1.- Cesta de Navidad. El kit digital llega a diciembre en forma de cesta navideña con nuevas rondas y reclamos; conociendo de primera mano el procedimiento y lo que está pasando, a mí esto cada vez me recuerda más a aquel eslogan de tanto éxito que llamaba a la solidaridad en épocas pretéritas: “siente un pobre a su mesa”.
No, no crean que me ha invadido el espíritu navideño, de hecho si puedo presumir de algo es de ser un poco grinch, pero qué quieren que les diga, esto del kit comienza a parecerse bastante al reparto de la pedrea en la Lotería de Navidad: medio millón de beneficiarios ya tienen su bono digital y multitud de problemas con sus agentes digitales. Un espejismo que cuando dábamos clase de microeconomía llamábamos ilusión monetaria.
2.- Digitalizando la pobreza. Cada día me encuentro a más personas sin hogar (hay más de 40.000 en España y subiendo) que en sus carteles de cartón donde expresan su petición de limosna dejan claro que los ciudadanos compungidos pueden ejercitar ese acto de caridad a través de un bizum. A mí esto me sobresalta sobremanera. A la carga artificiosa de emotividad navideña sólo le faltaba todo tipo de fetichismos en forma de vídeos e imágenes para demostrar cuan solidarios nos ponemos las personas físicas y jurídicas por estas señaladas fechas. Un auténtico tsunami de compra de satisfacción moral.
Nuestro país es vivo ejemplo de ello. Mientras nuestro gobierno presume de ser líder mundial de la “digitalización humanista”, acabamos de conocer las últimas estadísticas europeas y resulta que lideramos en la UE la pobreza infantil, la exclusión social y el paro juvenil. De hecho, en los últimos años se ha deteriorado el impacto redistributivo de nuestras prestaciones que ya dejaba bastante que desear. España es uno de los países de la UE donde las ayudas públicas son más regresivas: cuanto más rico eres, más dinero público recibes. Otra innovación española.
Vamos que el kit digital —que es hermanastra de estas prestaciones— se lo están llevando los de siempre, me temo. Diez millones de personas en España no pueden calentar su casa en condiciones, pero al menos tienen WhatsApp para felicitar las fiestas y debatir entre cuñados, y pueden pedir de vez en cuando cosas a un delivery. Debe tratarse del famoso escudo social en versión digital.
3.- Más átomos y menos bits. El problema de la digitalización tal y como yo lo veo es metafísico. Nos estamos olvidando de lo importante: el mundo real, los objetos y experiencias físicas, los átomos. El otro día leía a un experto (les reconozco que yo ya no sé qué significa tal cosa) que decía que durante décadas las principales innovaciones fueron dirigidas a mejorar la vida en los ámbitos más físicos: el transporte, las calles, las fábricas, las ciudades, las cosas que ayudaban a resolver los principales problemas de la historia de la humanidad (comer, resguardarse del frío y del calor, viajar de forma cómoda, etc), mientras que ahora parece que innovamos (es un decir) para inventar cacharros que no necesitamos para tener la ilusión de vivir otras vidas en metaversos.
Sólo hay que echar un vistazo a las listas de empresas con mayor capitalización bursátil: antes las copaban empresas de energía, de fabricantes de coches y de infraestructuras, ahora son las digitales. No ayudan a resolver ninguno de los viejos problemas del mundo, pero a cambio han creado unos cuantos problemas nuevos. El mundo de los viejos hechiceros ha regresado, pero hoy reconvertidos en los grandes creadores de mundos que no existen, y que dudo que nos estén haciendo mucho bien.
4.- El deeptech como utopía. Deeptech son aquellas innovaciones y emprendimientos que promueven, a través de tecnologías críticas, mejoras en ámbitos concretos de la realidad: en medicina y salud, en infraestructuras, en transporte, en biotecnología. Pero claro, eso requiere capital paciente y nosotros somos más de comprar pisos que en eso sí nos ajustamos a la realidad.
Somos un país donde la filial de la empresa que alquila habitaciones y apartamentos por doquier dice que ellos no tienen nada que ver con la subida del precio de alquiler, y a renglón seguido nos hablan de que son sostenibles, están comprometidos con la sociedad y tienen mucho propósito. Debe de ser propósito de amargarnos la salud habitacional, entiendo yo. Menos mal que somos un país innovador y el gobierno lo va a resolver de un plumazo con otra empresa pública.
5.- El fin de la democracia conocida. Todavía no sabemos qué formas adoptará en el futuro, pero que estamos abandonando el modelo de democracia liberal que conocíamos ni cotiza. En Rumanía (miembro de la UE) se anulan elecciones porque había injerencias masivas según sus tribunales, vamos que no les parece bien que la gente vote con algunas claves.
En Estados Unidos un tipo de familia millonaria, critpbro, fan de Elon Musk y fiel representante de una estirpe que acabará con la vida tal y como la conocemos, ha asesinado en una calle de Nueva York a un CEO de una de las mayores compañías de seguros médicos privados en Estados; en España ha habido diputados en el Congreso que no sólo no lo han condenado, sino que casi le comparan con el Che Guevara, con Robin Hood y con el inicio de una revolución contra los ricos.
Hay un vídeo navideño circulando en los que unos avatares perfectos de Sánchez y Feijoó, ambos vestidos con sendos jerséis navideños, se funden en un abrazo: cualquier bulo o meme hecho con IA en nuestros días será estudiado y aprendido como dato histórico mañana. Ese es el estado de nuestra educación y de nuestra sociedad.
6.- El barro otra vez. Somos dioses de barro, no sé quién dijo esto alguna vez. Subidos a lomos de unicornios digitales nos pensamos que somos invencibles e inmortales. La tragedia de octubre en Valencia debería servir para darnos cuenta de lo frágiles que somos. Si nos quedara un mínimo de capacidad cognitiva social deberíamos reflexionar sobre la incapacidad de salir en auxilio de los ciudadanos que nuestro modelo institucional, político y técnico ha demostrado.
Hasta la venerada durante años Unidad Militar de Emergencias, una de las pocas cosas que se hicieron bien en España en las dos últimas décadas, ha sucumbido al disparate de un marco competencial que nos atenaza. En el país que abraza la digitalización como si fuera una poción mágica, resulta que barrancos que cada cierto tiempo se pueden convertir en Amazonas furiosos no estaban dotados de sensores. Internet de las cosas lo llamaban antes.
7.- La digitalización no crea riqueza. El primer cuarto de siglo ha sido intenso en digitalización pero en el mismo periodo la productividad ha retrocedido sin parar. España es un claro ejemplo: la digitalización alcanza ya un 25% del PIB, pero la productividad total de los factores ha caído un 14% entre el año 2000 y 2021. Para arreglarlo el gobierno ha propuesto invertir 21.000 millones de los fondos europeos en digitalizar aún más la economía española. No sé si me entiende la ironía.
Se pone énfasis en la digitalización, pero me temo que eso no resuelve los principales problemas que tenemos los europeos: ¿qué ocurre con la productividad como ya se ha dicho? ¿qué ocurre con el llamado invierno demográfico? ¿qué ocurre con las llamadas corrientes demográficas? Nos enfrentamos a un trilema y no nos queremos enterar. No vamos a poder abordar con éxito y de manera simultánea en Europa la descarbonización de la economía, la ganancia de productividad que necesitamos, y la seguridad y autonomía que vamos a tener que conseguir para seguir siendo alguien en el nuevo escenario geoestratégico. Vamos a tener que elegir y cuanto más tardemos en hacerlo, más dura y profunda será la caída.
8.- Civilización TikTok. Hace un par de semanas mientras me hacía la pedicura en un centro de mi barrio, la estilista que me atendía me dijo textualmente: "Tengo un problema con el Tiktok, y soy plenamente consciente. Lo único que hago en mi vida es trabajar aquí diez horas y el resto del tiempo me lo paso viendo vídeos de TikTok, a veces hasta me olvido de comer".
Es un ejemplo más del modelo absurdo que ha creado la combinación de nuevas empresas tecnológicas, los nuevos servicios digitales y los cambios en la cultura y educación generales. El consumo bulímico de contenidos audiovisuales de escasos segundos de duración nos pasará factura.
Hace poco leía que incluso en ámbitos académicos los investigadores cada vez dedican menos tiempo a pensar, pues la presión por escribir papers aunque sean repetitivos y retóricos es la norma. Perder el tiempo (pensando o dejando volar la imaginación) es la única forma de crear nuevos mundos, pero en las escuelas de emprendimiento te dicen que corras y no pares de hacer cosas. Hasta que te caes al suelo y te despiertas.
9.- Hombres de espíritu. ¿Dónde estáis? Cicerón se enfrentó a los líderes militares romanos que acabaron con la República en favor de un modelo a imagen y semejanza de un Emperador infalible (no sé por qué esto siempre se repite cada dos por tres en la historia como podemos comprobar en la actualidad). El intelectual romano al final fue ejecutado no sea que cundiera su ejemplo. Cuando quiso despertar de su pose biempensante ya era tarde.
Y es que los hombres de espíritu como él siempre dudan, siempre reflexionan, mientras que los hombres de acción ejecutan directamente y son más de ir al grano, sobre todo si se trata de ganar o mantener el poder. Como estoy convencido de que necesitamos más hombres de espíritu, a veces fantaseo con que la IA podría ser la solución: te hace todo el trabajo sucio y te deja tiempo para pensar y hacer aquello que es intrínsecamente humano y por tanto insustituible. P
ero luego caigo en la cuenta de que la IA difícilmente resolverá nuestros problemas, dado que ese hacha digital sólo nos habla del pasado, pues es de lo que ya ha acontecido de donde obtienen los LLMs sus nutrientes.
Entonces ¿cómo vamos a imaginar y dar forma al futuro? Dicen algunos autores que en las dos últimas décadas se ha producido una suerte de pérdida masiva de competencias que antes teníamos y que ahora hemos ido perdiendo debido a la digitalización y automatización crecientes. Es un clamor el descenso generalizado en habilidades lingüísticas y matemáticas en los diferentes niveles educativos y en la población adulta. ¿Cómo vamos a encontrar la nueva senda en estas condiciones? Más que una IA de propósito general necesitamos volver al colegio.
Feliz Navidad y Feliz 2025.