Fragmento del libro de Raúl Gallegos ¿Cuándo se jodió Venezuela? que publica Deusto el 27 de septiembre.
"Jorge Giordani, un ingeniero electricista de setenta y seis años de edad con ideas radicales de izquierda, conocido como «el Monje» por sus costumbres de asceta y devoción casi religiosa por el socialismo, fue durante años el principal arquitecto de las políticas económicas del chavismo. Giordani admitió públicamente que el Gobierno de Venezuela perdió aproximadamente 20.000 millones de dólares a manos de empresas de maletín en 2012, el equivalente a un tercio de las importaciones totales de ese año. Visto de otra manera, el manejo corrupto de las divisas en manos del Estado le costó alrededor de 658 dólares a cada uno de los más de 30 millones de ciudadanos venezolanos en un solo año.
Eso es el equivalente a veinte veces la cantidad de dinero que el difunto dictador Saddam Hussein y su también difunto hijo Qusay supuestamente robaron del Banco Central de Iraq justo antes de que las tropas estadounidenses comenzaran a demoler su régimen.19 Bajo circunstancias distintas, perder esa cantidad de dinero se consideraría uno de los mayores atracos de la historia.
Los venezolanos de a pie también han encontrado atajos para hacer dinero bajo estas circunstancias. En noviembre de 2014, las autoridades venezolanas detuvieron a Zuely José Rodríguez en el aeropuerto deMaiquetía justo antes de que tomara un vuelo con destino a Madrid en posesión de 165 tarjetas de crédito a nombre de diferentes personas. Zuely no era un ladrón de tarjetas de crédito, sino un cómplice en una organización criminal dedicada a un negocio conocido en Venezuela como el «raspao» o raspado. El nombre viene de la acción de pasar («raspar») la tarjeta de crédito por un lector de código de barras. Aparentemente Zuely actuaba en confabulación con un grupo de venezolanos, entre ellos autoridades del aeropuerto, quienes presumiblemente intentaron que tomara su vuelo sin problemas.
El «raspao» funciona principalmente de dos maneras. En la primera, un venezolano que no puede viajar obtiene la autorización del Gobierno para gastar su límite de 3.000 dólares, y para hacerlo le paga al Gobierno 12 bolívares por cada dólar adjudicado a su cuenta de tarjeta de crédito. Luego vende esa tarjeta de crédito a alguien que viaja al exterior y que puede usar la tarjeta. Con el precio del mercado negro a 150 bolívares por dólar cuando Zuely fue atrapado por las autoridades, vender la tarjeta a alguien como Zuely le habría generado al propietario de una tarjeta una ganancia del 1.150 por ciento sin hacer esfuerzo alguno.21 Para mayor contexto, esa ganancia equivalía a siete años de trabajo para un venezolano que ganara el salario mínimo en diciembre de 2014.
Bajo la segunda modalidad del «raspao», un venezolano obtiene su cuota de tarjeta de crédito en dólares, viaja al exterior y convierte ese crédito en efectivo. Numerosas empresas han surgido de la nada en ciudades como Bogotá, Panamá, Miami o Quito que le cargan servicios ficticios a una tarjeta de crédito y le dan el dinero en efectivo al usuario a cambio de una comisión. El viajero regresa a Venezuela con los dólares en efectivo, los vende en el mercado negro y así obtiene suficientes bolívares para cubrir el coste del vuelo, el hotel y las compras que realizó en el exterior, y con dinero de sobra para gastar en Venezuela.
Durante mucho tiempo, los venezolanos se acostumbraron a cruzar la frontera con Colombia para «raspar» dólares en efectivo con su tarjeta en algún negocio turbio en la ciudad fronteriza de Cúcuta sólo para regresar a casa unas horas después con una pequeña fortuna. Las leyes cambiarias de Venezuela se han convertido en un enorme subsidio que ha permitido a miles de venezolanos viajar gratis durante varios años y obtener una ganancia al mismo tiempo.
El Centro Nacional de Comercio Exterior, Cencoex, la institución del Gobierno que aprueba la venta de dólares a individuos y compañías, ha intentado hasta lo imposible erradicar esta práctica, pero siempre alguien logra un atajo para hacerse con dólares baratos. Alguien encontrado culpable del «raspao» no sólo puede purgar varios años de cárcel en Venezuela, más aún, alguien culpable de especulación cambiaria es puesto en una lista negra en Cencoex que le impide comprar dólares del Estado en el futuro. Aun así, una gran cantidad de venezolanos lo ha hecho, ya que el riesgo de ser atrapado por las autoridades es mínimo y las ganancias potenciales son fabulosas.
En la lucha contra el «raspao», la fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, anunciaba regularmente en su cuenta de Twitter los nombres y números de cédula de venezolanos condenados por crímenes cambiarios. A mediados de mayo de 2015, Ortega envió en un tuit una lista con los nombres de 277 personas como prueba de la lucha del Gobierno contra la corrupción. Pero el incentivo a dedicarse a la comercialización ilegal de dólares es tal que incluso empleados del Gobierno se ven tentados a entrar en el oficio. Unas semanas antes de que Ortega publicase su tuit, oficiales de Contrainteligencia Militar arrestaron a seis empleados de Cencoex acusados de manipular el sistema informático de la institución para borrar los nombres de personas en la lista negra y que éstas pudieran comprar de nuevo dólares baratos de manos del Gobierno. Claramente alguien había pagado a los funcionarios por eliminar esos nombres de la lista."