La inteligencia artificial ha transformado profundamente el entorno laboral, difuminando las fronteras que antes nos diferenciaban como profesionales. Aquellas habilidades técnicas que alguna vez requerían años de estudio hoy están al alcance de cualquiera con acceso a la información. En este contexto, me he hecho la pregunta sobre lo que verdaderamente nos hace destacar. Después de muchos años trabajando en el mundo de los RRHH en diferentes empresas y países, la respuesta es cada vez más clara: es la actitud.
Durante este tiempo he visto cómo, los títulos académicos y las destrezas técnicas, que antes eran distintivos de éxito, han dejado de ser las únicas cartas de presentación en la vida laboral. Esos logros parecían la clave para abrir todas las puertas. Sin embargo, el avance de la tecnología ha hecho que esos méritos se diluyan en un entorno donde muchas de las tareas pueden ser automatizadas o delegadas a un algoritmo.
Lo que realmente nos diferencia, lo que no puede ser replicado por una máquina, es cómo enfrentamos las situaciones vitales que la tecnología no resuelve: el liderazgo humano, la capacidad de gestionar lo inesperado, el modo en que conectamos con los demás y respondemos con empatía.
Observar estos cambios en mi entorno me ha llevado a preguntarme sobre cuáles serían las cualidades clave para enfrentar este nuevo escenario. Para mí, no son solo las habilidades que uno puede adquirir a través de un curso o certificación. Lo que realmente marca la diferencia, está relacionado con cómo decidimos responder, cómo enfrentamos las adversidades y cómo aprovechamos cada experiencia, buena o mala, para evolucionar. "No es lo que nos pasa, sino lo que hacemos con lo que nos pasa” (Teoría del 90/10).
¿Cuáles son los pilares fundamentales que me han acompañado en este recorrido?:
Resiliencia. No es solo una cuestión de volver a levantarse después de caer. He aprendido que la resiliencia tiene que ver con la capacidad de transformar cada caída en una oportunidad. En los momentos más difíciles es cuando he comprendido que el verdadero éxito radica en la fortaleza que uno desarrolla ante los obstáculos.
Adaptabilidad. Nuestro entorno personal, al igual que el mundo del trabajo, está en constante cambio. Ser adaptable no significa solo aceptar lo nuevo, sino estar dispuesto a evolucionar, a dejar atrás lo que ya no funciona y a abrazar lo desconocido y en algunos casos la incertidumbre. Esta capacidad de ajuste es esencial para, no solo sobrevivir, sino también avanzar en un entorno en el que todo cambia a una velocidad vertiginosa.
Proactividad. No basta con esperar a que las oportunidades aparezcan en el horizonte. Quienes realmente logran avanzar son aquellos que toman la iniciativa, que no esperan a que las circunstancias cambien a su favor, sino que buscan activamente cómo mejorar su entorno y su propio desarrollo.
Colaboración. Uno de los mayores aprendizajes de mi vida profesional ha sido experimentar que los logros más grandes no se consiguen en solitario. He visto de primera mano cómo los equipos que saben apoyarse mutuamente alcanzan resultados que parecían casi imposibles. En un mundo interconectado, la habilidad de trabajar codo a codo, aunque sea en remoto, con otros se ha vuelto más valiosa que nunca.
Mi conclusión es que, si bien las competencias técnicas son importantes, son transitorias, evolutivas y pueden adquirirse. Lo que marca la diferencia en este entorno cada vez más automatizado, lo que realmente trasciende, es la actitud con la que decidimos enfrentar cada desafío. Esa actitud, construida a lo largo de los años y las experiencias, es lo que nos permite destacar no solo en lo profesional, sino también en lo personal.
Y tú, ¿cómo te enfrentas a los cambios? ¿Estás preparado para destacar en este entorno donde la actitud marca la diferencia?
*** Silvia Uzuriaga Ruiz es Global HR Director en Mabxience y miembro de la Asociación Española de Directores de Recursos Humanos (AEDRH).