"A medida que el mundo se ha vuelto más complejo, interconectado y saturado de datos, las empresas están inmersas en ecosistemas digitales cada vez más intrincados," escriben Douglas Hannah y Shi-Ying Lim en un reciente artículo para HBR. Esta afirmación pone de manifiesto un desafío crucial en el panorama actual de la innovación: navegar por las complejidades de los ecosistemas donde los actores dependen unos de otros de formas novedosas y, a menudo, impredecibles.
Desde startups de salud digital que evitan prototipos tempranos, hasta empresas tecnológicas que democratizan la experimentación y comités que perfeccionan los métodos de selección de proyectos, tres artículos recientes de HBR aportan valiosas estrategias para gestionar la complejidad en la innovación.
El análisis de Hannah y Lim sobre startups de salud digital revela un enfoque contrario a la intuición, pero altamente efectivo: evitar los prototipos en las primeras etapas del desarrollo. Su investigación demostró que las empresas exitosas invirtieron primero en comprender el ecosistema más amplio, identificar necesidades no satisfechas y comprometerse profundamente con clientes clave antes de desarrollar productos costosos.
Esto contrasta con metodologías convencionales como el lean startup, que promueven prototipos rápidos. Stardoc, por ejemplo, prosperó al mapear la experiencia del paciente antes de lanzar un producto, mientras que Nudge fracasó con prototipos prematuros. La lección es clara: en ecosistemas complejos, aprender ampliamente antes de construir puede sentar las bases para una innovación más informada e impactante.
Este enfoque recuerda a Leonardo da Vinci, quien antes de crear estudiaba profundamente el mundo que lo rodeaba. Sus cuadernos, llenos de observaciones minuciosas, reflejan la importancia de comprender el contexto antes de actuar. En un ecosistema digital, como en el Renacimiento, el aprendizaje amplio y profundo sigue siendo un pilar esencial de la innovación.
Por otro lado, Iavor Bojinov y sus coautores analizan cómo la democratización de la experimentación puede impulsar la agilidad organizacional. Abogan por plataformas que empoderen a equipos diversos para probar hipótesis, aumentando tanto la escala como el valor estratégico de los experimentos.
Netflix, por ejemplo, refinó su interfaz mediante la iteración basada en datos de comportamiento de los usuarios, destacando cómo las herramientas de IA y repositorios de conocimiento permiten innovar más rápido. Este enfoque tiene ecos en el método socrático, donde el cuestionamiento colectivo fomenta el aprendizaje y la verdad. Democratizar la experimentación es, en esencia, un proceso socrático llevado al ámbito de los negocios.
Finalmente, Ronald Klingebiel y Lucas Böttcher exploran cómo priorizar proyectos de alto potencial en entornos de recursos limitados. Proponen la clasificación por rangos como un método robusto para alinear la experiencia colectiva y maximizar el impacto de las decisiones.
Novartis aplicó este principio al seleccionar proyectos farmacéuticos, logrando un balance entre discriminación robusta y asignación eficiente. Esta idea se conecta con la sociología de Émile Durkheim, quien destacó cómo las sociedades avanzadas prosperan mediante la interdependencia. En los negocios, como en las sociedades, no se trata solo de elegir lo mejor, sino de construir sistemas interdependientes que trabajen en armonía.
Analizando estas perspectivas conjuntamente, surgen lecciones clave para los líderes del siglo XXI. Invertir en la comprensión del ecosistema antes de actuar aumenta las posibilidades de éxito, ya que permite identificar las dinámicas más relevantes y adaptarse mejor a las necesidades del entorno.
Empoderar a los equipos con herramientas accesibles no solo fomenta la innovación, sino que también genera un aprendizaje colectivo que fortalece a la organización como un todo. Priorizar proyectos no solo por su potencial individual, sino también por su aporte al sistema global, asegura resultados sostenibles y alineados con los objetivos de largo plazo.
Sin embargo, estas estrategias no deben limitarse al ámbito empresarial, sino que deben conectarse con un propósito más amplio que priorice valores humanistas. La creatividad y la innovación tienen que servir no solo para resolver problemas inmediatos, sino para construir un futuro más inclusivo, diverso y sostenible.
La innovación debe reflejar un compromiso ético con la humanidad, adoptando prácticas que fomenten la equidad, protejan el medio ambiente y generen valor social. La diversidad en equipos, como enfatizan múltiples estudios, no solo enriquece la capacidad de innovación, sino que también asegura que las soluciones desarrolladas sean más representativas y efectivas para una sociedad global.
"La complejidad, cuando se aborda con reflexión, se transforma de un desafío en una oportunidad," concluyen Hannah y Lim. Al mirar hacia el pasado, desde Leonardo hasta Sócrates y Durkheim, encontramos inspiración para navegar los desafíos modernos.
En un mundo interconectado y en constante evolución, la creatividad y la innovación deben liderar el camino hacia un futuro donde el progreso tecnológico vaya de la mano con la inclusión, la sostenibilidad y el bien común. Solo así, la innovación logrará ser no solo eficiente, sino también profundamente humana.
***Paco Bree es director de programas de innovación de Deusto Business School y director general de Inndux.