómo se hace y por qué. Esta cultura de la innovación se ha de extender a todas las áreas y niveles de la organización dentro de la empresa, asignando espacios y tiempo para que sea eficaz.
En segundo lugar, adquirir el hábito de innovar en una organización requiere de cultura y de liderazgo. Los modelos de innovación empresarial son más efectivos cuando son transversales y cuentan con el apoyo activo de la dirección. No basta con tener un responsable de innovación, es esencial promover la cocreación a través del intercambio de conocimientos, ideas y experiencias. La colaboración entre perfiles multidisciplinares y los distintos niveles organizacionales puede aportar a la empresa ideas innovadoras y percepciones diversas pero complementarias. Asimismo, es esencial destinar recursos adecuados a la innovación y otorgar autonomía a los trabajadores para proponer mejoras en sus procesos y en formarse en nuevas habilidades.
En línea con lo anterior, es imprescindible que haya un espacio y entorno favorable para implementar una metodología de trabajo clara y accesible, que anime a los empleados a proponer ideas y desarrollar iniciativas colaborativas sin miedo a cometer errores. El proceso de innovar puede ser complicado y generar cierto grado de incertidumbre, por lo que es crucial definir un esquema de trabajo conocido por todos los empleados que fomente la experimentación y celebre y recompense las nuevas ideas. En un entorno en el que se premia la toma de riesgos calculados y se acepta el fracaso como parte del proceso de aprendizaje, las personas se sienten más motivadas a probar nuevas ideas y a buscar soluciones innovadoras sin temor al error, que es muchas veces parte del camino.
Y, por último, para fomentar la innovación en los procesos de negocio es fundamental colaborar y apoyarse en ecosistemas de innovación. Para ello, aunque existen variedad de recursos, procesos y modelos marco que nos guían en este camino, lo más importante es identificar las personas u organizaciones que pueden aportar valor y hacer que “las cosas sucedan”. En este sentido, participar en redes y jornadas de innovación, así como establecer alianzas con startups, universidades, centros tecnológicos, administraciones públicas y otros actores clave del ecosistema, permite mantenerse al tanto de las tendencias, crear sinergias y diseñar soluciones de mayor valor.
En definitiva, fomentar el hábito de innovar propicia la creación de nuevas oportunidades y soluciones que transforman los procesos empresariales y mejoran los productos, aportando un alto valor añadido. Por eso es determinante implementar estas estrategias de manera consistente para consolidar un ecosistema innovador sólido y competitivo.
*** Vanesa Blanch, responsable de Alianzas y Partnerships de Ayming.