El sector de los semiconductores se ha convertido en un pilar fundamental de la economía global y de la evolución tecnológica en las últimas décadas. Estos componentes, esenciales en prácticamente todos los dispositivos electrónicos y sistemas tecnológicos modernos, son la base de un ecosistema que abarca desde teléfonos móviles hasta vehículos eléctricos y equipamiento industrial.

Dentro de esta amplia categoría, la fotónica integrada, y los sensores de imagen infrarroja (IR) en particular, representan un nicho especialmente estratégico dado su papel clave en sectores como la energía, el medioambiente, la seguridad y la defensa. Sin embargo, la producción de esta tecnología avanzada sigue siendo un campo dominado por muy pocos actores globales, y España no cuenta con soberanía tecnológica en este ámbito tan crítico, supeditado a la compra de sensores IR a terceros países.

En la actualidad, España cuenta con un ecosistema tecnológico emergente, con empresas e instituciones que han demostrado capacidades de innovación en sectores como la automoción, la energía renovable y las telecomunicaciones. Pero, cuando se trata de la fabricación de semiconductores y, en particular, de sensores IR, existe una brecha tecnológica considerable.

El desarrollo de este tipo de tecnología no solo implica la generación de riqueza por la propia fabricación y venta de semiconductores, sino que permite la generación de un ecosistema de alto valor añadido en toda la cadena de integración, desde la generación de empresas especializadas en la fabricación de cámaras hasta las empresas de desarrollo de algoritmos e IA que pueden automatizar la monitorización y detección de distintos objetivos.

Este nivel de sofisticación tecnológica no se logra sin una inversión de recursos previa, y España necesita crear una infraestructura adecuada para ello si pretende competir a nivel internacional.

El programa PERTE Chip es un paso en la dirección correcta que busca impulsar a España en el mercado de semiconductores, pero este esfuerzo debe enfocarse en escenarios donde haya cierta diferenciación respecto a lo ya existente, donde sea posible competir y no en la fabricación de chips de propósito general.

La tecnología IR es un campo en el que la futura industria española de semiconductores debe focalizar esfuerzos por ser una aplicación que, además del diseño y producción en sí de sensores IR de muy altas prestaciones, aportaría un alto valor añadido a los chips de lectura y procesado de estos sensores siendo un elemento estratégico para la defensa nacional.

En el ámbito medioambiental la demanda global de sensores de imagen IR está en auge, impulsada por regulaciones cada vez más estrictas y por la necesidad de las empresas de cumplir con los objetivos de sostenibilidad. Los sensores infrarrojos permiten, por ejemplo, la detección de emisiones de gases de efecto invernadero como el metano, una de las principales preocupaciones de las normativas ambientales en Europa y Estados Unidos.

También son esenciales para el control de procesos industriales en la producción y distribución de energía, así como para la vigilancia en sectores como la petroquímica y la minería, donde las condiciones peligrosas requieren soluciones tecnológicas avanzadas que garanticen la seguridad de las operaciones.

La implementación de sensores de imagen IR en el ámbito de la seguridad y la defensa es igualmente crítica y ha sido creciente en los sistemas de defensa desde la 2ª Guerra Mundial. Estos sensores se utilizan profusamente en sistemas de armas como misiles y munición en sistemas de detección pasiva de amenazas, permiten la vigilancia del escenario en tiempo real y la detección temprana de amenazas e intrusiones, mejorando la seguridad perimetral y la protección de infraestructuras críticas.

En un contexto global en el que las amenazas a la seguridad nacional y cibernética se multiplican, disponer de tecnología nacional de alta precisión en la detección pasiva (sin iluminación, el blanco es la fuente de luz IR) y en la anulación de amenazas se convierte en una ventaja estratégica.

Además, en situaciones de emergencia, como incendios o fugas de sustancias peligrosas, la capacidad de un sensor IR para detectar y monitorizar estas condiciones en tiempo real puede marcar la diferencia entre controlar la situación a tiempo o sufrir daños significativos.

No obstante, para que España pueda ser un jugador clave en la producción de sensores infrarrojos, es necesario un enfoque ambicioso que vaya más allá de lo que se ha propuesto hasta ahora. El desarrollo de esta tecnología requiere no solo inversión en infraestructura física, sino también en investigación y desarrollo (I+D) y en la formación de talento especializado.

Es fundamental crear un ecosistema colaborativo en el que empresas, universidades y centros de investigación trabajen juntos para impulsar la innovación en este campo. La inversión pública y privada debe dirigirse tanto a la mejora de las capacidades de producción como a la atracción y retención de talento cualificado en microelectrónica, óptica e inteligencia artificial.

España ya ha demostrado su capacidad para liderar en sectores industriales y tecnológicos con alto valor añadido, como lo fue en su día el de las energías renovables. La pregunta ahora es si podrá replicar ese éxito en el sector de los semiconductores y, en particular, en la producción de sensores de imagen IR.

En el ámbito internacional, competidores como Estados Unidos, Francia e Israel han invertido considerablemente en sus capacidades tecnológicas para producir estos dispositivos, desarrollando cadenas de suministro robustas y colaboraciones estratégicas con empresas multinacionales.

Por ello, España debe moverse con rapidez si quiere evitar quedarse atrás en una industria que no solo genera beneficios económicos directos, sino que también tiene un efecto multiplicador en otros sectores industriales, tecnológicos y defensa. La ventana de oportunidad es limitada y cada vez se estrecha más a medida que otros países consolidan su liderazgo en esta tecnología.

Por tanto, es imperativo que se tomen medidas inmediatas y concretas para iniciar proyectos que desarrollen la tecnología de sensores infrarrojos en el país. Estos proyectos deben estar respaldados por políticas públicas que favorezcan la inversión, la colaboración internacional y la transferencia de tecnología, así como incentivos para que las empresas nacionales se involucren en la cadena de valor de los semiconductores y sus aplicaciones más avanzadas.

***Carlos Blanco, director de Estrategia en SENSIA Solutions.