No estamos como en 2012, recordó ayer Luis de Guindos en el Congreso para reivindicar la tarea del Gobierno de Mariano Rajoy. Y es cierto, porque en 2012 la economía se hundía y ahora crece. Aunque hay muchos problemas, ya no reina la angustia que transmitía la prima de riesgo cuando abría los telediarios. Pero en 2011 y 2012, en el Congreso se decía que España estaba intervenida porque dependíamos de Bruselas y de nuestros socios europeos. Y se da la circunstancia de que, en 2016, sin un verdadero gobierno, estamos casi igual.
Como ocurría en 2012, la cifra de déficit la marca la Comisión Europea. Entonces el Gobierno quería negociar un margen mayor. La falta de experiencia llevó a Rajoy a autoatribuirse un objetivo de déficit que desató una oleada de desconfianza contra España. Pese a esa torpe jugada, Bruselas fue salomónica y acabó concediéndole cinco décimas adicionales. Pero el país pagó el error viendo durante varios meses a la prima de riesgo por las nubes.
El país está intervenido porque no hay quien pueda representar la fragmentada voluntad de los españoles
En 2016, España también quiere negociar el objetivo de déficit, como hace cuatro años. Y lo quiere hacer porque se ha producido una desviación de casi un punto del PIB en 2015. Pero como no hay un gobierno con apoyo parlamentario al frente del país, el ministro en funciones de Economía se ha tenido que limitar a apuntar en su libreta las previsiones del comisario Pierre Moscovici y transcribirlas en el cuadro macroeconómico español. Esto es lo que nos ha sido dado. Y para que quede claro, Guindos ha dicho en el Congreso que en este proceso él no ha “negociado”, sino que simplemente ha “coordinado”. Ha sido ministro de Economía por la transcripción.
En 2012 el país estaba intervenido de facto porque no tenía financiación suficiente y ahora lo está porque simplemente no hay quien pueda representar la fragmentada voluntad de los españoles que votaron el 20-D. No hay un gobierno que defienda una previsión distinta a la que plantea la Comisión Europea o el FMI. Resultado: el país no se maneja soberanamente ni siquiera dentro de los márgenes que podrían resultar razonables en un mundo tan interconectado como el europeo. Y esto sucede exclusivamente porque al estar sin gobierno nos hemos privado de todo margen de actuación.
Remitir planes sin sello de AIReF es como cuando Rato envió las cuentas de Bankia sin firma del auditor
El gobierno debe enviar antes de finales de abril dos documentos a la Comisión Europea: la actualización del Programa de Estabilidad y el Plan Nacional de Reformas. El primero está cogido con alfileres. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) se ha quejado el lunes 18 de que no le han dado la información suficiente para emitir su dictamen que es preceptivo. Guindos dijo ayer que aún tienen tiempo para hacerlo. Pero enviar a Bruselas el Programa de Estabilidad sin la firma de la AIReF sería como imitar a Rodrigo Rato cuando mandó al Banco de España las cuentas de Bankia sin la firma del auditor.
Y sobre el Plan de Reformas, el ministro Guindos prefirió no entrar en detalles ante los diputados. Aquello fue tan frustrante como el verso del “Anochecer en Coney Island” del Poeta en Nueva York de García Lorca:
“Yo, poeta sin brazos, perdido
entre la multitud que vomita,
sin caballo efusivo que corte
los espesos musgos de mis sienes”
¿Con qué caballo efusivo un gobierno en funciones recortará los musgos de las sienes de España? Con ninguno, porque sus brazos no cuentan con el vigor político de una mayoría parlamentaria que accione las palancas adecuadas. El pacto PSOE-Ciudadanos prometía emplear la nueva facilidad creada por Moscovici que permite cambiar reformas estructurales por una senda de reducción del déficit más relajada, pero ni siquiera se puede acometer esa vía porque sencillamente no hay gobierno.
España, en cierta forma, sigue intervenida. Más por culpa de sus propios errores que la privan del espacio de maniobra que por razones externas.
Sin duda que hay cosas que han mejorado. Guindos recordó ayer que en 2012 se pidieron prestados 100.000 millones de euros, mientras que este año sólo se pedirán 40.000 millones. El ministro de Economía en funciones dejó claro que hay que continuar con el proceso de reducción del déficit, no sólo porque lo impone Bruselas, sino porque nuestro endeudamiento es excesivo.
Afortunadamente, Bruselas aprieta pero no ahoga
La coyuntura actual es perfecta para hacer las cosas bien. Pero parecemos expertos en dilapidar ocasiones inmejorables. Afortunadamente, Bruselas aprieta, pero no ahoga. Después del incumplimiento de 2015 no tenía sentido exigirle a España que se situara de golpe en el 2,8% que le correspondía en la antigua senda. Así que Moscovici nos ha ofrecido un 3,6% de déficit, ocho décimas más, y un 2,9% para 2017, cifras que, de mantenerse el ritmo de crecimiento, no debería ser difícil de cumplir a menos que en el Estado se celebre una saturnalia.