Nos citamos en un bar del Puente de Vallecas, en Madrid. El veterano dirigente de IU pide un cortado. Sé que está en contra del acuerdo con Podemos, pero necesito que me explique donde radican, a su juicio, las diferencias ideológicas entre ambos. Se presta a hablar, pero bajo reserva de su identidad. Él se mantiene en un segundo plano, pero sabe que está a un tris de correr la misma suerte que Ángel Pérez, Gregorio Gordo o Miguel Reneses, la vieja dirección madrileña que ya es historia tras ser expulsada por la dirección federal en junio de 2015.
-¿Diferencias ideológicas con Podemos? Pero, serías capaz de decirme ¿cuál es su ideología? Yo no la conozco- repone mientras sorbe su café-. Un día te dicen una cosa y al siguiente te dicen otra diferente. Un día son de izquierda y al otro creen en la transversalidad. Un día son anticapitalistas y al siguiente aceptan la OTAN. En Asturias, por ejemplo, Podemos pide cerrar empresas públicas y bajar impuestos, pero en Madrid “la gente” no se entera.
Hay varias familias políticas amparadas bajo el techo de Podemos. Sucede igual que en casi todos los grupos políticos. Pero en ninguno como en Podemos el perímetro exterior está definido por el puro oportunismo. Ni siquiera han cerrado un censo de militantes. Participa el que quiere, vote a Podemos o no.
En Podemos también hay gente antisistema, de dudosa vocación democrática
-¿Podrías intentar caracterizar a esas familias?
-Están “los venezolanos”, el grupo de la Fundación Centro de Estudios Políticos y Sociales (Ceps) de Roberto Viciano, del cual intentan que no se hable. Iñigo Errejón encabeza un sector que es más reformista, que cree en la transversalidad, les importa menos la definición de clase, son más postmaterialistas y podrían coincidir en un espacio de competencia con el PSOE. También tienen gente antisistema, de muy dudosa vocación democrática. Pablo Iglesias es pura comunicación y puro oportunismo. Ahora se apoya en la Izquierda Anticapitalista, el grupo de Jaime Pastor, que son antisocialistas y anticomunistas. Nos acusan de haber renunciado a la revolución. Tienen una concepción del Estado que no es evolucionista sino creacionista: piensan que hay que hacerlo todo de nuevo. Repudian la Transición como un pecado de pragmatismo de la izquierda.
-Eso, después lo han matizado…
-Sí, pero lo que dijeron de la Transición caló entre los jóvenes. Esa impugnación generalizada del sistema, muchos hoy la comparten.
-También critican a los dirigentes que llevan muchos años, dicen que se han profesionalizado…
-Han recogido el discurso contra los políticos profesionales que se originó en el movimiento ecologista. Defienden la política no profesional como señal de regeneración democrática y creen que todo lo demás es corrupto. Pensar que el sueldo de los políticos se introdujo precisamente para que la gente de izquierda, que no tenía patrimonio, pudiera ejercer como diputado o concejal.
Se ha pasado de la izquierda transformadora a la izquierda rupturista.
-Parece que Podemos no acaba de comprometerse con la gestión de las instituciones que controla.
- Eso es un rasgo populista y de inmadurez, la no contaminación, el no querer participar, el pensar que te estás reservando para un supuesto asalto a los cielos. En Valencia se limitan a apoyar desde fuera. Lo mismo hacen en Castilla-La Mancha y ni hablar de Extremadura. En Asturias están confrontando con la izquierda y coincidiendo con el PP. Hay un radicalismo purificador, la idea de que los que estuvieron en el pasado no pueden liderar el cambio. Eso desemboca en una política de confrontación destructiva.
-¿La vieja idea de adecuar tus programas a la relación de fuerzas ha periclitado?
- Hay una parte joven, transversal, que cree aquello de que son jóvenes y muy preparados, y que los cambios tienen que venir todos y ya. Hay una componente generacional muy fuerte. Buscan la ruptura. Se ha pasado de la izquierda transformadora a la izquierda rupturista. Ven el eurocomunismo como una rendición al capitalismo.
-¿Y eso cómo lo ve alguien como tu?
-Lo veo como una ofensa.
-Pero algo de razón tienen…
-Es cierto que había un problema en la izquierda. El PSOE asumió posiciones liberales y está cómodo ahí. IU no lo estaba. Pero IU, la organización, vivía espartanamente, se ha tragado lo peor. Los aprovechados -Moral Santín y su tarjeta black-, fueron una excepción y se ha querido hacer creer que era toda la dirigencia. Ese estigma lo usaron para la depuración interna.
En Madrid fueron expulsados 4.000 militantes y se reafilió a 1.400. Ese fue el modelo de depuración
-Qué dimensiones tuvo la depuración.
-En Madrid fueron depurados 4.000 militantes. Llegó Alberto (Garzón), dijeron que todos los dirigentes eran black y no valían y ¡fuera! Se los cargaron a todos, incluso los que estaban limpios que eran la gran mayoría. Se produjo una inculpación inquisitorial, una causa general contra la dirigencia anterior. De los 4.000 excluidos se reafilió a 1.400. Ese fue el modelo de depuración. Con esa plataforma salió Alberto Garzón.
-¿Esto es sólido?
-Creo que no. Cabalgan sobre la indignación y la sobreexposición en los medios afines. Los círculos ya están sufriendo el deterioro de una organización tradicional. Donde había 100, ahora hay 10 o 20 participando. De las direcciones de Podemos de la primera etapa apenas quedan muestras. No hay un suelo firme.
La gente de tradición comunista es seria. Les causa aversión este tipo de política populista
-La alianza con IU le permitirá a Podemos disimular cualquier pérdida de votos.
- Yo no quería esta confluencia. Me imaginaba un escenario de izquierda más competitivo. ¿Por qué tiene que ser este modelo? Esta izquierda no es definitiva, ya verás, como no ha sido definitiva Syriza en Grecia o Grillo en Italia. Me gustaba mucho más el modelo portugués, con el Bloco, capaz de integrar al ecopacifismo, y un Partido Socialista. La gente de la tradición comunista es gente seria. Le causa aversión este tipo de política populista, estridente. No somos incendiarios. Si bien con este acuerdo no va a perderse uno de cada dos votos se puede llegar a perder uno de cada tres.
-¿Y qué os pasó? ¿Cómo perdistéis el control así?
- Sabíamos que iba a haber una eclosión en las elecciones europeas. Algunos pensaron que bastaba ponerse en la cresta de la ola, otros decíamos que había que moverse. Ahí nos pudo el conservadurismo. No fuimos capaces de neutralizar lo que adivinábamos que venía.
- Pero IU y Podemos hablaron en febrero de 2014…
- Aquellas conversaciones de febrero de 2014 no fueron tales. Los ninguneamos. Cuando no te subes al tren a tiempo, después ya todo te coge a desmano. Ahora ellos nos han convencido de que habrá un sorpasso, la sustitución de una izquierda por otra. Sustitución no es mestizaje, que es lo que a mi y a otros nos gustaba.