“Todo esto puede cambiar si no hay un gobierno que consolide el crecimiento”. “Un país no puede estar siempre en elecciones como una persona no puede vivir en la adolescencia”. “Sólo tenemos ruido y bloqueo”. “Ya vale de anécdotas, chismorreos y asuntos menores”. Mariano Rajoy, aprovechó la presentación pública del libro de Luis de Guindos España Amenazada para reforzar su estrategia: arremeter contra Pedro Sánchez porque no le permite ser investido. En uno de los escenarios favoritos de la burguesía liberal de Madrid -el auditorio de la Fundación Rafael del Pino- el presidente en funciones no tuvo inconveniente en proseguir la campaña electoral en la que España lleva instalada desde 2014.
Convertido en un auténtico mensajero del miedo, Rajoy utilizó el libro de Guindos como palanca. La exaltación de lo hecho por su Gobierno en el fatídico año 2012 le sirvió para poner de manifiesto que ya hay indicios de que el crecimiento se resiente. “Los costes económicos y la falta de control que provocan el vacío de liderazgo están aumentando”, dijo. El presidente olvida que aunque su gobierno interino tiene las alas cortadas para aprobar unos nuevos Presupuestos para 2017, a lo que no está autorizado es a incumplir los de 2016. Y en la segunda parte de la comparecencia de Luis de Guindos en el Congreso el martes 13 ya se vio claramente que estamos fatalmente abocados a ello. Pero de eso ayer no se dijo nada.
Rajoy se sumó al relato épico de 2012 que firma Guindos y destacó que “nunca un gobierno llevó a cabo un conjunto de reformas tan importantes”. Esta afirmación es muy discutible. No todas las reformas emprendidas por el PP han llegado a buen puerto ni han perdurado. Durante la X legislatura, la mala situación de España llevó a que las reformas y rectificaciones se acumularan en 2012. En 2013 se continuaron otras, pero ya en 2014 había ministerios -como el de Justicia por ejemplo- que estaban claramente contrarreformando.
No todas las reformas tuvieron la misma entidad ni requirieron la misma fortaleza política. Sin duda, la gran reforma de la X Legislatura es la laboral que sacó adelante en febrero de 2012 Fátima Báñez, una ministra que tiene muy bajo perfil, a la que se consideraba una prolongación de Soraya Sáenz de Santamaría debido a la gran amistad que forjaron cuando estaban en la oposición parlamentaria, pero que se sabe sus temas al dedillo y ha sido capaz de defender sus puntos de vista con acierto. Muchos apostaron a que Báñez, aparentemente sin apoyos políticos de relieve, no duraría hasta el final de la Legislatura. Se equivocaron. Otros creían que la reforma sería un desastre sin paliativos. También se equivocaron.
El protagonista de la jornada, Luis de Guindos, es el autor de la otra gran reforma, la del sistema financiero. Pero aunque ésta ocupó muchos titulares, Guindos no la hizo solo: contó con la invaluable ayuda de la Comisión Europea. El Memorándum de Entendimiento (MOU) asociado al rescate financiero fue una espléndida cobertura para que la reforma financiera no lleve un apellido: ni Botín, ni González, ni Rajoy, ni Guindos. Un acierto como diseño político, pero con mucho menos riesgo para su autor.
El resto de las reformas han corrido una suerte diversa. La educativa ha sido descuartizada por las comunidades autónomas y su autor se ha exiliado en París. La energética es un parche y no se habla más de ella porque el petróleo está muy barato aún. La reforma del Estado ha sido un frustrante tira y afloja. La reforma tributaria fue tan conservadora que ignoró una propuesta que ya era moderada, pero de excelente factura técnica como el Informe Lagares. Y la estabilidad presupuestaria, en fin… el déficit de 2015 fue del 5%, es decir, que a las finanzas públicas le siguen faltando cada año 50.000 millones.
Pero ayer Mariano Rajoy habló de la irresponsabilidad de la falta de gobierno como si la cosa no fuera con él. Y no quedó nada claro que no siga considerando los casos de corrupción que asolan al PP entre las “anécdotas, chismorreos y asuntos menores” que despreció.