“Don´t need no key to unlock this door, gonna break down the walls” Bruce Dickinson, Adrian Smith, Steve Harris
Uno de los mayores errores que cometemos en nuestro país es ignorar los riesgos que se generan a nivel global y las señales de alarma. Le concedemos una cualidad mágica a la política monetaria y olvidamos la importancia de los cambios estructurales. Es preocupante que nuestros políticos, preocupados sólo de su propio reino, no estén tomando medidas urgentes ante la ralentización y desequilibrios acumulados, y solo piensen en las empresas y ciudadanos como cajeros para financiar su bloqueo institucional.
Las señales son muy relevantes.
La ODCE estima que el crecimiento económico mundial se estancará durante 2016 y 2017 con tasas similares a las vistas en la crisis financiera. El principal problema es el aumento del proteccionismo. Según la Organización Mundial del Comercio, las medidas proteccionistas y restricciones al comercio han alcanzado máximos de 2009. Lo gracioso es que los mismos políticos que quieren limitar el comercio en casa fingen querer aumentar las exportaciones. Más que gracioso, es triste.
“El proteccionismo nos enseña a hacernos a nosotros mismos en tiempos de paz lo que nos quieren hacer nuestros enemigos en tiempos de guerra”, decía Henry George. El proteccionismo no protege a los sectores que finge defender, los condena al hundimiento y acelera la recesión.
La economía mundial crecerá sólo un 2,9% este año según la OCDE, frente al 3% que pronosticó en junio, y también revisa a la baja las expectativas de 2017, la tasa más baja desde la crisis financiera de 2008-2009. Y lo más importante a resaltar es que, en mi opinión, siguen siendo optimistas.
Que en ese entorno nuestras exportaciones alcancen un nivel récord y se desplome el déficit comercial es una buena noticia, casi un milagro cuando la mayoría de las economías globales reducen su ritmo exportador. Dar este dato como un hecho y no potenciarlo acabando con el bloqueo es irresponsable. Más de 60 acuerdos bilaterales de comercio y protección de la inversión están paralizados en nuestro país. Debería ser un titular diario que avergüence a los perpetradores del bloqueo.
Pero es que, además, España debería estar aprovechando esa ralentización global para atraer mucha más inversión extranjera. Creciendo el triple que nuestros socios y creando empleo, deberíamos ser un centro global de atracción de capital. Y creceríamos más y con mayor intensidad de reducción de paro.
Pero la inversión extranjera en España se ha desplomado casi un 29% en el primer semestre del año. Y tampoco les preocupa a los bloqueadores. Según el Registro de Inversiones Exteriores del Ministerio de Economía, en términos brutos la inversión productiva extranjera cayó entre enero y junio desde los 9.415 millones hasta los 6.716 millones de euros. La excusa de que “el primer semestre de 2015 fue excepcionalmente bueno” y que el ritmo normalizado es similar a otros semestres no nos puede valer. España no puede conformarse con 14.000 millones de euros de inversión anual. Sobre todo, cuando hasta un 50% de la misma es simplemente cambio de capital, es decir, no inversión adicional.
Cuatro operaciones corporativas explicaron la cifra excepcional de 2015. Nos debería preocupar que, en una economía como la española, tan pocas operaciones tengan tanto impacto. Y no me parece aceptable acostumbrarnos a que la cifra semestral sea decreciente. De 7.022 millones del primer semestre de 2012 a 5.276 millones en el primer semestre de 2014 supone que seguimos ignorando las dificultades y trabas que seguimos poniendo a una inversión extranjera que muchos políticos consideran como una “gracia” que ellos conceden generosamente. Seamos agradecidos, que permitimos invertir en nuestro Reino de Taifas mientras creamos 50 normas diarias, regionales, locales y nacionales, para hacer más difícil invertir.
No seamos tan negativos. La inversión directa cae, pero la inversión en cartera extranjera ha crecido de 33.900 millones de euros a 51.700 millones. Pero no es suficiente y no podemos conformarnos.
Ya escribimos en esta columna que el bloqueo sí tiene impacto. Que estemos creciendo y creando empleo no es una justificación cuando deberíamos estar ganando la partida de a ralentización global por goleada, como país que combina crecimiento, seguridad y atractivo.
Que a nuestros políticos bloqueadores les da igual es evidente. Su única prioridad es buscar cómo poner más palos en las ruedas. Luego, dirán que no es un problema español sino global. Y no es cierto.
Que el mundo vaya a crecer menos en los próximos años no es una excusa de mal estudiante que le dice a sus padres que “muchos han suspendido”. Es una oportunidad para poner las bases de ese cambio del patrón de crecimiento que tanto necesitamos. Pensar que la inversión extranjera no es esencial como motor de ese cambio es recurrir a los mismos errores del pasado, al ombliguismo que nos lleva a apostar por sectores rentistas, subvencionados y de baja productividad, en vez de potenciar nuestro atractivo como apuesta segura conectada a Latinoamérica, la Unión Europea y África.
Caer en el error de pensar que vamos a suplir la inversión extranjera “estimulando la demanda interna” nos envía de nuevo al agujero de 2009. Porque supone más deuda, más proyectos concedidos por diseño político y menos crecimiento potencial. Está más que demostrado que el efecto en crecimiento, creación de empleo y sostenibilidad es mucho mayor desde la inversión externa.
Los señores del bloqueo sólo piensan en gastar y recaudar. Olvidando que para recaudar hay que crecer y tener un sector privado potente. Que se “indignen” porque baja la recaudación de Sociedades y no por su causa, que se desploman los beneficios empresariales, nos dice mucho de nuestra “nueva” clase política. Que no hagan nada por desbloquear y atraer capital, como si fuese secundario, es peligroso.
Hemos conseguido mucho en estos últimos años. Lo único que se les exige a los señores del “no” es que dejen de ignorar los riesgos y hagan lo que están haciendo los países líderes. Prepararse y hacerse más atractivos para la inversión.