De forma global, el sector de la inversión de impacto sigue creciendo, estructurándose y atrayendo la atención de nuevos actores año tras año. Francia es uno de los territorios pioneros con esta aproximación inversora, continúa evolucionando y consolidándose como uno de los mercados de referencia en Europa.

Si hacemos un poco de historia para entender la motivación y la evolución de la inversión de impacto en Francia, tenemos que remontarnos a 1983, cuando Crédit Coopératif, junto con CCFD-Terre Solidaire, una ONG cristiana, lanzó la primera mutualidad solidaria, Faim et Développement (Hambre y Desarrollo), con el fin de facilitar el acceso al crédito a las pequeñas empresas de los países en desarrollo excluidas de los sistemas bancarios tradicionales.

También creados ese mismo año, los clubs CIGALES reunían a grupos de inversores privados que apoyan proyectos económicos con vocación social, medioambiental o cultural. Estos son solo dos ejemplos, pero nos permiten mostrar que ya existían iniciativas de inversión de impacto antes de que se consensuara una definición a este tipo de aproximación inversora, y que, por lo tanto, en el país hay una larga tradición, sensibilidad social, y experiencia, combinando rentabilidad financiera y social.

El ecosistema francés de apoyo a las empresas sociales se caracteriza por uno de los marcos normativos más avanzados de Europa y cuenta con el apoyo decidido del gobierno, tanto a nivel nacional como regional. De hecho, bajo el término de "economía social y solidaria", el concepto francés de economía social existe hoy en día como un sector firmemente anclado en la economía francesa.

En este contexto vale la pena destacar dos iniciativas que han sido claves para el desarrollo de este ecosistema social: en primer lugar la concepción de la etiqueta FINANSOL, que permite distinguir los productos de ahorro solidario disponibles a través de intermediarios financieros (como bancos, fondos de pensiones, etc.) de otros tipos de producto de ahorro generalista, y en segundo lugar, los fondos 90/10, un mecanismo que obliga a las empresas con más de 50 empleados a ofrecer a su personal, además de los planes de ahorro regulares, un fondo de ahorro solidario opcional, que destina entre el 5 y el 10% de sus activos a empresas sociales elegibles (que no cotizan en bolsa).

Además, a lo largo de todos estos años, la Banca Pública Francesa (BPI France) también ha sido un agente clave diseñando y lanzando productos financieros adaptados, y con el propósito de potenciar la inversión de impacto.

Según un estudio conjunto realizado por FAIR, el Foro Francés de Inversión Sostenible (FIR) y France Invest, el mercado de la inversión de impacto en Francia al cierre de 2022 consta de 153 vehículos de inversión gestionados por 66 gestoras distintas, y maneja un total de 14.800 millones de euros en activos bajo gestión.

Es importante destacar que estas cifras se han calculado siguiendo una definición estricta de los tres pilares fundamentales de la inversión de impacto: intencionalidad, adicionalidad y medición. Además, el estudio se concentró exclusivamente en los actores que operan prioritariamente en Francia y realizan inversiones directas, excluyendo así los fondos de fondos, para asegurar la comparabilidad con datos de otros países europeos.

Teniendo en cuenta este marco, en 2022, se invirtió 11.800 millones de euros en unas 90.000 organizaciones con impacto social y/o medioambiental.  La mayor parte del capital invertido fue en forma de capital (53%), la deuda ocupó el segundo lugar (29%), y el quasi-equity sólo representó el 15%.

Si entramos un poco más en detalle a través de los 3 pilares de la inversión de impacto, vemos que, en cuanto a intencionalidad, el 65% de estos vehículos de inversión apoyan especialmente a las organizaciones con vocación social y buscan contribuir especialmente a los ODS 1,4,8,10, siendo la principal preocupación la generación de empleo, versus un 19% que tiene objetivos medioambientales y que se focaliza en las problemáticas de los ODS 7, 11, 12, 14.

Por lo que se refiere al criterio de adicionalidad, los inversores apoyan activamente la creación de valor en las empresas en las que invierten proporcionando apoyo extra financiero (80%), en particular para la medición del impacto (98%) y el apoyo estratégico y operativo (89%).

Por último, al igual que en otros ecosistemas, la medición del impacto es una cuestión de debate. En 2022, mientras que el 15% de los vehículos se basan en marcos de gestión y medición del impacto desarrollados internamente, el 68% se había inspirado en marcos comúnmente aceptados en el sector (UNPRI, IMP, SDG, entre otros).

A pesar de que aún no hay datos concretos de la rentabilidad de estos activos, la mayoría de los gestores que participaron en el estudio trabajan poniendo al mismo nivel de importancia la rentabilidad financiera y el impacto social y solo un 35%, se consideran impact first, es decir,es decir que priorizan el impacto social antes que la rentabilidad, situándose al lado de la filantropía. Pero lo que si sorprende en un ecosistema con este nivel de madurez, es que el 55% de los gestores cree que la rentabilidad de los fondos va a estar por debajo de la media de mercado.  

En definitiva, el ecosistema de inversión de impacto en Francia se consolida año tras año, contando con el firme apoyo de las administraciones públicas. Francia participa activamente en los debates internacionales sobre temas no resueltos, como las metodologías de medición del impacto o la prevención del impact-washing. A pesar de estos desafíos, Francia se ha convertido claramente en un referente a considerar para otros ecosistemas de inversión de impacto que se encuentran en etapas menos avanzadas de desarrollo.

 ***Elena Rico Vilar es Managing Partner de Impact Partners Iberica.