Allá por finales de los años 70, un profesor del MIT David Birch popularizó la conocida analogía animal de los elefantes y las gacelas para explicar las dos velocidades y naturalezas que representan a grandes compañías: elefantes con gran tamaño y rigidez, con paso firme pero lento; y gacelas, animales a priori débiles, pero que crecen rápido y se mueven ágilmente.  

Esto cobra especial relevancia en el entorno de la innovación, ya que ambos entes están obligados a entenderse. Parece una quimera pensar lo contrario, teniendo en cuenta que las startups necesitan validar y crecer su negocio, especialmente las que tienen foco B2B en gran empresa, y las corporaciones requieren de acceso a tecnología e innovación más allá de los muros de su organización para anticiparse a los cambios y seguir siendo competitivos.  

Un estudio impulsado por el CISE a finales de 2017 sobre emprendimiento corporativo en España ya titulaba Gacelas y elefantes bailan sin pisarse. Pero, para poder innovar, no solo hay que transformar nuestras capacidades y tecnología, sino también nuestros procesos. No podemos pretender resultados diferentes sin cambiar las reglas del juego, o lo que viene a ser, pedir los mismos estándares y requerimientos para hacer pruebas de concepto con una startup, que los que pedimos a grandes proveedores para realizar otro tipo de grandes proyectos. 

Después de unos cuantos años… ¿Son ya las grandes empresas españolas capaces de adaptarse y colaborar de forma efectiva con startups para aprovechar este talento? Bajo mi forma de verlo, de forma general, diría que sí, aunque sea con matices y con diferentes grados de madurez y sofisticación. La apuesta por la innovación -especialmente innovación abierta, aquella predispuesta y con foco a colaborar con otros nuevos actores de diferente índole y naturaleza, especialmente startups- está más asentada que nunca en las grandes compañías de nuestro país. 

¿En qué vemos esta evolución o madurez? Desde mi punto de vista, especialmente en el objetivo real de las iniciativas de las corporaciones para colaborar con startups, principalmente a través de programas de incubación y aceleración, que se han disparado hasta, incluso, desvirtuarse su objetivo en muchos casos.

La desconexión con las áreas de negocio de las corporaciones, la visión paternalista corporación-startup y el protagonismo de los 'barnices' de marketing, han ido dejando paso a la utilización de estos programas como un canal real de identificación de soluciones innovadoras, para encontrar eficiencias o nuevas oportunidades de negocio conectadas con la estrategia de la compañía y sus necesidades reales, involucrando a sus departamentos, y buscando un “win-win” en el que se reconoce la aportación de valor mutuo por las dos partes en la colaboración.  

De hecho, es por ello que muchos de estos programas han evolucionado a modelos de aportación de servicios de apoyo o ayuda más limitados, o incluso con foco único en facilitar esa introducción de tecnología. Es el caso de los programas fast-track o venture-client, con una propuesta más reducida, pero también más concreta y clara, alineando intereses, factor clave para el éxito de estos programas junto a una correcta gestión de expectativas. Aunque, dicho esto, creo que el verdadero éxito de estos programas será que desaparezcan para convertirse en un proceso naturalizado e integrado dentro de la organización. 

Seguramente, tanto la apuesta y el convencimiento por parte de la dirección de las grandes compañías, como la necesidad de armar una propuesta de valor sólida y diferencial ante el gran número de iniciativas de otras corporaciones, y la propia maduración de nuestro ecosistema emprendedor, que ya cuenta con fondos de venture capital en prácticamente todas las etapas de la vida de una startup, emprendedores de segunda y tercera generación con mayor experiencia y exigencia, casos de éxito y un largo camino ya recorrido, hayan hecho que las iniciativas de colaboración con startups hayan dado un paso adelante en estos últimos años y sigan sofisticándose y adaptándose para poder alinear velocidades y facilitar que tanto gacelas como elefantes puedan bailar sin pisarse. Aunque queda mucho por transformar, y mucho camino por recorrer. 

*** Roberto Gómez Quirós, técnico de innovación abierta en Cepsa.