“From Meccano to Legoland, here they come with a brick in their hand, men with heads filled up with sand, it's build” Paul Heaton
Una de las soluciones mágicas que se repiten una y otra vez cuando se habla del riesgo de estancamiento y saturación de deuda es “llevar a cabo grandes planes de inversión pública”. No es suficiente con que aún estemos digiriendo el empacho de los planes E, los puertos inservibles y los puentes a ninguna parte. Hay que crecer con “infraestructuras”. Una palabra que sirve para todo, pero, sobre todo, para enmascarar la palabra “ladrillo”.
El mundo ha alcanzado este mes un nivel de deuda de más de 152 billones, más del 225% del PIB global. Gran parte de esa enorme masa de deuda se ha generado precisamente al calor de “planes de estímulo” financiados con enormes cantidades de financiación y que no solo no han generado el crecimiento esperado, sino que han llevado a que la capacidad de repago de esa deuda se haya disminuido. Según Moody´s, a niveles previos a la crisis.
Esa deuda no apoya el crecimiento, lo limita. Y el resultado de la acumulación de “inversiones” sin rentabilidad económica real lleva a mayor fragilidad, sobrecapacidad y estancamiento.
Los defensores de los megaplanes de estímulo (que mencionamos aquí), precisamente porque ignoran la importancia de la rentabilidad real en favor de “sostener el PIB” sea como sea, cuentan con nuevas evidencias que destruyen su amor al gasto por el gasto.
Un estudio de Deepak Lal, profesor de Desarrollo Internacional de la UCLA, analiza el impacto devastador en el crecimiento potencial y la deuda de los planes de estímulo llevados a cabo en China “para crecer” y el análisis “If You Build” de Edward Glaeser destruye el mito repetido por Bernie Sanders sobre su propuesta de gastar un billón de dólares en infraestructuras públicas. Porque los defensores del gasto desorbitado en infraestructuras ignoran el más básico análisis de coste beneficio, infraestimando el coste -y sobre todo los sobrecostes- y magnificando el beneficio estimado a través de multiplicadores de ciencia ficción.
Los profesores Ansar y Flyvbjerg también han dedicado un gran esfuerzo a analizar el efecto negativo de los grandes planes “de estímulo” desde los megaproyectos hidráulicos a las organización de los Juegos Olímpicos.
Japón, para potenciar el crecimiento, gastó entre 1991 y 2008 la friolera de 6,3 billones de dólares en infraestructuras, con un impacto inexistente en el crecimiento económico -el país lleva dos décadas en estancamiento-, en los salarios reales -están a niveles de hace dos décadas- y sin embargo ha sido un factor esencial en la acumulación de una brutal deuda que ya supera el 230% del PIB. “la economía de Japón no es más dinámica, sino mucho menos, tras la bonanza en infraestructuras” demuestra Glaeser.
China es peor, porque no cuenta con el nivel de renta, productividad y ahorro privado con el que contaba Japón en 1991. El estudio de Deepak Lal citando a los profesores Ansar y Flyvbjerg muestra que el análisis de coste beneficio real comparado con el “estimado” cuando se aprueban los proyectos prueba resultados desastrosos. El 55% de los proyectos analizados genera una ratio de beneficio sobre coste inferior a uno, es decir, que crea perdidas reales. Pero es que, del resto, solo seis proyectos analizados muestran rentabilidades positivas. El resto, inexistente. No se crece más, se hace la economía más débil.
Ustedes -muchos- dirán que el problema es de deuda privada y que ésta vez es diferente “porque se va a hacer bien”. Que China tiene una deuda sobre PIB muy baja. Merece la pena que revisemos ese mantra. Como muestra Moody´s o Standard and Poor´s, una enorme parte de esa deuda mal llamada “privada” son empresas estatales, o semi-estatales, llevando la deuda total ligada al sector público a más del 190% del PIB. Hoy China necesita cuatro veces más deuda para “crear” una unidad de PIB que hace ocho años.
Si pensamos que lo vamos a hacer mejor los europeos que uno de los países más desarrollados y productivos del mundo, Japón, podemos empezar a olvidarlo. Ya lo hicimos mal en 2008, un estímulo del 1,5% del PIB de la UE en infraestructuras, obra civil, interconexiones y sectores estratégicos. Llegaban los Reyes Magos del 'superestado' redentor. Ocho años después, la deuda, sobrecapacidad y pobre crecimiento potencial siguen ahí.
Todos los estudios concluyen que la inversión en infraestructuras puede ser beneficiosa cuando existe una necesidad real y verificable, pero que se convierte en una losa económica a corto y largo plazo cuando es una herramienta cuyo único objetivo es justificar el gasto y sostener el PIB. En cuanto se olvida la rentabilidad económica real y se ignora el efecto depresor de la deuda contraída, se destruye el crecimiento potencial y la capacidad de crecer de manera sostenible.
Cuando las decisiones de inversión económica recaen sobre quienes no sufren las consecuencias de sus errores, siempre se incentiva la mala asignación de capitales. Aquí, en Japón o en China.
Pero volveremos a repetir el error. Esta vez es “diferente”.