Ayer celebramos los DISRUPTORES Innovation Awards 2024. Lo primero de todo, es obligado dar las gracias a las más de 300 personas que quisieron acompañarnos en nuestro gran evento del año. También al centenar que acudió a la llamada de la IV Jornada de Innovación Autonómica y Local. Un día grande para el sector tecnológico y la digitalización, para la ciencia y la transformación tan necesaria de nuestro país.
Con esta ocasión, tuve ocasión de hacer un profundo repaso a todo lo acontecido desde la anterior entrega de premios, hace un año. Pero reducir todo lo vivido en este 2024 en la arena de la innovación y la digitalización a apenas unas líneas es (casi) una misión suicida. Porque este año ha tenido una variedad de sensaciones, positivas y negativas, de diagnósticos -errados y acertados- y de sobresaltos, serendipias y bombas de humo como nunca antes habíamos experimentado.
2024 comenzó mal, seamos sinceros. En los primeros meses del año, prácticamente todas las multinacionales tecnológicas emprendieron rondas de despidos masivos y paralizaron muchas de sus inversiones. No era la mejor señal para un sector esencial para encarar una economía y una sociedad más sostenibles de cara al incierto futuro que nos aguarda en lo que a geopolítica se refiere.
Pero pronto esa sensación agria se volvió dulce. La industria de los centros de datos ha mostrado durante todo este año su fortaleza en España y, lo que es más relevante, sus planes para seguir creciendo en nuestro país. 60.000 millones de euros prometen aportar al PIB en los próximos cursos.
El Ministerio de Transformación Digital -comandado por José Luis Escrivá cuando empezó el año- anunciaba la Sociedad Española para la Transformación Tecnológica (SETT) con 20.000 millones disponibles para este noble objetivo. España batía récord histórico de patentes europeas, con el CSIC como principal baluarte. Entre tanto, la inteligencia artificial demostraba que no era un hype momentáneo, sino que estaba para quedarse… y los casos de uso de esta tecnología comenzaron a brotar.
Sin embargo, el agridulce impondría su dominio en este 2024. El auge de la IA se enfrascó en debates sobre la pertinencia de la regulación europea recién estrenada y las críticas de todas las ‘big tech’. La ambiciosa SETT no ha conseguido atraer ninguna fábrica de chips a nuestro país, como había prometido el Gobierno. Escrivá no ha llegado ni a celebrar un cumpleaños al frente del ministerio, ahora dirigido por Óscar López.
El ecosistema startup sigue sufriendo los efectos del invierno inversor. Nuestra posición en transferencia de conocimiento de la Academia a la empresa sigue siendo nefasta. Y surgen cada vez más voces que alertan sobre los límites, más inmediatos de lo que creemos, de los actuales modelos de inteligencia artificial generativa.
Decía Víctor Hugo que “el futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad”. Y en esas estamos.