Venezuela ejerce un gran influjo sobre la política española. Y aunque el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, diga que la visita de Albert Rivera a Caracas fue “intrascendente”, los hechos no terminan de darle la razón. La crisis venezolana es tan grave que los tres expresidentes españoles -González, Aznar y Zapatero-, están, en mayor o menor grado, implicados en gestiones políticas o preocupados por el país sudamericano.
Con su visita, Rivera buscaba avergonzar a Podemos porque sus promotores dieron forma al chavismo y se beneficiaron de él. Pero el partido de Pablo Iglesias ha hecho como que la cosa no va con ellos, sin disimular su incomodidad. Por su parte, el PP está cautivo entre la responsabilidad del gobierno en funciones -que encarnaría Margallo-, y el deseo de responder a los insultos de Maduro a Rajoy que asoman en el partido. Paradójicamente, hoy el más interesado en callar es el PSOE, porque sus dos expresidentes discrepan fuertemente sobre la solución a aplicar en Venezuela.
Rivera, entre dos consejos
Las diferencias llegan hasta el extremo de que Albert Rivera ha revelado que Zapatero le desaconsejó visitar Caracas mientras que González le animó a ir. García-Margallo, que invitó a Rivera a que antes de viajar se tomara un café en su casa de Madrid con Zapatero, matizó la versión del líder de Ciudadanos: "Zapatero le dijo que reflexionara si su visita iba a servir para el entendimiento del país". El ministro admitió que Zapatero llamó a las autoridades venezolanas para pedirles que no impidieran la visita de Rivera. Por su parte, Felipe González dijo que la invitación de la Asamblea Nacional a Rivera era "tan legítima" como la de Maduro a Zapatero.
Zapatero es el expresidente que se ha significado más en esta crisis. Él, junto a los expresidentes Martín Torrijos de Panamá, Lionel Fernández de República Dominicana y Ernesto Sámper de Colombia forman el grupo de acompañamiento de la Comisión de la Verdad creada por Maduro en abril para “promover el diálogo” e investigar “los hechos de violencia de los últimos años”. Dicho organismo se creó al día siguiente de que el Tribunal Constitucional, controlado por Maduro, declarara “inconstitucional” una ley de amnistía de los presos políticos dictada por la Asamblea Nacional donde la oposición es mayoritaria.
La desautorización de Almagro
Felipe González, en cambio, está mucho más cerca de la oposición. Ha abogado por la liberación de Leopoldo López y, ayer, en un foro en Casa de América, advirtió de que se podría producir un nuevo “caracazo”, como el ocurrido en 1989 contra Carlos Andrés Pérez, si el gobierno de Maduro y la oposición no dialogan.
Pero González y Zapatero se encuentran en bandos distintos. El grupo de expresidentes que capitanea Zapatero acaba de anotarse una victoria importante al conseguir que la mayoría de los países de la Organización de Estados Americanos (OEA) desautorizaran al secretario general de este organismo, Luis Almagro. Éste, un exconsejero del presidente uruguayo Pepe Mujica, había invocado la Carta Democrática de la OEA para “promover la normalización de la institucionalidad democrática en Venezuela”.
La petición de Almagro podría haber supuesto la suspensión de Venezuela como miembro de la OEA. Almagro pensaba que los obstáculos puestos por Maduro al referéndum revocatorio y a las decisiones de la Asamblea Nacional suponen “una alteración del orden democrático” que los miembros de la OEA debían valorar. Pero al final se impuso una declaración más suave patrocinada por México y a Almagro ni siquiera le dejaron asistir a la reunión.
"Loco como una cabra"
Felipe González apoyó expresamente ayer a Almagro y se alineó con un grupo de dirigentes socialistas latinoamericanos que ya no consideran a Maduro como un genuino izquierdista. De hecho, hace pocas semanas Mujica dijo que Maduro estaba “loco como una cabra”.
Quien también está interesado por la evolución de la zona es el expresidente José María Aznar, aunque no se ha referido públicamente al asunto en los últimos días. Aznar apoya a López y a la oposición a Maduro. Su visión, sin embargo, es más estratégica. Le preocupa mucho el populismo, pero el expresidente visualiza una América Latina que no está dividida entre el norte y el sur, sino entre el Atlántico y el Pacífico donde esta última ribera, con países como Chile, Perú y Colombia, muestra un mayor dinamismo económico y disfruta de mayor prosperidad que la del Atlántico.
Aznar reparte su preocupación entre Venezuela y Colombia. En éste último país se está negociando el final de la última guerrilla importante de la región. Y a Aznar, como al expresidente Uribe que es su amigo, le preocupa la llamada “Justicia transicional”, donde la guerrilla podrá designar un tercio de cada tribunal que resolverán las violaciones de derechos humanos.
La "deserción" de La Habana
Uno de los grandes cambios estratégicos en la zona se debe a lo que está pasando en La Habana. Cuba tenía una altísima influencia política en toda la región, especialmente sobre los movimientos guerrilleros, a los cuales entrenaba y brindaba asistencia política. Desde hace años, esa influencia ha decaído. Quizá el último gran momento del castrismo en la zona fuera precisamente la designación de Maduro, a finales de 2012, como sucesor de Chávez cuando el ala militar representada por Diosdado Cabello quiso pugnar por el poder. El ala política, más dependiente de los asesores cubanos, apoyó con éxito a Maduro.
El PC chileno, que forma parte del gobierno de Bachelet, asesora a la guerrilla colombiana en ausencia de Cuba
La “deserción” de los cubanos, mucho más centrados en explorar su nueva relación con Obama, ha dejado un vacío de poder que ha propiciado la llegada de nuevos actores. Uno de ellos es el Partido Comunista chileno, que forma parte de la coalición de gobierno de Michelle Bachelet, que está prestando apoyo a la guerrilla colombiana en las mesas de negociación con el gobierno de Santos. El otro es el grupo de expresidentes donde figura Zapatero.
Shannon, el hombre clave
El gobierno de Obama no es ajeno a ninguno de estos movimientos. A través del poderoso Thomas Shannon, subsecretario del Departamento de Estado para Asuntos Políticos, controla los movimientos en los distintos escenarios. Shannon fue embajador de EEUU en Brasil hasta 2015, así que domina al detalle la crisis de ese país. En 1996 fue consejero de su embajada en Venezuela y conoce personalmente a la mayoría de los jerarcas del chavismo. De hecho, él personalmente implicó a Zapatero en la operación Venezuela según fuentes del entorno del expresidente. Las negociaciones en Colombia y la tensión de la relación con Cuba también pasan por su manos.
Curiosamente Shannon, a quien se le atribuye la política más moderada y de entendimiento de Obama con los gobiernos de Cuba y Venezuela, fue un estrecho colaborador de George Bush hijo. Fue asesor especial ante el Consejo de Seguridad Nacional y director de Asuntos Interamericanos en el mismo Consejo entre 1999 y 2000. Se le considera un defensor de las políticas de liberalización económica desarrolladas en Chile y México.