Alex Saiz Verdaguer, fundador y CEO de MONEI.

Alex Saiz Verdaguer, fundador y CEO de MONEI.

Opinión FAST & FORWARD

El futuro del dinero ya está aquí, y su forma es digital y programable

Alex Saiz Verdaguer
Publicada

Hace poco más de un año, Suiza, el país con más apego al dinero en efectivo, celebró un referéndum para evitar que la digitalización de la economía pusiera en peligro el uso del efectivo como forma de pago tradicional. Esto no es ninguna casualidad: en promedio, cada hogar suizo almacena unos 22.000 francos en billetes y monedas, poco más de 22.000 euros. Esta inclinación por el efectivo, sumada a una desconfianza generalizada hacia las instituciones financieras, contrasta fuertemente con la tendencia global hacia un futuro dominado por el dinero digital.

Hace tan solo unos años, gestionar dinero era un proceso manual y lento. Pensemos, por ejemplo, en el uso de cheques, un método que implicaba esperar días o incluso semanas para que los fondos fueran transferidos de una cuenta a otra. Cada paso estaba plagado de trámites, tiempos muertos y posibles errores humanos. Incluso algo tan sencillo como realizar una transferencia bancaria implicaba trasladarse hasta el banco, rellenar formularios y esperar a que la transacción se hiciese efectiva sin inconvenientes.

La irrupción de la tecnología en las finanzas ha transformado este panorama por completo. Los cajeros automáticos, las tarjetas de débito y las primeras plataformas de banca electrónica marcaron el inicio de esta evolución. Sin embargo, lo que estamos viviendo ahora va mucho más allá: el dinero ha dejado de ser simplemente digital para convertirse en algo inmediato, programable y universal. Hace años no nos habríamos imaginado que enviar dinero podría llegar a ser tan sencillo como enviar un mensaje.

España es un referente destacado en esta transformación digital. Según un informe reciente de Deloitte, la banca española lidera el ranking mundial de madurez digital, superando a potencias como Singapur y Canadá. Este liderazgo no es casualidad, herramientas innovadoras como Bizum han revolucionado los hábitos de pago de los usuarios de nuestro país. En 2023, Bizum batió el récord de 30 operaciones por segundo, gestionando más de 51.000 millones de euros.

En todas estas transacciones hay un claro protagonista: el móvil. El perfil del cliente bancario ha cambiado radicalmente, se podría decir que ya no hablamos de porcentaje de usuarios "sucursalizados", sino "smartphonizados". Este cambio abre la puerta a un futuro donde el dinero físico se volverá cada vez más obsoleto. Por lo tanto, la pregunta ya no es si este futuro llegará, sino cómo podemos aprovechar todo su potencial para maximizar así su impacto en la sociedad.

A pesar de que métodos como Bizum han logrado que los pagos a escala nacional sean inmediatos y sencillos, todavía existe un vacío evidente en lo que respecta a las transferencias internacionales. Enviar dinero al extranjero sigue siendo un proceso tedioso, caro y lleno de intermediarios. Es evidente que todavía queda mucho camino por recorrer y que la única forma de mantenernos a la vanguardia de las demandas de los usuarios es la innovación.

Es por ello que se precisa fomentar proyectos que respondan a las necesidades de los consumidores del siglo XXI. Aquí entra en juego una tecnología disruptiva: las monedas estables. Estas monedas digitales, vinculadas a activos estables como el euro o el dólar, combinan lo mejor de ambos mundos, la estabilidad y seguridad de una moneda fiat y la eficiencia y descentralización de la tecnología blockchain. Su potencial es enorme, es capaz de desbloquear un sistema en el que enviar dinero desde España a cualquier lugar del mundo sea tan rápido, asequible y universal como enviar un mensaje de texto.

De igual manera, la programabilidad del dinero digital abre un abanico de posibilidades que van más allá de lo imaginable hoy en día. Un ejemplo con un tema que nos toca muy de cerca es la gestión de ayudas durante las catástrofes naturales como la DANA. Con el uso de este tipo de monedas, los gobiernos podrían enviar ayudas económicas directamente a las billeteras digitales de los afectados. Todo ello, en pocos segundos.

Las autoridades también podrían establecer restricciones específicas para que esos fondos solo puedan ser destinados a cubrir ciertos servicios o productos. Por ejemplo, podrían configurarlos para que únicamente sean válidos en comercios que vendan alimentos, suministros esenciales o, en un caso concreto como el de Valencia, muebles. Este enfoque no solo garantiza la eficiencia, sino también una mayor transparencia.

A nivel empresarial, las stablecoins ofrecen una solución sin precedentes para que las pymes puedan competir en un mercado cada vez más globalizado. A través de ellas, empresas de cualquier tamaño pueden gestionar transferencias transfronterizas sin preocuparse por los elevados costes de intermediación o los largos tiempos de espera. Esto no solo mejora la eficiencia operativa, sino que también nivela el campo de juego.

Sin embargo, este futuro no está exento de desafíos. Europa, por ejemplo, se encuentra en una encrucijada. Es evidente que la regulación es esencial para proteger a todos los usuarios y garantizar la estabilidad del sistema financiero, pero un exceso de restricciones podría frenar la innovación y dejar al continente rezagado frente a otras potencias. China, por ejemplo, ya ha lanzado su yuan digital y lo está integrando en su economía con un enfoque ambicioso, estableciendo un estándar global en la adopción de monedas digitales estatales.

Si Europa quiere liderar esta revolución financiera, deberá encontrar un equilibrio entre fomentar la innovación y garantizar el cumplimiento del marco normativo. Las stablecoins, al ser herramientas descentralizadas y versátiles, ocupan un rol fundamental, ofreciendo un sistema eficiente, seguro y cómodo que puede adaptarse tanto a las necesidades individuales como a las demandas globales de un mundo cada vez más interconectado.

El futuro del dinero ya está aquí, y su forma es digital, programable y universal. Esto significa que ya no se trata únicamente de mover fondos de un lugar a otro, sino de dotarlos de capacidades avanzadas que les permitan operar de manera autónoma y eficiente. Desde el ámbito empresarial hasta el gubernamental, las aplicaciones son prácticamente ilimitadas.

Como toda revolución, esta transición requiere tiempo, visión y voluntad de adaptarse. La cuestión ya no recae sobre si abrazaremos este cambio, sino en cómo lo haremos para maximizar su impacto de manera positiva en nuestras sociedades y economías. Pero, sobre todo, para aumentar la competitividad y autonomía de Europa a largo plazo. Las monedas estables no son solo una opción; son el eje transformador para un sistema financiero que debe ser tan dinámico y flexible como el mundo al que sirve.

***Alex Saiz Verdaguer es fundador y CEO de Monei.