"No volveremos a ver estos precios en mucho tiempo", decía en octubre de 1987 un viejo bolsista, de aquellos que se apoyaba en la barandilla del edificio de la Plaza de la Lealtad. He vuelto a oir la frase poco antes de las 17.30 horas del lunes cuando el Ibex 35 se dejaba casi un 5%. No hay que perder de vista que, en términos generales, las bolsas llevaban subiendo siete años, porque mientras la economía real tonteaba con la deflación, la especulativa inflaba las velas gracias a la liquidez que los bancos centrales han bombeado sin descanso.
El Dax Xetra, el índice de referencia de la economía con los mejores fundamentales del euro, entró en una fase alcista en marzo de 2009, con 3.600 puntos. Marzo de 2009, fíjense bien, tan sólo seis meses después de la ruina de Lehman Brothers. La subida hizo una pausa en 2011, con las incertidumbres provocadas por Grecia, Portugal, Italia y España, y se reanudó en septiembre de ese año. En abril de 2015, el índice tocó los 12.300 y ayer perdió los 9.000. José Antonio Fernández Hódar vaticinaba este fin de semana en su sección en el diario Expansión: "Viendo los dos gráficos que citamos (el Dax y el Dow Jones) , lo primero que se piensa es en la bofetada que pueden darse las bolsas".
La bofetada se ha ido desarrollando en cámara lenta en los últimos meses. Algunos expertos señalan que los índices se dieron la vuelta en el verano y que entramos en una fase bajista, pero ayer se aceleró. Pero eso no significa que haya llegado la hora de las gangas o que esta vez vaya a ser diferente a ocasiones anteriores.
Esta es la hora de los profesionales de los mercados. Todo el mundo sabe ganar cuando la bolsa sube, pero no cuando baja o corrige. Subidas y bajadas forman las arrugas del mercado donde los que saben anticiparse logran plusvalías. Si usted es de los que sabe, sabrá perfectamente cómo aprovechar esta situación si no lo ha hecho ya. Pero si no sabe, manténgase al margen o busque consejo experto porque todo indica que vienen curvas. En España se ha dado la desgraciada coincidencia de que hemos acumulado demasiadas incertidumbres sobre la mesa.