El pasado septiembre publicaba un análisis explicando mi perspectiva sobre el momento que vive la inteligencia artificial. En aquel momento, una serie de artículos publicados en DISRUPTORES ('La inteligencia artificial generativa ya no tiene tanto tirón: por qué es una buena noticia para todos' así como 'El fin de los LLM como ChatGPT está cerca: así será la inteligencia artificial que triunfará en los próximos años' o 'Un tercio de los proyectos basados en inteligencia artificial generativa se abandonarán en 2025') levantaron mucha polvareda porque algunos entendieron que queríamos acabar con una supuesta burbuja en torno a la IA.

La entrada a escena de DeepSeek ha hecho revivir muchas de esas cuestiones y despertado preguntas que estaban en el candelero desde hace tiempo. Empero, poco o nada ha cambiado sobre el fondo del asunto. Poco a poco empieza a ser una tecnología que entra en el tejido empresarial y, conforme lo va haciendo, se descubren barreras y dificultades imprevistas, además de casos de uso prometedores que no lo son tanto. Un proceso natural de desilusión que precede a la consolidación de esta tendencia en su etapa de madurez

Es una postura de grises, mucho menos atractiva que los blancos (los que defienden que la IA va a revolucionar por completo el mundo e, incluso, que llegaremos a vivir pronto la inteligencia artificial general) y los negros (aquellos que creen que es una moda pasajera y una burbuja al nivel de las 'puntocom'). Y, sin embargo, los datos van constatando que es la interpretación correcta a todo lo que estamos viviendo, la forma de entender los convulsos -y emocionantes- tiempos que nos ha tocado experimentar.

Aludo para ello a las cifras de un reciente estudio de Lenovo e IDC, referente al grado de adopción de la inteligencia artificial en Europa, Oriente Medio y África. Según este informe, las empresas destinan ya el 20% de sus presupuestos de TI a esta tecnología, frente al 13% de hace apenas un año. La tasa de adopción de IA generativa se ha multiplicado por cuatro en los últimos meses, del 12% al 44%.

Hasta aquí parece que nos decantamos por la visión optimista sin reparo alguno. Pero al mismo tiempo, vemos un patrón repetido: el frenesí por una tecnología antes de que se consoliden sus fundamentos. Por ejemplo, el 30% de los proyectos encuentran problemas de escalabilidad y un 29% tropieza con la calidad de los datos.

Ahora sí, la fotografía está completa: la adopción está creciendo, la inversión también, pero si las empresas no resuelven problemas estructurales como la calidad de los datos, la escalabilidad o la formación de talento, podríamos estar ante un boom con pies de barro.

Toda tendencia tecnológica necesita su tiempo de maduración. Quizás ese concepto, el de madurez, sea el más crítico de todos. Necesitamos seguir probando casos de uso, detectando fallos o limitaciones y resolviéndolos. Lo que no necesitamos es volvernos locos con reacciones sobredimensionadas ante cualquier noticia o acontecimiento que se suceda a lo largo de este proceso que llevará no meses, sino años.

Porque sí, el 94% de los proyectos de IA en la región han cumplido expectativas, y un 31% incluso las han superado (frente a solo un 16% en Norteamérica, siempre de acuerdo a este estudio). Así que el camino no es una ilusión o una burbuja, como repiten algunos supuestos analistas como una cacatúa. Es el simple paso a paso que todos seguimos en nuestras vidas, y la inteligencia artificial no es una excepción.